Messi como factor psicológico

Barcelona-Sevilla | La contracrónica

El Sevilla, con más miedo que fútbol durante el partido, cayó a pesar de haber estado cerca del pase por algunos minutos. Los fallos condenaron a un equipo agarrotado

Messi sufre la presión Carriço, Kjaer y Amadou, quien comete falta.
Messi sufre la presión Carriço, Kjaer y Amadou, quien comete falta. / Efe
Álvaro Guillén

31 de enero 2019 - 04:15

Un Sevilla tristón saltó al Camp Nou con la idea de que Messi, esta vez sí, iba a jugar contra ellos y que, probablemente, tendría la eliminatoria en sus botas desde que el partido comenzase.

La idea rondaba las cabezas de jugadores y aficionados en la previa del encuentro y, a pesar de que no faltaba razón, pues Messi es capaz de resolver con una genialidad tanto un partido como una eliminatoria entera, esa desmotivación fue palpable durante todo el encuentro en lo que parecía un final cuyo título ya estaba escrito. Como rezaba la obra de Gabriel García Márquez, esto era la Crónica de una muerte anunciada.

El Sevilla hizo justo lo que no tenía que hacer; perdonar. Y perdonó mucho pues desde el primer gran fallo, el de Banega desde los once metros que detuvo Cillesen, los errores del conjunto sevillista se sucedieron uno tras otro. El mediocentro argentino fue el primero en sufrir el efecto Messi en sus piernas segundos antes de tirar un penalti que hubiese acercado al Sevilla a un objetivo que tampoco era tan improbable como lo pintaban algunos negativistas. De hecho, es el primer penalti que falla Banega con la camiseta del Sevilla después de haber lanzado 13.

Otro que sufrió dicho efecto fue Juan Soriano, al que su primer partido grande se le hizo enorme, con la delantera del Barcelona inspirada, y con una noche que no querrá recordar por mucho tiempo. No se puede decir que el gol de Rakitic sea culpa suya, aunque quizá pudo hacer más. Pero en el de Coutinho, probablemente el que marcó el devenir de la eliminatoria, no estuvo nada acertado y dejó que el Barcelona tomase mucho aire con ese tanto clave.

El portero sevillista, sabedor ahora de lo que significan los grandes escenarios y los grandes jugadores, tendrá que madurar a marchas forzadas si no quiere que algo así le vuelva a suceder en una situación similar en poco tiempo.

El factor Messi no es casualidad, y menos contra el Sevilla, pues el argentino le había endosado al club hispalense la friolera de 32 goles antes del comienzo del partido de ayer por la noche por lo que con su gol en el descuento, ya son 33 veces las que el astro culé ha perforado la portería de los blanquirrojos.

Además, cuando el Sevilla estuvo más cerca de poder igualar la contienda con el 4-1, las internadas de los visitantes parecían ser más inconsistentes que en otros partidos por si los contragolpes eran favorables al Barcelona que con Coutinho, Suárez y Messi podrían ser letales.

La conclusión es que por mucho Barcelona que sea, o por mucho que sea Messi el nombre que llame la atención cuando las alineaciones salgan a la luz, ningún equipo, ni ningún futbolista deberían de saltar a un terreno de juego con miedo. El miedo sólo agarrota los músculos y cohibe en exceso a aquellos que no son capaces de dar un paso adelante cuando la situación es adversa. En definitiva, el fútbol está hecho para los valientes y ayer en el Sevilla el efecto psicológico Messi acabó pasando factura a más de uno.

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