El 'encantador' del pueblo
El PP lo fía todo al liderazgo del también diputado al Congreso, un empresario que todos conocen Lleva años diciendo que lo deja, pero al final arrima el hombro por su partido
JESÚS Caicedo opta de nuevo a la alcaldía de Cuevas del Almanzora. El siempre asegurará que va casi obligado, pero la verdad es que el Partido Popular no tiene un dirigente capaz de mantener la alcaldía, pese a las dificultades, que no sea él. Lleva varias legislaturas asegurando que lo deja y vuelve a su alhóndiga, pero lo cierto es que le gusta moverse en las aguas calmas de la política en tiempos de paz o en las turbulentas, también de la política, en tiempos de guerra.
Nacido para conversar, es un pozo de anécdotas y de conocimiento cotidiano inagotable. Mana historias de la misma manera que saluda a amigos y conocidos cuando llega a una feria, a una reunión de partido o a una comida de empresa.
Jesús Caicedo todavía recuerda -si alguna vez tienen la oportunidad de que se lo cuente en persona, deben pedírselo- como fue su experiencia en la vendimia francesa. Es un buen narrador, rico en vivencias y capaz de embelesar al más pintado. Ojo, no es una crítica. Al contrario, es una virtud con la que no todos contamos y que abre puertas, aleja enemigos y hace clan. Una especie de Príncipe en Cuevas sobre el que gira la mayor parte del pueblo de una u otra forma: desde el Ayuntamiento o desde la alhóndiga que gestiona, con éxito, desde hace muchos años y que ya hacía su padre hace muchos más.
Caicedo decidió un día presentarse a las elecciones y enfrentarse al socialismo establecido en Cuevas por Antonio Llaguno. Un hueso que era duro de roer y que devoró en forma de mayoría absoluta. Desde entonces no ha tenido rival, aunque ahora las cosas han cambiado. Perdió las elecciones andaluzas con mucha distancia frente al PSOE, por lo que espera que sus vecinos no se decanten por otra opción que no sea la que él representa y olviden, si es necesario, las siglas de su partido.
En el Partido Popular ha sido lo que ha querido y como ha querido. Gestiona los tiempos con la misma precisión de un reloj suizo. Adelanta o atrasa la hora con la misma serenidad que recogía un capacho de uvas en Francia o corta una caja de tomates en los campos que circundan el Almanzora. Nunca tiene prisa y, a pesar de eso, al día le faltan horas para él.
Camina sobre el alambre con la misma facilidad de un funambulista. Han intentado por todos los medios acabar con su prestigio y siempre han pinchado en hueso. Sus enemigos no le perdonan sus éxitos electorales, que él ve elección tras elección como un pasó más hacia el fin de su carrera política, que luego prolonga.
Amante de las motos, no es extraño verlo de "pirata" con sus amigos, entre los que se encuentran el radiofonista Carlos Herrera, el fallecido Paco Marsó, uno de los hermanos del expresidentes Suárez o el periodista deportivo Pedro Morata.
Se pone el mundo por montera con la misma facilidad que trata de alejar de su pueblo el fantasma de Palomares o como es capaz de resucitarlo si con ello logra, de una vez por todas, la "pasta" que cree que merecen sus vecinos y la limpieza de la radiación que, al parecer, todavía existe en alguna zona.
Alma almeriense y cartera murciana a la hora de divertirse o negociar de una cosa o de otra, o de ambas ¡qué pijo importa!
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