Manolo Franco en la Bienal: La guitarra amable

El color de mi sonido | Crítica

Manolo Franco presetnó algunas piezas de su nuevo disco
Manolo Franco presetnó algunas piezas de su nuevo disco / La Bienal de Flamenco / ©Laura León

La Ficha

*** 'El color de mi sonido' Guitarra: Manolo Franco, Miguel Ángel Laguna Cante: Churumbaque, Mercedes Abenza Baile: Rafael del Pino Percusión: Agustín Henke

Lugar: Espacio Turina Fecha: Sábado, 14 de septiembre Aforo: Casi lleno

En una edición de la Bienal dedicada a la memoria de Paco de Lucía era de obligado cumplimiento dotar la programación de un ciclo de guitarra a la altura de las circunstancias, que ha correspondido inaugurar al maestro sevillano Manolo Franco en el Espacio Turina, histórico enclave del concertismo jondo, donde tantos aficionados hemos podido disfrutar de la cercanía que ofrece esta sala en los míticos conciertos de los Jueves Flamencos o el Festival de la Guitarra.

Este tipo de citas congregan un público muy concreto, un grupúsculo fiel a la sonanta en el que se reconoce fácilmente a estudiantes del instrumento. No olvidemos que Franco es uno de los grandes docentes de la guitarra actual, que ha ejercido en la Fundación Cristina Heeren y el Conservatorio Superior de Córdoba; y de sus manos desciende toda una genealogía de jóvenes tocaores que reconocen en él las calves del acompañamiento y la composición.

Porque el toque de Franco es elocuente y amable, ideal para introducirse en el maravilloso e inabarcable mundo de la guitarra flamenca. Si fuera escritor, sería un excelente prosista, pues dice lo que quiere decir con las palabras justas, sin un amarenamiento, inmerso en la fluidez de un relato tan ligero y desenvuelto que parece creado a cada instante, tal y como se construye una buena conversación.

La suya es una guitarra muy reconocible, pues los marcajes y remates remiten al toque de acompañamiento, y estructuran unas piezas en las que no hay cabida para la confusión, ni en armonías ni acentuaciones. Otra de sus mayores virtudes es entender el ritmo como un colchón, una corriente subterránea que si es firme no hace falta resaltar a cada instante con efectismos, al modo en que lo hacen los guitarristas de bossa nova y samba.

Así se apreció en las alegrías y los tangos acompañado de percusión y palmas, pero en los que sin embargo mantuvo el mismo tono íntimo que generó en la minera y soleá con la que abrió el concierto en solitario. Los fandangos supusieron el momento álgido del recital, con un par de picados que agitaron al respetable. La guajira resultó un meloso despliegue melódico, con un compás que parecía aludir a los bailes de salón, por momentos conducida como un vals. La farruca es uno de los adelantos que compartió de su nuevo disco, El color de mi sonido, en la que recreó estructuras muy clásicas, haciéndonos pronosticar un álbum que reincide en la genética de su ya lejanísimo primer trabajo, Aljibe, que esperaba continuación desde el año 1984.

Una tanda por bulerías que incluyó Ojos Verdes supuso el cierre a un concierto que evidenció la vigencia de este hombre tranquilo y discreto al que no paran de jalearle "maestro", con toda la razón del mundo.

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