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Andalucía

40 años de autonomía: una evolución insuficiente

  • La comunidad ha mejorado notablemente en infraestructuras y servicios públicos, pero los índices básicos revelan que sigue en el furgón de cola de las regiones europeas

Bandera de Andalucía

Bandera de Andalucía / M. G. (Sevilla)

Hemos cambiado mucho, pero tendríamos que haberlo hecho mucho más. Hemos avanzado, pero no lo suficiente. Hace 40 años no existían ni la A-49 ni la A-92, por poner dos ejemplos, pero hoy sigue siendo una odisea la comunicación con capitales como Almería y hasta hace poco con Granada. El autogobierno ha hecho posible mejoras evidentes, pero no ha sido de momento la panacea. Hace cuatro décadas era una quimera acoger una Exposición Universal, unos Juegos del Mediterráneo, una capitalidad cultural o cualquier acontecimiento con proyección internacional. Los gaditanos no soñaban con un segundo puente, muchísimas playas hoy masificadas estaban sin urbanizar y la gran mayoría de municipios conectados por carreteras de elevado tráfico no contaban con rondas de circunvalación.

En materia turística nos salvaba sin duda el emergente turismo de la Costa del Sol, como nos sigue sosteniendo el sector servicios aunque las infraestructuras del ramo se han modernizado y sofisticado muchísimo. Somos casi dos millones de andaluces más que cuando votamos en 1977. La población activa femenina se ha disparado del 20 al 50%. La población ocupada ha pasado de 1,6 millones a casi tres. Por contra, la población activa agraria se ha desplomado del 29% al 7,6% por efecto de la modernización del medio rural.

La economía sumergida

Cuarenta años de autonomía han hecho posible una evolución tan innegable como insuficiente. Los números no engañan. O sí. Si no fuera por la economía sumergida, el panorama de la vida cotidiana en la región del Sur de España sería otro muy distinto. La tasa de paro en Andalucía se ha situado en el 20,8 % al cierre de 2019, de las más altas de España, donde la media es del 13,7 %. Quizás por eso haya intelectuales de la economía que defienden la economía sumergida como una vía más de desarrollo. Andalucía ha mejorado, pero sigue en el furgón de cola de muchos índices, mientras otras regiones, incluida Extremadura, han avanzado.

Es indudable que la región tiene ahora más infraestructuras, servicios públicos y centros de salud que hace cuatro décadas, pero todos los índices consultados confirman que estamos lejos de los índices de desarrollo de las regiones del centro de Europa, que son las que encabezan la clasificación de los niveles de desarrollo. Hay quienes acusan al pueblo andaluz de falta de ambición y, por supuesto, de la necesidad de tener más empresarios y más potentes. En muchos aspectos seguimos dependiendo de ayudas públicas, ya sean por medio del Plan de Empleo Rural (PER) o de las procedentes de la Política Agraria Común (PAC). Esta dependencia unida a estereotipos interesadamente explotados han lastrado también la imagen de Andalucía más allá de Despeñaperros.

En el plano político y a pie de calle, el fervor autonomista ha caído paulatinamente a lo largo de cuarenta años hasta la desaparición del Partido Andalucista, que logró entrar en el gobierno andaluz en coalición con el PSOE y consiguió representación en el Parlamento de Cataluña. El sentimiento autonomista se fue alimentando de 1997 a 1980 con dos grandes hitos: las grandes manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 y la firma del pacto de Antequera justo un año después.

Todo por hacer

Todo era ilusión, inocencia y pasión. Andalucía, por ejemplo, fue la primera comunidad autónoma de España que incluyó en su presupuesto un plan extraordinario de inversiones nutrido con tres mil millones de pesetas del Banco Europeo, unos fondos destinados a la construcción de colegios, servicios sanitarios y carreteras para los municipios más desfavorecidos. Cuentan que el presidente Rafael Escuredo preguntó: "¿Y cuáles son las zonas degradadas donde hay que invertir?". Y en su gabinete le respondieron: "Las que tú digas, presidente. Porque estudios no hay". Todo estaba por hacer, incluidas las estadísticas y el diagnóstico de los lugares más deprimidos de la región.

La evolución de Andalucía en 40 años se refleja con claridad, por ejemplo, en los depósitos bancarios, que crecieron un 600% entre 1987 y 2016, según los datos del Banco de España. Pero seguimos lejos de los índices generales de las regiones más ricas de Europa y, por supuesto, anclados en el grupo de la clasificación reservado a las regiones subdesarrolladas. Andalucía ha disparado el PIB en estas cuatro décadas, así como su población en general y la población ocupada en particular, pero como decíamos al principio, se trata de un crecimiento insuficiente como para meter a la región entre las regiones más avanzadas. Pareciera que a Andalucía le hace falta crecer al triple de la velocidad que las demás regiones para conseguir, al menos, la mitad de los resultados.

La mejor clasificación que obtuvo Andalucía en estos cuarenta años fue la de región en transición hacia el desarrollo, pero la última crisis económica nos devolvió al sótano junto a las zonas del Sur de Italia.Los datos del rescate bancario informan que en Andalucía costó 1.538 millones de euros (Cajasol, 22; Caja Granada, 494 y Cajasur, 800) frente a los 22.424 millones que costó en Madrid, los 13.005 en Cataluña o los 9.297 en Galicia.

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