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Entrevista a la escritora Yolanda Guerrero: “En Gibraltar es muy necesario un Instituto Cervantes”

La escritora Yolanda Guerrero en su última visita a Sevilla.

La escritora Yolanda Guerrero en su última visita a Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

Tras el éxito de Mariela, novela publicada en el año 2019, regresa a este género la periodista y escritora Yolanda Guerrero, con El día que mi madre conoció a Audrey (Plaza & Janés). La autora centra aquí la trama en dos protagonistas, veinteañeros, que se enamoran en el inolvidable concierto de los Beatles en España, en el verano de 1965. Pero esta nueva entrega es también el recuerdo de un país que mudaba de época, en una década que determinó un punto de inflexión en una nuestra historia reciente. Dos visiones -encarnadas en dos familias y construidas en torno al conflicto de la Verja de Gibraltar- constituyen una novela que nos acerca al tardofranquismo y a los años de la Transición.

-¿Qué supusieron los años sesenta para la historia de nuestro país?

-Los años sesenta son unos años fascinantes, y no porque yo haya nacido en ellos (risas). Los viví pero no los recuerdo, claro. Para esta novela he estudiado este tiempo más a fondo. He estudiado lo que supuso en música, cine, en apertura de miras para España. Eran años en los que todo estaba cambiando. España por entonces se debatía entre la España del futuro, que quería libertad, música, y la España mojigata.

"Esto es lo que la juventud de aquel momento necesitaba: algo a lo que aferrarse. Querían libertad"

-En esta década arranca la trama principal del libro, en concreto en 1965. Y arranca con una historia de amor que trasciende lo anecdótico de una historia de amor. Usted nos quiere decir algo más con esa relación sentimental.

-Sí. Porque cuando los dos protagonistas del libro, Lisa y Manuel, van al concierto de los Beatles, que es cuando se encuentra y se conocen, se da una conversación en la que ella le dice a él que qué estaba buscando. Manuel responde: "Una metáfora". Y Lisa pregunta: "¿Una metáfora para qué?". A lo que Manuel responde: "Una metáfora para entender la vida". Esto es lo que la juventud de aquel momento necesitaba: algo a lo que aferrarse. Querían libertad. Una metáfora que le sirviese para entender la vida. Aires nuevos. Eso es lo que, para la juventud de aquella época, significó el concierto de los Beatles.

-Pero no sólo de amor vive esta novela. También hay conflicto. En la historia de Gibraltar que usted nos trae se pueden resumir cómo fueron los últimos años del franquismo, o la situación del régimen en el panorama internacional.

-En aquellos años, España consiguió algo que nadie pensaba que iba a conseguir: ser admitida en un organismo como la ONU. Y más: consiguió que la ONU regañara a Gran Bretaña por no descolonizar Gibraltar. Franco entonces se sintió respaldado por una comunidad internacional que hasta entonces le rechazaba el pan. Por otra parte, es verdad que Franco consiguió aglutinar a las derechas y a las izquierdas en torno a un lema: "Gibraltar español". Franco explotó este lema, y le vino muy bien.

Franco lo que quería es que Gibraltar terminara siendo español. Pero hubo un par de asuntos que hicieron prender la mecha: el referéndum del año 1967, en el cual la mayoría de gibraltareños dijeron que no querían ser españoles, y la presión de la ONU para que Gran Bretaña iniciara conversaciones con España, no más tarde del 1 de octubre de 1969. Con la intención de que estas conversaciones no se produjeran, Gran Bretaña autorizó a Gibraltar para que tuviera una Constitución. Aquello fue la última llama que encendió el polvorín. Dos semanas después de promulgarse esta Constitución, Franco cerró la verja de Gibraltar.

-¿Por dónde entraron los nuevos aires de modernidad en nuestro país? En esta historia se deduce que por fenómenos culturales de la música o del cine, como los Beatles o Audrey Hepburn.

-Por el cine, indudablemente, porque en España era la única manera de soñar, al igual que la música. Y había otra forma de que el mundo exterior entrara en España: los lugares de turismo y ocio. Especialmente Marbella. En aquellos años, cincuenta y sesenta, Marbella era una inmensa burbuja a la que venían los famosos. Hasta ahí llegó Audrey Hepburn o Deborah Kerr. Era una burbuja hedonista dentro de una España aún muy mojigata. Aunque también acudían gente cercana al régimen, como la condesa de Romanones.

"A principio de los sesenta hubo un bando por el que se prohibía el bikini en toda España"

-¿Por qué el franquismo permitió ese aire de libertad en Marbella?

-Por dinero. Porque era un turismo muy exclusivo. A principio de los sesenta hubo un bando por el que se prohibía el bikini en toda España. De hecho, no se podía comer en la playa si no estabas vestido. Incluso en la arena. Pero, claro, los suecos y suecas dejaron de visitarnos. Para solucionar el inconveniente, Franco dio la venia a tres ciudades españolas: Santander, Benidorm y Marbella. Y fue Marbella porque un cura muy relacionado con el régimen, Ricardo Bocanegra, convenció a Franco de que tenía que permitir el bikini en Marbella. Además, esto sirvió de justificación al régimen, pues se daba a entender que en España se vivía muy bien, ya que era el destino de actores y actrices famosos. Como dice la novela: "Donde hay dinero, no hay pecado".

-Usted cuenta que en 2006 se reanudaron plenamente (sic) los vuelos entre Gibraltar y España. Sorprende la fecha. ¿Quedan aún tareas pendientes en las relaciones entre ambos territorios?

-Muchas, muchas. Y la principal: el Instituto Cervantes. El Instituto Cervantes fue cerrado en 2011 porque el ministro de entonces dijo que en Gibraltar hasta los monos hablan español. Cosa que no es verdad. La primera venganza del gibraltareño contra el español, cuando se cerró la verja, fue la de dejar hablar español. Se dejó de hablar español en las casas. Los gibraltareños enseñaron a los hijos a hablar en inglés. Las nuevas generaciones apenas hablan español. En Gibraltar es muy necesario un Instituto Cervantes. Y, por otra parte, el Brexit, que en el peñón no es un tema cerrado.

-¿Cree usted que Gibraltar volverá a ser español?

-Yo no lo veré. Quizá, con una labor pedagógica muy importante… O fomentando instituciones como el Instituto Cervantes. Porque con la cultura se puede todo. Si la cultura, como decíamos, pudo variar la situación política en un momento de nuestra historia, creo que la cultura es la que hará que todo cambie. Aunque va a ser difícil.

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