El mitin pasó rozando el larguero
Ruegos y preguntas
Nervión es mitad Versalles, mitad falansterio. Una aristocracia más urbana que social. Los días de fútbol son ideales para pasear el perro, sacar la bici o decidir al indeciso.
IR a Nervión en autobús es una aventura que hay que vivir como las excursiones gastronómicas del británico James Oliver, que, siempre de viaje, ayer debió votar por correo. Con alma de indeciso, el reportero está en la Campana y decide partir en el primero de los dos que salga, el 27 o el 32. Terminaciones junto al puesto de loterías. Le toca el 32. Alex O'Dogherty en los carteles de Hole 2, que termina en el Lope de Vega el mismo día 24 de las elecciones municipales. ¿También votará por correo el histórico miembro de La Banda de la María como el cocinero inglés? ¿Estará censado donde la Terremoto de Alcorcón, que tiene familia de La Palma del Condado?
Hay una hora mágica en Santa Catalina en la que permanecen abiertos simultáneamente El Tremendo y la librería Reguera. El autobús va lleno de gente al estadio de Nervión, el que inauguró oficialmente el Betis en septiembre de 1958. En cierta forma, los futbolistas son como los políticos: sin la gente, no son nada. El primer gol se ha tenido que escuchar perfectamente en la puerta del Colegio Sagrada Familia de Urgel, uno de los dos colegios de la calle Marqués del Nervión, el benefactor de este barrio que es Versalles y falansterio. Una aristocracia más urbana que social, con una casa-regalo de boda del arquitecto Josep Lluis Sert.
Los dos caballos blancos de la Policía están quietos, hieráticos, como si fuera con ellos el himno del Arrebato, ese escalofrío con rimas. Ganar o perder. En política tampoco sirve empatar. La calle José Luis de Caso es un parque temático de hamburgueserías y perritos calientes. Las calles adyacentes son oasis de sosiego. Es la mejor hora para sacar al perro, dar un paseo en bicicleta o acabar con el indeciso que llevas dentro. Ahorra Agua. Bebe cerveza, se lee en una camiseta. Se oyen los cánticos, los rugidos, los lamentos que siempre suenan a diptongo -¡uy!-. En el edificio Nervión, hay un despacho de notario con nombre de futbolista: Alberto Moreno. Algunas parejas ven el partido en las pantallas del bar Tinta Roja. Unas señoras, tal vez atraídas por la curiosidad, se asoman a los balcones del hospital San Juan de Dios.
Dicen que el alcalde está en el palco. El de Sevilla. El de Florencia tendrá que pagarle los derechos de imagen a los herederos de Stendhal. Tiene más pedigrí que Ocho apellidos vascos. La librería Tarsis, en la calle Rico Cejudo, es mingitorio en las horas previas al partido. Calle con nombre de pintor exquisito, costumbrista, convertida en muladar de malas costumbres. El libro del día es el de Andrés Trapiello El final de Sancho Panza y otras suertes. El joven que pasa con su novia se fija en los Vengadores de Marvel. Actúan las brigadas de Lipasam. Eso sí que es catenaccio.
La primavera política coincide con el anuncio del verano por parte de El Corte Inglés. En el interior de los grandes almacenes, a la hora del fútbol, se podrían realizar carreras de relevos. Invitaciones a viajar en Nervión Plaza: Visite México, República Dominicana lo tiene todo. El 27 llevaba hasta Serrat y el 32 a las rebajas de Sabina.
"Antes de entrar dejen salir". El cartel que aparece en el Metro es válido para el protocolo del 25-M. Línea 1. Debería decir 1 línea. Nervión tiene parada de Metro junto al hotel Portaceli. Camino de las diligencias posmodernas que van de Ciudad Expo a la Olavide. Dos jóvenes hablan de política. "El sistema no se puede cambiar desde las instituciones. Sólo se puede cambiar a través de la revolución". Una línea con bingo. Un solo lector en el vagón. Es el historiador Juan Ortiz Villalba. Lee a Rousseau en francés. Viene de la Olavide de dar una clase de Historia de los Movimientos Sociales. Ha puesto unas prácticas sobre los años sesenta: el turismo, el movimiento hippie. La década en la que Félix Moreno de la Cova hermanó Sevilla con Kansas City, muy lejos de Florencia.
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