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La homonimia: parecidos razonables

La homonimia: Parecidos razonables

La homonimia: Parecidos razonables / Pixaby

"¿Cómo os sentiríais si bajáis a dar una vuelta con vuestros amigos y, al girar en la primera esquina, os topáis de frente con vuestro doble?". Sí, querido lector, esta es la pregunta de apertura en una clase de Lengua para reflexionar sobre uno de los fenómenos semánticos más curiosos y controvertidos: la homonimia.

Una de las claves para captar la atención de cualquier auditorio es atraparlo desde el primer segundo con una idea potente en forma de puñetazo conceptual. Por tanto, no es difícil deducir que todos los seres humanos nos hemos planteado más de una vez la posibilidad de la existencia de un individuo semejante a nosotros. ¿Cuál es la probabilidad real de que dos, tres o cuatro personas sean idénticas? ¿Quién sería el responsable de duplicar identidades? ¿Un simple producto del azar genético o la voluntad de un dios caprichoso que diseña la realidad a su antojo? Ya en el plano lingüístico, ¿por qué de repente palabras sin relación en cuanto al significado coinciden total o parcialmente en su forma oral o gráfica?

Desde el punto de vista científico, el biólogo Jesús Quidiello, reputado profesor y estudioso de los entresijos de la genética, se esfuerza por desmitificar algunos modelos de pensamiento nacidos de la imaginación y la creatividad de pintores, escritores o filósofos: "Desde el rigor científico, la probabilidad de que existan dos seres humanos de aspecto idéntico es poco probable. Los genes se estructuran y combinan siempre en la búsqueda de la diversidad en el aspecto físico. El tema del doble solo es real y productivo en el mundo de la imaginación. Siento pinchar el globo. Soy consciente de que a muchos vecinos les haría ilusión tomarse una copa con su otro yo".

¡Vaya con don Jesús! Le planteamos una pregunta a modo de introducción de una clase de semántica y se lanza a la yugular de algunos creadores que solo buscan un tema literario digno de reflexión intelectual. Ya hasta siento reparo en aludir al relato de Poe, donde el célebre escritor estadounidense refiere la historia de Willian Wilson. Un personaje que identifica a su doble por la indumentaria calcada y, tras unas peripecias narrativas, acaba con su oponente hundiéndole una espada en el corazón. Espero que, con la explicación de las causas de la homonimia, no me retire la palabra el bueno de don Jesús.

Si me permiten los biólogos, en las lenguas sí asistimos al fenómeno del doble perfecto con mucha frecuencia en forma de coincidencia externa entre dos o más palabras. De este modo, la curiosa evolución genética de los sistemas lingüísticos juega malas pasadas a los hablantes en forma de ambigüedad léxica, es decir, una palabra fuera de contexto puede expresar varios significados sin relación alguna. "¡Basta de trucos y jueguecitos expresivos!", clamaría en el foro académico el hercúleo Quidiello ante tanta tropelía filológica.

¡Tranquilízate, cobarde! Solo intento explicar que, en ocasiones, oímos palabras con la misma articulación y que los receptores tenemos que esforzarnos en deducir el significado correcto por el contexto. Por ejemplo, el enunciado "Vino solo" puede aludir a la preferencia por el sabor puro de un crianza sin los añadidos burbujeantes de una gaseosa transparente; la negativa a acompañar la bebida con un aperitivo de alto contenido calórico o, simplemente, la confirmación de una soledad deseada o autoimpuesta por las circunstancias concretas.

¿Se puede superar?

Con la lengua suelta: 60 secretos del español correcto nos descubre que los sistemas lingüísticos son más coherentes y sencillos de lo que muchos ciudadanos piensan. Quizá la culpa de esta impresión errónea tenga su origen en la tendencia de los lingüistas a plantear debates a partir de oraciones aisladas. En la Edad Media, los filósofos escolásticos debatieron sobre el número de ángeles que cabían en la cabeza de un alfiler y, en la era digital, los filólogos se divierten con el triunvirato terminológico de "halla, haya, aya". Cada loco con su tema.

Así, desde el análisis gramatical, la homonimia es un fenómeno semántico que se produce fuera de contexto, ya sea este lingüístico o extralingüístico. Como consecuencia, cualquier receptor que atienda a los elementos de la situación comunicativa o a los rasgos ortográficos de las palabras no dudará en ningún caso con el significado específico de un enunciado. Por ejemplo, nadie se detendrá ni un instante a analizar las diferencias entre "La era contemporánea", "Juan era feliz", "La diosa Hera" o "El trigo está en la era" (palabras homófonas y homógrafas); ni confundirá el acto heroico de "herrar un caballo" del doloroso y fatídico "errar un penalti".

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