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Las Penas

Equilibrio perfecto en tiempos de desmesura

  • Los cánones más clásicos imperaron de nuevo en la salida desde San Vicente

Tres cofradías y un solo barrio. Llegar hasta la parroquia de San Vicente un Lunes Santo para ver a las Penas puede convertirse en una carrera de obstáculos. La Vera-Cruz a un lado, el Museo por otro, hacen de este enclave un espacio casi inaccesible. Cuando al fin se llega, alguien se percata de que se ha dejado medio tobillo en el intento (a lo que ayuda el empuje de algún carro de bebé).

La salida de la cofradía sigue los cánones establecidos. Saeta a la cruz de guía y Jesús de las Penas cuando el Nazareno caído atraviesa el dintel de San Vicente. Hace falta escuchar la marcha de Pantión para constatar que es Lunes Santo. La revirá es lenta, como no queriendo dejar ninguna nota del pentagrama en ese viento que antes apetecía y que ahora empieza a molestar más de la cuenta. La escena es tan perfecta, que parece más soñada que real. En tiempos donde la medida no es precisamente lo que impera, imágenes como ésta son un bálsamo ante tanta desmesura.

Se pide de nuevo silencio. El recuerdo solicita otra vez la venia. Juan Carrero en cada uno de los detalles del clásico palio. Suena Tus Dolores son mis Penas. Perfección inalcanzable. Después de esto ya no duelen ni los tobillos.

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