Amanuenses y 'karateclas'

Síndrome expresivo 98

Amanuenses y 'karateclas'
Amanuenses y 'karateclas' / Gemini AI

Me encantan los debates acalorados y las polémicas a vida a muerte desatadas en las redes antisociales. Me vuelven loco los artículos de todos contra todos publicados periódicamente en los medios de comunicación generalistas. Me flipa la destreza argumentativa y la mala leche de muchos expertos de la nada a la hora de cavar una trinchera ideológica y disparar a los órganos vitales de todo aquel que ose confrontar puntos de vista. La violencia verbal tiene su morbo, my friend.

Pero hoy no vengo a reflexionar sobre el sentido del morbo o cómo afecta la mala leche del personal a las relaciones cívicas entre vecinos y compañeros de curro. Ya sabéis que soy filólogo, no psicólogo. En este artículo dedicado a los asuntos de la lengua española, solo pretendo presentar de forma subjetiva (es obvio) la recurrente guerra civil en el mundo educativo entre los que proclaman la vuelta a la escritura en papel con lápiz amarillo y negro y bolígrafo Bic Cristal contra aquellos enemigos íntimos que pontifican sobre la irreversible adaptación del aprendizaje a las competencias digitales. Pasado frente a futuro. Hasta la victoria… ¡Lo de siempre!

¡Es divertidísimo, compadre! A veces, tomas café con algún nostálgico de la cartilla escolar y, poseído por la autoridad de la experiencia y la pérdida capilar, vaticina el caos irremediable de una escuela sin cuadernos de cuadritos, páginas con una o dos rayas, ni folios de terso blanco inmaculado. ¡Los niños de hoy no saben escribir! ¡Las malditas pantallas y los teclados luminosos han arruinado la capacidad de estas generaciones para expresarse por escrito como Dios manda! ¡Herejes de la tinta! ¡Desertores del cuaderno! ¡Traidores a la dignidad de la goma de borrar! Os juro que no exagero.

¡Uf, chiquilla! Vaya sofocón que se llevan algunos durante la pausa del café. Más que relajar el sistema nervioso para enfrentarse a la siguiente clase, parece que el odio a la tecnología digital los pone como una moto GP. Así, la vida merece la pena: sacas tu tema de siempre, te calientas poco a poco, juras en arameo y vuelves a la realidad inmutable. No cambia nada, pero te has dado la razón. Bueno, sales victorioso, si no te cruzas en la mesa alta con el compañero innovador supermegamoderno que chasquea la lengua de forma intermitente y te dedica una mirada conmiserativa: ¡Trasnochado! ¡Academicista! ¡Profesaurio!

Pues sí, querido lector. En la batalla despiadada entre la escritura a mano y digital, surgen voces autorizadas (por ellos mismos y por los intereses económicos de las grandes plataformas tecnológicas norteamericanas) que defienden a ultranza una educación sin libros físicos ni cuadernos, sin bolígrafos ni lápices, sin goma ni compás, sin murales de cartulina ni maquetas de cartón, sin tizas polvorientas ni borradores incómodos. ¡El mundo del siglo XXI se construye con pantallas y fibra óptica! ¡Velocidad en el aprendizaje para todas y todos! ¡Wow!

¿Se puede superar?

Llamadme excéntrico, pero no termino de comprender el objetivo de estas posturas irreconciliables en la enseñanza y práctica de la expresión escrita. ¿Desterrar la escritura manual y llenar las aulas y mochilas de pantallas táctiles luminosas? ¿Renunciar a las ventajas de la edición digital y volver a la omnipresencia de la caligrafía en la escuela del siglo XXI? Investigadores como Michel Desmurget defienden que escribir a mano activa determinadas áreas cerebrales, lo cual ayuda a que el alumno aprenda a codificar la información. Otros estudios inciden en los beneficios de esta práctica en el refuerzo de la memoria, la capacidad de atención y las habilidades de síntesis en el aprendizaje profundo.

Entonces, ¿eliminamos de un plumazo toda la inversión digital de los hogares e instituciones educativas y volvemos a la época dorada de la pizarra, el papel y el lápiz? Llamadme iluso, pero creo que las herramientas digitales han revolucionado para bien las habilidades de expresión escrita. Cuando les pregunto a los escritores, ellos afirman que trabajan en digital y que abandonaron hace mucho tiempo la cuartilla y la pluma estilográfica. Si viajo en autobús de línea, me asombra la habilidad de los jóvenes en el uso del teclado minúsculo desplegado en la pantalla de su teléfono móvil. ¡Son capaces de dialogar con sus colegas y, al mismo tiempo, redactar un mensaje sin perder tiempo en desviar la vista de su interlocutor! Una maravilla evolutiva.

Consejo final

Llamadme demente, pero creo que combinar en la escuela las dos formas de escritura puede beneficiar la motivación de los alumnos. La pasividad en clase es abrumadora. Nadie apunta una idea o concepto. ¿Eso se copia, profesor? No sé, genio. Normalmente, suelo tener la manía de decorar la pizarra con palabras. Reconozco que soy un tipo raro. ¿Y si, en determinadas circunstancias, los adolescentes pudieran tomar notas con un dispositivo digital? ¿Desconectarían igual? ¿Ayudaría al aprendizaje? Intuyo que sí. De todas formas, la guerra continuará a pesar de que estos alumnos se enfrentarán a innumerables pruebas escritas manuales y digitales. Da igual. Lo interesante es llevar la razón y tener algún tema de conversación durante el café. Vale.

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