Oppenheimer | Crítica

Una fallida, una buena y una extraordinaria: Nolan ofrece tres películas en una

El actor Cillian Murphy.

El actor Cillian Murphy. / D. S.

En sus tres horas de metraje Oppenheimer contiene tres películas. Una fallida (su vida privada y su relación con las mujeres), una buena (los trabajos del Proyecto Manhattan en Los Alamos, una zona desértica de Nuevo Méjico, para crear la bomba atómica en agónica competencia con la Alemania nazi) y una magnífica (los reparos de conciencia de Oppenheimer tras Hiroshima y Nagasaki, su oposición a la investigación sobre la bomba termonuclear y su acoso en plena era macartista, utilizando su pasado izquierdista muy próximo al Partido Comunista estadounidense en los años 20 y 30, para deshonrarlo y apartarlo de la Comisión de Energía Atómica de los EEUU por su oposición a la carrera nuclear).  

Ese excelente director, de grandísima potencia visual, que es Nolan en sus tan variadas como personales facetas de creador de historias angustiosas de pérdida de sí mismo (Memento, Insomnio), de obras tan visualmente fascinantes como difícilmente comprensibles (Origen, Tenet), de la trilogía trágico-wagneriana de Batman (Batman Begins, El caballero oscuro, El caballero oscuro: la leyenda renace), de odiseas espaciales (Interstellar) o de cine bélico (Dunkerque) parece haberse perdido al enfrentarse a la personalidad de Oppenheimer y a la complejísima cuestión de la creación de la bomba atómica.

En lo primero, no siempre ayudado por un Cillian Murphy que hace una muy buena interpretación pero no puede evitar en numerosas ocasiones parecer una máscara quizás intentando transmitir el carácter complejo y extremadamente reservado del científico, fracasa sobre todo al abordar su relación con las mujeres y al perfilar los personajes de su amante (Florence Pough) y su esposa (Emily Blunt). No es casual que en este segmento fallido se produzca la peor escena de la película con la representación simbólica u onírica (puede que queriendo visualizar los sentimientos de culpa de Oppenheimer) del coito de los amantes desnudos ante la comisión de investigación.

En lo segundo, la creación de la bomba, logra mejorar notablemente los resultados con un Murphy más suelto y un espléndido elenco en el que destaca el magnífico y muy contenido trabajo de Matt Damon como el ingeniero militar Leslie Groves, director del proyecto Manhattan. En todo lo referente a la creación de la bomba Nolan, también guionista, no logra sintetizar el complejo proceso que, además de la secreta ciudad fantasma de Los Álamos en el que el Proyecto Manhattan tuvo su centro, involucró a muchas organizaciones y científicos, además de miles de operarios, en otros puntos de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Nolan no logra dar idea de ese fuera de campo -llamémoslo así- al centrarse en Oppenheimer y Los Álamos sin la capacidad de que se tenga presente, aunque no se muestre, el gigantesco carácter de la empresa.

Como ya he dicho lo mejor de la película es todo lo que sigue a las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, es decir, las dudas o crisis de conciencia de Oppenheimer, su oposición a la carrera atómica entre los Estados Unidos y Rusia, su interés por que las recién nacidas Naciones Unidas controlen una política de contención de las armas nucleares y sobre todo su acoso en los años macartistas orquestado por un resentido y traicionero Lewis Strauss -el presidente de la Comisión de Energía Atómica de los EEUU-, magníficamente interpretado por Robert Downey Jr, con la complicidad del amigo y colega traidor Edward Teller, también muy bien interpretado por Benny Safdie. Esta parte de la película presenta a un Nolan maestro, conciso, eficaz, lleno de fuerza y muy sobrio (virtud no frecuente en él) que logra los mejores momentos interpretativos de Cillian Murphy y una emoción, tensión y verdad admirables. Afortunadamente el guión no es lineal y las tres perspectivas se entrecruzan a lo largo de la película con lo que lo mejor va compensando lo peor y lo regular.  

En lo negativo hay que subrayar el uso excesivo de la música del compositor sueco Ludwig Göransson –Creed I y II, Black Panther, Venom, Black Panther Wakanda Forever- que ya trabajó con Nolan en Tenet tras su ruptura con Hans Zimmer. El problema no es la calidad de la música, sino su machacona presencia a lo largo de casi la totalidad de las tres horas de película, como si Nolan dudara de la potencia de las imágenes y exagerara el refuerzo musical.

Una película interesante e imperfecta que encierra varias películas, una de ellas, en gran parte presentada en blanco y negro, centrada en el tormento, acoso político-judicial y derribo del protagonista.    

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