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maestro | crítica

Mucho Bradley, nada Bernstein

Los intérpretes Carey Mulligan y Bradley Cooper protagonizan el filme.

Los intérpretes Carey Mulligan y Bradley Cooper protagonizan el filme. / D. S.

No busquen al Leonard Bernstein músico en esta película: no lo encontrarán. Aparece un poquito el director de orquesta en tres escenas. El compositor de comedias musicales, sinfonías, oratorios o una única pero genial banda sonora casi no lo hace; y las pocas veces que se asoma -casos de la evocación de Fancy Free o la creación del Lauda, laude de Mass- más vale que no lo hiciera. No aparece el director-programador que quitó el complejo europeo a los melómanos americanos descubriéndoles el patrimonio de su música, empezando por Ives –"nuestro primer gran compositor americano" le llamaba- aunque sí se asoma el abogado defensor de Mahler. El divulgador de los conciertos para jóvenes es citado como de pasada. El educador aparece para meterlo en la cama con un alumno (lo que se repite con el coreógrafo Jerome Robbins, clave en la carrera de Bernstein desde su primer trabajo juntos en Fancy Free -posteriormente convertida en On the Town- hasta West Side Story, el ballet Dybbuk en el que ambos exploraban sus raíces judeorrusas o la escenificación coreográfica de su segunda sinfonía).

Entonces, ¿de qué va esta película? De la vida privada del compositor, de su bisexualidad, de cómo su inteligente mujer, Felicia Montealegre, la toleraba, porque se amaban sincera y apasionadamente, a la vez que le servía de imagen de normalidad hetero y familiar para que no sufriera el rechazo de una sociedad homófoba (como hizo Linda Lee Thomas con Cole Porter), y de la enfermedad de ella, en un último giro que, como ha dicho un buen amigo, convierte definitivamente la película en un telefilm de sobremesa de fin de semana. Sí, le contesté, pero con el agravante de que además es pretenciosa.

Porque como realizador, Bradley Cooper, que solo había dirigido la apreciable Ha nacido una estrella que interpretó junto a Lady Gaga, intenta utilizar atrevidos recursos visuales y narrativos para los que no tiene fuerzas creativas, rozando el ridículo en escenas como la inclusión de un Bernstein danzante vestido de marinero en Fancy Free, utilizando las músicas de La ley del silencio o West Side Story como fondo de los escarceos de Bernstein y logrando con ello el efecto contrario de recordarnos que nos están escamoteando al músico que las compuso para ofrecernos lo que se supone que fue el hombre. O más bien, solo lo que fue el marido y el amante. Cortando, y esto es lo peor, la unidad entre el creador y el ser humano, entre lo público y lo privado, para dar importancia, y a brochazos, solo a lo segundo que a su vez se centra en su bisexualidad y la repercusión en su matrimonio. Si en vez de Maestro se hubiera llamado Felicia no engañaría a nadie. Aunque seguiría siendo igual de mala y pretenciosa.

Como intérprete Cooper sobreactúa grotescamente. Bernstein, para él, es un pedestal sobre el exhibirse. Conocida es la muy expresiva gestualidad del maestro cuando dirigía. Pero al recrearla Cooper parece hacer ante una cámara lo que todo aquel que ame la música -no lo niegue nadie- ha hecho alguna vez en privado: agitar espasmódicamente los brazos como si estuviera dirigiendo. Su Bernstein es una caricatura. Mejor está Carrey Mulligan como Felicia. Sarah Silverman como Shirley, la hermana de Bernstein, está algo pasada de rosca. Michael Urie como Jerome Robbins, Nick Blaemire como Adolph Green y Mallory Portnoy como Betty Comden -figuras fundamentales en la vida y la obra de Bernstein- poco pueden hacer porque sus personajes apenas aparecen (el encuentro entre Bernstein, Green y Comden está calcado, pero como una caricatura, del de Fred Astaire con Oscar Levant y Nanette Fabray en The Band Wagon).

Scorsese y Spielberg estuvieron a punto de dirigirla y la coproducen. Es el segundo proyecto relacionado con músicos que, tras el de Dean Martin, descarta Scorsese. Lástima. Spielberg, visto el destrozo que hizo precisamente con West Side Story, mejor que se abstuviera. Aunque a la vista de lo que ha hecho Cooper, difícilmente lo hubiera empeorado. 

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