El cachondeo era esto
Recorrido por la larga carrera de banquillos y querellas que el ex alcalde de Jerez ha sorteado desde que pronunció, en 1985, su célebre frase
En octubre de 2012, Duran i Lleida escribía un tuit recordando que Pedro Pacheco había sido condenado a seis años de inhabilitación por decir en 1985, ¡27 años antes!, que la Justicia era un cachondeo. Daba igual a cuenta de qué lo dijera el líder catalán (era por una declaraciones del juez Pedraz sobre los políticos). Lo que aquí nos atañe es que esa frase forma parte, como demuestra este tuit, de nuestra cultura popular. Un grupo indie madrileño, TCR, decía en una estrofa de su canción Un domingo de sol lo siguiente: "Óigame, señor juez, ¿es que acaso la justicia es un cachondeo como dijo Pedro el de Jerez?". Pinchen en Google "la Justicia es un cachondeo": encontrarán decenas de páginas con la frase referida a las más variopintas cuestiones. 1985: La decisión de la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Territorial de anular la demolición del chalé del cantante Bertín Osborne ha hecho exclamar al alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, que "el clamor hoy en Jerez es que la Justicia es un cachondeo". Ahí empezó todo.
En realidad, Pacheco no fue condenado por esa frase, sino por hablar de connivencias entre los abogados de Bertín y la Audiencia Territorial, pero no empañemos la leyenda.
Durante mucho tiempo, no había entrevista en la que al ex alcalde de Jerez no le cayera la misma pregunta: ¿Sigue pensando que la Justicia es un cachondeo? Y no había entrevista en la que Pacheco no se desdijera de lo que le hizo famoso en toda España por acuñar una frase que sigue repitiéndose. "No, qué va. La Justicia es muy seria. Bastante hace con aguantar las presiones que le vienen de la política", contesta en una de ellas, escogida al azar, en el año 2003.
Lenguaraz, excesivo a ratos, los años de joven político de Pedro Pacheco están repletos de epítetos. En 1988 en Jerez no había, al contrario que ahora, ni muchos maestros ni muchas viviendas. En el entorno del Retiro se encontraban las llamadas casas de los maestros. El Ayuntamiento decidió alojar en ellas a dos familias sin vivienda. El gobernador civil, Mariano Baquedano, envió a la policía nacional. Hoy puede sonar a chiste llamar a un subdelegado del Gobierno "chorizo", pero cuando Pacheco llamó "chorizo" a Baquedano, que tenía el cargo de gobernador civil, con toda la resonancia de los viejos tiempos que eso tenía, se montó un buen alboroto. Los gobernadores civiles eran de esos de usted no sabe con quién está hablando. El que sería durante años su abogado de cabecera, un auténtico cerebro, Manuel Cobo del Rosal, consiguió sacarle del aprieto arrancando al tribunal una exculpación en aras de la libertad de expresión. El juez era un hombre cabal y muy añorado: Manuel de la Hera. Desde entonces ya nunca fue lo mismo eso de ser gobernador civil o como se llamara después.
Pero es que por entonces tampoco se fue de rositas el mismísimo ministro de Justicia, que era Fernando Ledesma, al que llamó "inútil e incompetente". El ministro decidió darle por imposible. Ni se querelló.
Con el caso de los asesores, cuya sentencia se conoció ayer, el abogado Juan Pedro Cosano, pregonero de la Semana Santa y concejal del PP en su juventud, se cobró una pieza que acariciaba hace tiempo. Cosano fue el abogado escogido por los parcelistas de Los Garciagos para sentar por prevaricación en el banquillo al entonces alcalde de Jerez. Merece detenerse un segundo en esta finca entregada en su día a vecinos de la ciudad para que plantaran sus tomates y sus lechugas. Supone un cambio de modelo.
De repente aparecen por Jerez unos americanos muy raros con un proyecto descomunal con el descomunal nombre de Sherryworld -luego vendría gente más rara para hacer un hipódromo o incluso estrafalaria, de nombre Euroamerican, para hacer empequeñecer Las Vegas: nada de eso existe, como todos ustedes ya se habrán percatado-. En fin, Sherryworld iba a ser un parque de atracciones junto al circuito, cuando antes de la burbuja existían los reyes magos. Y el lugar escogido fue ése, Los Garciagos. Los parcelistas hicieron fuerza. No dejarían sus huertos. Sería la última vez que la magnífica esgrima jurídica de Cobo del Rosal se pusiera al servicio de Pacheco. Cosano sufrió una sonora derrota. Pacheco fue absuelto en el Tribunal Superior de Justicia, en Granada, de todos los cargos en un larguísimo juicio que no demostró los delitos que se decía que había cometido, pero sí que mostró algunas de sus amistades con conocidos promotores. Cosano intentó acorralar a Pacheco en un interrogatorio de primer grado, llegándole a preguntar si uno de los padres de la idea de Sherryworld, Sebastián Romero, propietario de Rochdale, era amigo suyo. Pacheco tuvo que decir que no, pese a ser conocido en todo Jerez la fuerte vinculación entre ambos.
La burbuja de Jerez, nacida sobre la precariedad de los tiempos en que había que alojar a familias en las viviendas de los maestros, estaba gestándose. Corría el año 2001. El titular de la portada del Diario de Jerez el día de su absolución era concluyente: "Pacheco: la Justicia no es un cachondeo"
Hubo otros intentos de Cosano. El enfrentamiento entre un oscuro personaje de esos que crecen al calor del fútbol, Luis Oliver, y Pedro Pacheco tuvo como escenario de combate el estadio Chapín, que entonces se preparaba para los Juegos Ecuestres. Tuvo repercusión nacional. Pacheco negó el uso del estadio al Xerez, que presidía Oliver, y envió al equipo y al flamante entrenador, el glorioso centrocampista Bernd Schuster, al que entonces era el patatal de Sanlúcar. ¿Qué sucedió? Que Oliver contrató a Cosano. El intento de volver a sentar a Pacheco en el banquillo de Granada por prevaricación resultó infructuoso. El Tribunal llegó a decir que la demanda estaba mal planteada.
La compleja relación de Pacheco con la Justicia entra ahora en su recta final. Hasta ahora Pacheco, de un modo u otro ha podido salir airoso de su carrera en la que supera banquillos como obstáculos. Ha llegado el más difícil todavía, pero nadie le podrá quitar ya nunca ser el autor de una de esas frases que perdurará. Un legado político como cualquier otro.
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