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Andalucía

A la reconquista de Jerez

  • Los moteros ofrecen imágenes de antaño confirmando que cerrar las calles del centro fue un error Los hosteleros confirman el éxito económico

Los moteros, expulsados antaño del centro de Jerez merced a unas decisiones aún hoy incomprensibles, han vuelto y lo han hecho para recuperar el terreno perdido. La crisis ha provocado que muchos remilgos se hayan perdido en esta ciudad y que el ruido ya no moleste tanto. Que las estrecheces pasan factura no es noticia, aunque quizás sí lo sea que los hosteleros del centro se muestren contentos con el desarrollo de las dos primeras jornadas del Gran Premio. No han sido pocas las lágrimas vertidas en los últimos años. Faustino Rodríguez, portavoz de la patronal Horeca en Jerez y propietario del archiconocido Bar Juanito, era claro ayer al señalar que "ha venido muchísima gente; es verdad que no han pedido ni jamón ni langostinos, así como que con la mitad de ellos hace unos años se hacía más negocio, pero ciertamente no nos podemos quejar".

Otro hostelero conocido es Antonio Molinillo, más conocido como Moli. Según comentaba ayer, "el volumen de negocio respecto a un día normal se ha podido incrementar en un 100%", es decir, que al menos en las terrazas del centro se vendió el doble de lo habitual. "El referente del año pasado, que fue un año lluvioso, no nos es válido, aunque hace dos los resultados también fueron muy buenos".

El despliegue policial fue enorme, especialmente por parte de la Policía Local de Jerez. La calle Larga volvió a convertirse en improvisado aparcamiento (de pago y a beneficio de la Asociación de Parados) ya que los estacionamientos de Cristina y del Mamelón no dieron abasto.

El extrarradio tampoco se pudo quejar. La avenida de Arcos hizo negocio. Locales de comidas y de copas como J.T. Rubio o Akimismo rebosaban de actividad minutos antes de que el circuito se vaciara de público atestando la carretera de Arcos. Acabadas las comidas los que se llenaron fueron los locales de copas. Otro destino fue la Feria del Caballo, que incluso encendió parte del alumbrado la noche del viernes mientras jóvenes celebraban un macrobotellón en los jardines de La Rosaleda.

En medio de esa locura se erigen personajes tan dispares como el motero que quema rueda, el conductor de coche al que se le olvida que le sobran dos neumáticos para hacer el ganso o Manolo del megáfono, un simpático personaje que es capaz de simular con su voz y un megáfono toda la locura ruidosa que un aficionado a las motos puede desplegar acelerando y picando embrague y arranque. Frente a Manolo del megáfono un aficionado se juega la vida literalmente en mitad de la avenida para convertirla en una especie de sucursal de Cerro Muriano, el más conocido centro de instrucción de reclutas de Andalucía. Allí en medio sobrevolaba con su bandera de España sobre uno de los carriles de circulación obligando a los moteros a pasar bajo su manto. Hubo hasta quien besó la enseña.

A esas horas, hablamos de la sobremesa, se rompe esa regla indefectible que te señala que si te encuentras a un motorista haciendo el cafre sobre una rueda puedes estar seguro de que quien conduce es jerezano. Con algún cubata de más encima, son muchos los que se vienen arriba. El público, que bordea el sentido de la avenida de Europa que conduce a la Feria, va estrechando la calzada, forzando a una unidad de caballería de la Policía Nacional a pasear junto a las aceras orillando a los aficionados. Suenan algunos pitos, pero hay buen rollo. La gente quiere pasárselo bien, pero la tarde no ha hecho más que comenzar y la noche promete ser larga. Muy larga.

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