El silencio de las jacarandas | Crítica

Escribir es una manera de hablar sin ser interrumpido

  • Renacimiento edita 'El silencio de las jacarandas', de Inmaculada Lergo, entre otras cosas una narración de plenitud vital y un canto a la amistad

Inmaculada Lergo (Sevilla, 1957).

Inmaculada Lergo (Sevilla, 1957). / D. S.

Hay volúmenes difíciles de reseñar y este es uno de ellos. No cansaré al lector con detalles y apuntaré el motivo principal: no es un libro, es varios libros. Inmaculada Lergo ofrece en El silencio de las jacarandas un diario íntimo, una novela epistolar, un cuaderno de lecturas y mucho más. En el año 2020 la autora publicó un hermoso poemario, El cuerpo del veneno (Sevilla, Point de Lunettes), ahora incursiona en los terrenos de la narración, aunque este es un relato con pinceladas y evocaciones de intensidad lírica.

La transcripción de sendas citas de Montaigne y Azorín abren El silencio de las jacarandas, anunciando el "diseño extravagante" del relato y la perplejidad espiritual de la narradora en primera persona, que funde vida y escritura al ir contando a un amigo sus experiencias a lo largo del tiempo y el espacio. Porque también es este un libro de viajes que cruza ciudades, pueblos y países entre febrero del 2010 y el 10 de marzo de 2020, con un cierre del 2023. El volumen se construye en dos niveles: un total de cuarenta cartas enmarcadas por un relato, asimismo en primera persona, distinguido gráficamente entre corchetes y letra cursiva, una glosa sobre el proceso de la confección del epistolario. Esa segunda narración va encadenada a las cartas sin un aparente orden, en un tiempo presente, cuando la emisora reúne las epístolas y las convierte en volumen.

Aquí se habla de literatura, de política, de toros, de amor y desamor, del bien y el mal, de sueños y pérdidas. Es una escritura fragmentaria, pues en cada carta van mezcladas sensaciones divergentes, con cambios de humor impuestos por las circunstancias. La autora tiene la suerte de desplazarse bien acompañada por voces y letras desde la antigüedad clásica hasta el presente, lo que se refleja en un collage de citas literales, entrecomilladas. ¿Vida o literatura? ¿Es posible deslindar la biografía atada a fechas y acontecimientos de los libros y las inquietudes que vivimos a través de ellos? Los libros imponen recuerdos, trazan itinerarios físicos que nos llevan hacia ciudades más o menos lejanas pero familiares, porque en ellas transcurre nuestra vida de papel. Para Lergo, Lima es Carlos Germán Belli o Rosa Arciniega, al igual que Soria es Antonio Machado. Etcétera. Más allá, los libros se imbrican en su día a día o, como especialista en letras peruanas, en seminarios, conferencias o exposiciones repartidos por el mundo.

¿Ficción o realidad? El lector encontrará nombres y pormenores, años y datos, que se realizaron en la fecha indicada en cada epístola (son comprobables en un periódico de información). La vida es un complejo sistema de enmascaramientos y simulaciones, afirma Lergo. Voy a huir del término autoficción, de moda en los últimos años, o del sintagma "literatura confesional", para citar a la autora: "Se non è vero è ben trovato, si no es cierto, está bien justificado, y si no lo está, al menos es literario, así que te dejo en estas razones mi argumento y excusa. O puede que no sea nada de esto, sino solo que ya están en flor las jacarandas". La literatura es ficción porque no se somete a la prueba de la verdad, lo importante es el lenguaje, las formas, que llevan a cabo la creación, fruto de lo imaginario, no de la verdad verificable o científica. Esto no la equipara con la mentira; la literatura debe, a lo sumo, ser coherente.

Portada del libro Portada del libro

Portada del libro

Inmaculada Lergo es, además de poeta, ensayista y miembro electo de la Academia Peruana de la Lengua. Su recuperación de la novelista Rosa Arciniega, en la sevillana Renacimiento, ha obtenido el aplauso del público. En 2022 editó, junto a J. M. González Soriano, Diarios de Berlín (1919-1940), de C. Morla Lynch (Sevilla, Renacimiento). Fue co-directora de la revista Mediodía y ahora se encarga de Entorno literario. El silencio de las jacarandas significa un quiebro en su producción. D. Innerarity comenta, en La irrealidad literaria (1995), que escribir es "simultáneamente, un acto de transgresión y un homenaje voluntario a nuestra finitud temporal". Escribir supone dejar de ser hablante anónimo para convertirse en autor, responsable de la literalidad de un discurso autónomo y perenne. El poema "Los destinos", de Alfred de Vigny, le sirve para condensar esta idea a través de la metáfora de la botella lanzada por un náufrago con la esperanza de que otros la encuentren: "Lanza al mar la botella y al hacerlo saluda/ al futuro que sabe que ahora empieza para él./ Y sonríe al pensar que aquel vidrio tan frágil/ llevará su mensaje y su nombre hasta el puerto…" Las cartas de El silencio de las jacarandas son como sucesivas botellas remitidas con la esperanza de que alcancen las manos de un interlocutor amigo. Se sustrae la autora del ya habitual correo electrónico (o de los más modernos wasaps) para imponer una comunicación lenta, morosa, que se complace en la observación de paisajes, el resumen del diálogo con otros receptores, la memoria de la infancia y la familia, la reflexión acerca del dolor humano o la paráfrasis de libros múltiples. Para Lergo escribir es un ejercicio de libertad ganado con esfuerzo y renuncia, un acto iniciático sincero y revelador. Un camino para dar salida al desasosiego, una lucha contra el tiempo, una necesidad. Un espacio único en el que, como mujer, se sitúa vigilante.

Sean cuales sean los objetivos de los autores, una vez impreso el libro llega el momento del lector. Diario, novela epistolar, dietario de lecturas, relato de viajes, libreta de notas, ejercicio metaliterario o indagación en la escritura misma y su sentido..., El silencio de las jacarandas es una narración de plenitud vital y un canto a la amistad. Acarrea tanto alegría y esperanza como tristeza y pesimismo. "Andanzas, vivencias, deseos, inquietudes, rabietas, opiniones e imprecaciones; cosas mías y tuyas, pero no solo, también del otro", dice Lergo. "Escribir es una manera de hablar sin ser interrumpido". Pasen y escuchen.

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