La malvasía, otra ave fénix de las lagunas andaluzas
De este extraño pato de pico azul llegaron a contarse sólo 22 ejemplares en 1977
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Andalucía cuenta con una decena de especies de aves que por sí mismas ya harían de la comunidad un paraíso para la ornitología, una cajita de joyas con piedras tan brillantes como el águila imperial, la focha moruna o la malvasía. Esta última, la Oxyura leocucepahala, es un pato de pico azul, compacto como un carro blindado, que estuvo a punto de extinguirse en la década de los años setenta.
Pero como le ocurrió al morito, a la espátula o la focha moruna, la protección de los espacios naturales en 1989 supuso un punto de inflexión en la evolución de estas especies. En 1977 apenas quedaban 20 ejemplares de malvasía en un reducto cordobés, en las lagunas de Zóñar y el Rincón, desde donde lograron expandirse a otras zonas húmedas de la comunidad. Según el último censo de la Sociedad Española de Ornitología (SEO), las poblaciones de malvasía de España y Marruecos, que puede considerarse como una única, ronda los 3.000 ejemplares.
La malvasía sigue siendo una especie que figura como en peligro, aunque ha dejado la fase más crítica de las décadas finales del siglo pasado, cuando su extinción era altamente probable. Ahora es posible verlas en las lagunas de Córdoba y en algunas de la provincia de Cádiz, como las de Espera, que son humedales más profundos y que aguantan mejor los períodos de largas sequía. No obstante, este pato también nidifica en las provincias de Sevilla, Málaga y Almería, y es habitual en otras provincias costeras andaluzas, como Huelva, aunque no llegue a reproducirse en ellas.
Uno de los últimos peligros a los que se ha enfrentado fue a la llegada de otra especie de malvasía, la canela (Oxyura jamaicensis), que logró escapar de algunos zoológicos del Reino Unido y asentarse en España y Marruecos. Esta especie invasora, más agresiva que la local, puede cruzarse con ella y producir individuos fértiles, lo que supone un peligro para la especie. La Consejería de Medio Ambiente desplegó a unos cuantos cazadores habilitados para que eliminasen los individuos que habían llegado hasta Andalucía, lo que impidió contener un problema que no se ha acabado del todo.
A partir de las protección de la mayor parte de las lagunas andaluzas en 1989, así como de las marismas y estuarios, se produjo una recuperación de estas especies de acuáticas que fueron objeto de una caza discriminada durante décadas. No obstante, otras acuáticas, debido a sus peculiaridades, aún se encuentran en la franja más débil de su permanencia como especies. Los casos más críticos son los del tarro canelo, la cerceta pardilla y el porrón pardo, tres anátidas que también encuentran lugar en Andalucía, pero con poblaciones muy reducidas.
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