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La carga de los dragones alados

  • Helicópteros navales en incursión de asalto anfibio

  • Los 'Sea King'de la Armada ejecutan tomas para insertar tropas en las marismas de Sevilla y Cádiz

Dos 'SH-3D Sea King' de la 5ª Escuadrilla de la Flotilla de Aeronaves de la Armada sobrevuelan  los lapachares marismeños del Sancti-Petri.

Dos 'SH-3D Sea King' de la 5ª Escuadrilla de la Flotilla de Aeronaves de la Armada sobrevuelan los lapachares marismeños del Sancti-Petri. / reportaje gráfico: JESúS MARíN

Los miembros de la 5ª Escuadrilla de helicópteros de la Armada española viven como si no hubiese un mañana. Ni un hoy. Ni un ayer. Aquí el tiempo siempre resulta un eterno "ahora". Es lo que conlleva pertenecer a una unidad de intervencion aérea "24/365" [operativa a cualquier hora del día, todo el año].

Hasta bien entrada la noche precedente, los mecánicos de esta unidad han estado trabajando sin descanso. Las aeronaves de guardia deben quedar prontas, pues su actual cometido principal es servir como medio de transporte de fuerzas de intervención, sean avanzadas de Infantería de Marina o equipos de operaciones especiales. Así que la Quinta siempre vive en modo "ahora" y su aviso de embarque para la misión llega al teléfono del periodista a las 02:09 de la madrugada.

Este medio -con el valioso concurso del comandante David Méndez y del capitán Mariano Hernáiz del Cuartel General de la Flota- ha sido autorizado a cubrir un vuelo de infiltración en asalto aéreo con inserción de tropas. Para muchos, una de las misiones aeronavales más rigurosas; para esta escuadrilla, un simple día más de trabajo.

El enorme hangar que acoge a la decena de pesados helicópteros SikorskySea King SH-3 D tiene en su planta superior una sala de reunión, a la cual se accede tras franquear una puerta con teclado codificado.

La junta de información transcurre breve y en una atmósfera de aplicada profesionalidad. El jefe de escuadrilla, capitán de corbeta (comandante) Jorge Nalda Loureiro -quien oficiará como líder de esta misión, pilotando el aparato con apelativo Morsa-01-, anota en su hoja de vuelo mientras dicta instrucciones al resto de participantes:

-"Canal Alfa 1: helipuerto. Canal Alfa 2: torre de Rota. Canal Alfa 3: Sevilla Militar [control del tráfico aéreo castrense]. Nuestro call-sign (indicativo de llamada) será...".

La partida operativa la integran hoy dos pesados Sikorsky, de transporte y maniobra, y un Hudges-500 de la 6ª escuadrilla, que desempeña funciones de exploración y escolta, y será pilotado por el teniente de navío Jesús Txus Escudero Campillo.

La tripulación del otro Sea King, el Morsa-07, la integran los tenientes de navío Alvaro López y Leopoldo Cafiero; el sargento 1º José Antonio Guerrero Abellán, y el cabo 1º Óscar José López González.

Por su parte, el SH-3D del comandante Nalda llevará como segundo piloto al teniente de infantería de Marina José Holgado, mientras el brigada José María Anglada Romero y el sargento 1º Ramón Miguel Fernandez Granado completarán su dotación.

Bajo un sol aún enhestante, la formación táctica de los tres helicópteros ya se encuentra en el aire. Vuelan a 500 pies (150 metros) de altitud sobre el suelo y a un promedio de entre 90 y 70 nudos (de 165 a 130 kms/h), según la orografía del terreno.

El Sea King que marcha en la posición de "punto" (el que sigue al líder de la partida) se mantiene siempre a 45º de la aeronave en cabeza, guardándole una distancia de diez rotores [cada rotor de un SH-3D mide 19 metros de diámetro]. Este segundo helicóptero procurará mantenerse siempre por barlovento (lado desde el cual sopla el viento) respecto del de cabeza. En la posición contraria, sotavento, el torbellino generado por el ala rotatoria del aparato guía complica bastante la navegación, debido a las turbulencias generadas. Como rutina adicional, el aparato seguidor suele situarse algo más alto.

Tras sobrepasar la vertical de la laguna de Jeli, en el complejo endorreico de Chiclana de la Frontera, los aparatos inician vuelo de contorno sobre las serretillas de la campiña asidonense: Lomas del Lentiscal. La Angostura, La Nava, El Almazán...

A cada tanto, ambos Sea King intercambian sus posiciones en la formación. También, los pilotos se turnan en las funciones de comandante y navegante. Éste es un vuelo sin concesiones, donde los instrumentos de navegación pierden protagonismo y todos deben probar su capacidad de orientación visual para ser guías:

-"Por entre esos cerros" -dicta el teniente Holgado al comandante Nalda-. "Deja a estribor esa nave agrícola con techo naranja".

-"Visto -dice el jefe de escuadrilla-. Dame tiempo estimado al punto de viraje".

En vuelo incursivo hay que llegar a cada zona prevista en el minuto justo. La única defensa de un helicóptero desarmado y de ocho toneladas de peso consiste en volar bajo y rápido. Así dificulta ser oído y no delata su impresionante estampa hasta el último instante, limitando riesgo de una respuesta hostil.

Los SH-3D transponen los cerros y enseguida se revelan los tozales y lomas del paraje de Los Granujales del Jurado. Entonces, en una maniobra cinematográfica, ambos aparatos viran con Medina Sidonia al fondo y, sin aminorar, enfilan hacia el Atlántico, sobrevolando las marismas de Sancti-Petri, entre Chiclana y San Fernando. Luego, se apartan de la costa y duplican altura para rebasar el istmo de Cádiz, antes de enfilar hacia el Guadalquivir.

Sin reducir velocidad, los Sea King evitan el espacio aéreo del parque nacional de Doñana, pasando sobre el muelle de Bonanza, en Sanlúcar de Barrameda. Tras dejarla atrás, recuperan su cota operacional de vuelo, discurriendo sobre los gachaperos de Monteagudo y dejando Trebujena a su diestra.

Enseguida, por la izquierda, surge el tolladar del Codo de la Esparraguera. Aquí acaba Cádiz y empieza Sevilla. Segundos después, se otea el regato del Caño de Jerez y, luego, el canal de riego de Los Yesos, en la marisma homónima.

Los helicópteros comienzan a descender a velocidad vertiginosa. Han alcanzado la zona de maniobras Delta-100 y tienen a la vista el primero de sus objetivos. En el último minuto, reducen velocidad, elevan el morro y ambos toman tierra a la par, separados por 200 metros, sobre un paular baldío a cinco kilómetros de Lebrija. Agotado el tiempo de desembarque, viene el segundo desafío. Despegan y deben aterrizar, alternativamente, en el somo de un pequeño teso, a 70 metros de altura sobre el nivel del mar, en la marisma de El Cuervo. Hecho.

De nuevo al aire y velocidad plena. Siempre llegando con el sol de cola, para deslumbrar al enemigo hasta el último momento. Les queda lo más difícil: una toma confinada sobre un exiguo hondón polvoriento, junto a un cortijo en ruinas. La vieja senda de la finca es tan angosta que un camión apenas pasaría por este alcorce. Sin embargo, los pilotos de la Quinta posan los 22 metros de longitud de sus helicópteros en medio de la tolvanera. Como si nada.

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