Andalucía

La historia de un error

  • Dos informes contundentes frente a uno sin contrastar · Al final, las respuestas están en una hoguera a la que no se dirigieron las miradas por la actitud de un padre jovial y desentendido del drama

Un error inexplicable y once meses de dramático calvario resumen de forma nítida la sensación que queda después de que la investigación sobre la desaparición de los niños Ruth y José apunte de forma decisiva a que los restos de huesos hallados son de dos niños cuyas edades corresponderían con las suyas. La hoguera testigo del crimen, que realizó José Bretón, infinidad de veces revisada y fotografiada, sirvió como rescoldo fatal de un crematorio que buscaba eliminar las pruebas de tan abominable acción. La realidad supera cualquier ficción inimaginable en un caso que ha dado la vuelta al mundo. Esta semana ha sido muy dura porque existe ya la certeza de que si la Policía hubiera contrastado en su momento los datos arrojados por las muestras encontradas entre las cenizas, el caso estaría ya cerrado y Bretón, en buena lógica, procesado. Pero no ha sido así y casi un año después, dos informes realizados por científicos de primer nivel resumen de forma tajante que los restos óseos encontrados en la parcela son humanos. Mientras, la Policía reconoce que era consciente de que "algo fallaba" en su investigación porque con las pruebas audiovisuales, temporales y gráficas de las que disponen, son conscientes de que el presunto autor de la muerte de sus hijos no salió del entorno de la finca de Las Quemadillas entre las 13:30 y 17:30 del sábado 8 de octubre. Nadie puede deshacerse de los niños en un espacio de tiempo de seis u ocho minutos, que es el espacio de tiempo que los investigadores tendrían en el aire respecto a las distintas comprobaciones de llamadas y de cámaras de seguridad tanto de Las Quemadas como de la Ciudad de los Niños.

Esta clave se presenta como la certeza y a la vez la raíz del error policial. La primera noche de la desaparición, los agentes ven el fuego todavía caliente. La naturalidad con la que se muestra José Bretón conduce al error a los investigadores. Nadie puede imaginar en aquel momento que alguien que hubiera cometido un crimen de tanta gravedad sea capaz de alternar de ese modo con los policías e incluso pretenda invitarlos en la terraza de la casa. La frialdad es la gran baza de Bretón. Aun así, días después, cuando las sospechas apuntan hacia el padre, se recogen muestras en la hoguera y se analizan distintos elementos, entre ellos unos huesos que el informe pericial de la forense que analizó las muestras concluye que eran de animales. El fundador la sección de Antropología de la Policía Científica justifica que la responsable trabajó bajo presión y sostiene que se trata de un fallo terrible. Pero lo que más llama la atención, llegados a este punto, se podría resumir en dos cuestiones que son decisivas en el análisis de este caso: la primera, que no hubo contraste de lo analizado hasta que el profesor Etxeberria tuvo acceso a las piezas de los niños; la segunda, que el informe sólo está firmado por una persona, porque este tipo de pruebas periciales dejaron de ir rubricadas por los superiores de la investigación para evitar que éstos pudieran ser llamados a juicio. Rocambolesco, pero cierto.

De hecho, justo después de que Bretón fuera detenido comenzaron a circular análisis psicológicos del personaje. Se le presentaba como una persona fría, calculadora, un exmilitar al que no le temblaba el pulso después de todo lo que había vivido en la guerra de la antigua Yugoslavia. Tan disparatado ha sido todo que mientras él guardaba el secreto de la hoguera, mientras decía que los niños estaban cerca, todo el mundo, investigadores incluidos, especulaban con que José Bretón, dotado de una proverbial frialdad, había hecho desaparecer a los niños sin dejar ni rastro. Había cometido el crimen perfecto.

Sobre este gran despropósito policial se ha construido todo un circo mediático que ha caminado en paralelo al tremendo dolor que ha provocado el desenlace de esta historia. Ya nadie duda de que los niños fueron quemados en esa hoguera. Será difícil probarlo mediante análisis de ADN porque el deterioro de las piezas halladas tras soportar temperaturas de más de 800 grados hace muy complicado realizar el contraste, aunque Toxicología no lo ha descartado del todo. El profesor Etxeberria, implicado en casos como el de Lasa y Zabala o como los de la memoria histórica, y el profesor José María Bermúdez de Castro, uno de los responsables de las investigaciones en Atapuerta, aparecen en el caso de distinta forma. Etxeberria accede a la familia materna a través del responsables del georradar con el que se buscó los cadáveres de los niños en el subsuelo de la finca y al segundo se le avisa por la Policía ante la contundencia de lo datos aportados por el investigador vasco. El ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, lo explicó de forma diáfana el pasado lunes en una comparecencia de circunstancias que tenía dos objetivos: dar a entender que las certezas de que los retos sean de los niños son muchas y disimular de algún modo el error policial explicando que ellos, al conocer el de Etxeberria, se apresuraron a pedir otro precisamente porque eran conscientes de que algo fallaba. Fernández Díaz señaló que cuando conocieron los datos pidieron el contrainforme a Bermúdez de Castro. Por el de la Policía, pasó de puntillas aunque lo elevó a la misma categoría que los otros al decir que hay un dos contra uno.

A partir de ahí, emerge la figura de Serafín Castro, jefe de la investigación, que ha puesto una vela a Dios y otra al diablo. Obligado por Interior, el policía que no quería ni que le tomaran imágenes en Córdoba aparece en un programa de Telecinco poco adecuado para comunicar este tipo de informaciones, sobre todo si es la primera vez y se realiza de forma exclusiva. Castro no sólo no da detalles de la actuación policial y de la constancia de su error sino que se extiende de forma prolija sobre el comportamiento de Bretón y su relación con los agentes. "Parecía que la fiesta no iba con él; tenía un comportamiento jovial", dijo. Aparte, afirmaciones de corte personal, como las que expresan los motivos de venganza y celos y que podrían haber llevado a Bretón a cometer el crimen han levantado una considerable polvareda por la inoportunidad del comentario en un tema tan delicado.

En cualquier caso, el comisario Castro, pese a que alude a que eran conscientes del fallo cometido por una perito de la Científica, considera que no hay nada cerrado sino informes contradictorios. Pero eso a estas alturas no se lo cree nadie. La seriedad de dos análisis reposados como los de Bermúdez de Castro y de Etxeberria está a años luz del realizado por la forense del caso, sometida a la presión de una investigación vacilante en sus primeros pasos, precisamente por la actitud del padre.

Los resultados definitivos se conocerán en pocos días. Una comisión conformada por expertos elevará el informe final, que será ratificado por el Instituto Nacional de Toxicología con la colaboración de Instituto de Medicina Legal de Santiago de Compostela. Esto será la semana que viene. En caso de que respalden las tesis de los dos últimos, se demostrará que Bretón mató y quemó a sus hijos y comenzará un nuevo tiempo procesal. Asistiremos también a uno de los errores policiales más sonoros de la historia reciente de España y aunque no se habla abiertamente de depurar responsabilidades, es evidente que la presión social y mediática al respecto será enorme. Y en el centro de este escenario habrá que ver entonces la actitud del padre, sobre cuya inteligencia, hay que insistir, frialdad y modus operandi se ha especulado hasta el infinito cuando la certeza estaba cerca ,"muy cerca", como el propio Bretón reconoció en una de las primeras visitas de la Policía a la finca.

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