Cofradias

El Arzobispado guarda silencio mientras trata de atajar la crisis

  • La marcha de Arenas desencadenaría la dimisión de otros muchos consejeros.

La noticia de la dimisión del presidente del Consejo de Cofradías, Adolfo Arenas, causó un auténtico revuelo en la ciudad. Como una especie de Sandy al sevillano modo, el huracán surgido en San Gregorio el pasado sábado se posó este martes en los mismos tejados del Palacio Arzobispal. Las redes sociales pronto se hicieron eco de una noticia, avanzada por Diario de Sevilla, que ha hecho que se tambaleen los cimientos de la institución que rige los designios de las cofradías por designación expresa del Arzobispado. La dimisión de Arenas es firme e irrevocable, por lo que su continuidad depende del respaldo que encuentre en el Arzobispado y de que sus más íntimos consigan que dé marcha atrás, algo que parece más que complicado. El delegado de Hermandades y Cofradías, Manuel Soria Campos, receptor de la misiva en la que el presidente anunciaba su dimisión, reconoció este martes a este periódico que no podía decir nada al respecto y que estaba trabajando para resolver una crisis sin precedentes que podría desencadenar en un rosario de dimisiones: "Hasta que no haya una solución no puedo decir nada. Soy yo la persona menos indicada para opinar porque me estoy encargando del asunto".

La tensión acumulada durante el primer mandato de Arenas al frente del Consejo estalló de pleno durante la elección del pregonero de la Semana Santa de 2013. En todas las elecciones anteriores, los cargos generales habían tenido poco o nada que decir al acudir los delegados de penitencia con un voto único ya acordado de antemano. El cambio en el sistema de votación fue la gota que colmó el vaso. Personas muy cercanas al presidente aseguraron a este periódico que hasta ahora los delegados de penitencia llegaban con una propuesta común que representaba 8 votos, frente a los 4 de los cargos generales. Este año se decidió unos días antes de la reunión que no se acudiera con una idea preestablecida para que cada persona tuviera un voto. "Fue una votación limpia, impoluta, democrática, dentro de los acuerdos que se habían tomado anteriormente. Luego pasó lo que todo el mundo ya sabe".

Esta guerra interna viene de mucho tiempo atrás, como reconocen en el seno del Consejo, pero ha acabado quemando al presidente. "Cuando el mal se instala en un sitio y no se ataja a tiempo pasan estas cosas", apuntó un alto cargo. Muchos tachan lo ocurrido como una "deslealtad intolerable" realizada mediante "coacciones, amenazas y maneras barriobajeras". Con este escenario, la patata caliente está en el tejado de la Plaza de la Virgen de los Reyes. Arenas está cansado, ha aguantado y ha tenido que tragar mucho durante los últimos años y nunca ha salido nada de lo acontecido. Las fuentes consultadas por este periódico dejaron claro que en el Consejo todos van en la misma dirección, "menos estas personas que creen que hay que hacer lo que ellos digan", por lo que aseguran que si Adolfo Arenas abandona finalmente la presidencia de la institución, la mayoría se va detrás de él.

Los cargos generales entienden que no hay motivo para que Arenas se tenga que marchar por culpa de la actitud de otras personas. "¿Qué ha hecho él para tener que irse?" Si finalmente el Arzobispado aceptara la dimisión, no sería necesario convocar nuevas elecciones, a menos que la autoridad eclesiástica lo dispusiera expresamente. El cargo de presidente lo asumiría automáticamente el vicepresidente. Así se establece en el capítulo III, artículo 41, de los estatutos vigentes: "Es competencia del vicepresidente sustituir al presidente en los casos de enfermedad, ausencia, fallecimiento o cese".

Lo que parece claro es que si Arenas se va, muchos de los miembros de los Consejo se irían tras él. Empezando por los cargos generales y siguiendo por la mayoría de consejeros de las tres secciones. Arenas no está solo y son muchos los apoyos que tiene en el seno de la junta superior, aunque desde el Consejo no perciben el mismo respaldo desde la autoridad eclesiástica y echan en falta una ratificación firme.

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