Los años más bellos de una vida | Crítica

Lelouch + Lai + Trintignant + Aimée es algo más que "daba-daba-dá"

Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée, en una escena de la película.

Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée, en una escena de la película. / D. S.

A favor de Un hombre y una mujer o en contra. A favor de Claude Lelouch o en contra. De eso depende el disfrute de esta película. En el lejanísimo 1966, Un hombre y una mujer fue una bomba por sus innovaciones formales, su música, su carácter fashion-moderno, su éxito de taquilla en todo el mundo y sus premios, entre otros la Palma de Oro, el Oscar y dos Globos de Oro.

En los dos años anteriores, ¡Qué noche la de aquel día!, Help! y The Knack de Lester habían consagrado el cine pop. Lelouch le dio un definitivo impulso con toques de papel couché de enorme influencia en la publicidad, los nacientes videoclips y, desde luego, el cine: tras Un hombre y una mujer las pantallas se llenaron de gente paseando, conduciendo un boogie o montando en bicicleta mientras sonaba una canción.

Así -por citar sólo algunos momentos míticos- Paul Newman y Katharine Ross en Dos hombres y un destino mientras sonaba Raindrops keep falling on my head en Dos hombres y un destino, McQueen y Dunaway mientras sonaba The windmills of your mind en El caso de Thomas Crown, Leonard Whiting y Olivia Hussey mientras sonaba What is a youth en Romeo y Julieta, Dustin Hoffman y otra vez Katharine Ross mientras sonaba The sound of silence en El graduado...

Pero Un hombre y una mujer también disgustó a muchos cinéfilos modernos y comprometidos por su ligereza argumental, su estética pop frontera con el diseño publicitario y su romanticismo lindante con la cursilería. Yo estoy en el bando a favor aunque sólo fuera por su extraordinaria banda sonora -una de las mejores de la historia del cine- que nos regaló las canciones de Francis Lai Un homme et une femme, Ajourd'hui c'est toi, Plus fort que nous y A l'hombre de nous cantadas por Pierre Barouh y Nicole Croisille. Por no hablar de Anouk Aimée, de la que no sólo el crítico Alfonso Sánchez se había enamorado tras La dolce vita, Fellini 8 ½ o Lola, y de Trintignant, a quien Lelouch escogió por ser sobrino de dos famosos corredores automovilísticos convirtiéndolo, tras diez años de carrera más bien mediocre, en una estrella internacional. En cuanto a Lelouch, tuvo una carrera tan constante y larga como irregular en calidades pero siempre -en lo bueno y en lo malo- fue fiel a sí mismo. Guardo buen recuerdo de Vivir para vivir, El canalla, La aventura es la aventura, Toda una vida o Los unos y los otros.

No soy pues del todo objetivo. Pero sí lo suficiente para decirles que vale la pena ver este reencuentro entre los personajes y los actores de Un hombre y una mujer 53 años después. O mejor dicho, 33 años después porque en 1986 ya los había reunido en Un hombre y una mujer. 20 años después. No fue ni un éxito ni un acierto. El nuevo reencuentro entre los dos personajes, los dos actores y el director -Aimée con 87 años y Trintignant con 89, Lelouch con 82- ha dado mucho mejor resultado.

Lo que hace aquí Lelouch lo había hecho Fellini, de forma a la vez tierna y desgarradora, cuando en L'intervista enfrentó en 1987 a los más que maduros Mastroianni y Ekberg con sus imágenes míticas en La dolce vita, rodada 27 años antes. El resultado era de una extraordinaria altura poética y humana. Pero es que Fellini era un genio y Lelouch es un talento. Los años más bellos de una vida no logra reunir en sus 90 minutos de duración la emoción de aquellos apenas diez minutos fellinianos. Pero no por ello deja de tener un encanto invernal la reunión -porque es mucho más que otoñal- de estos tres octogenarios.

Trintignant es un anciano acechado por el alzheimer que puede ir olvidando quien fue aquella mujer cuya fotografía le ha acompañado toda su vida tras vivir una historia de amor que él rompió. Naturalmente ella es Anouk Aimée y la historia de amor aquella cuyo inicio se contó en Un hombre y una mujer. El hijo de él, interpretado por quien, entonces niño, hizo el mismo papel en 1966, los reunirá. Y con esta reunión Lelouch ha logrado su mejor película en muchos años. Con valores puramente cinematográficos al unir con creatividad imágenes separadas por más de medio siglo e insertarles como tercera fuente el mítico cortometraje Era una cita que Lelouch rodó en 1976: la travesía a toda velocidad de París en un plano secuencia de ocho minutos (otra vez Fellini: ¿recuerdan los finales de Toby Dammit y Roma? . Genio y figura. Lelouch + Lai + Trintingnant + Aimée es más que un daba-daba-dá.

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