Zaragoza - Sevilla · la crónica

Cándido ante un lobo (2-1)

  • El Sevilla se empeña en dar vida al hambriento Zaragoza, que agradeció los regalos y ganó la guerra de guerrillas que planteó. Los errores de Medel, Botía, Negredo y Babá, determinantes.

El fútbol de alta competición es mucho más que realizar un juego combinativo más o menos vistoso. Competir implica determinación, firmeza, hambre y, además de orden y disciplina, un poco de mala uva. Sin embargo, en el Sevilla actual hay demasiados futbolistas que tienen más pose que fútbol, fútbol de verdad, se entiende. El Zaragoza, un equipo inferior, se agarró a su necesidad y, como un lobo hambriento, supo esperar emboscado su ocasión para agarrar la presa y no soltarla. Manolo Jiménez planteó una guerra de guerrillas que Míchel no supo contrarrestar, entre otras cosas porque sus jugadores se empeñaron en darle vida a un rival famélico. Ni siquiera cuando, con 20 minutos por delante, Medel hizo el 2-1 para hacerse perdonar el error del 1-0 los sevillistas aprovecharon la ansiedad del Zaragoza. El resultado fue la derrota y Míchel bien haría en buscar soluciones a la falta de competitividad en lugar de recurrir al tópico de la falta de acierto. 

La puesta en escena del Sevilla en la fría y ventosa mañana zaragozana invitaba a un espectáculo muy distinto al que luego se desarrolló sobre el duro césped de La Romareda. Fue un espejismo, porque a la hora de la verdad el Zaragoza pegó con contundencia donde el Sevilla sólo amagó. Jiménez, consciente de la teórica superioridad del equipo de Míchel, cedió el balón al contrario y se dispuso a aguardar el momento de aguijonearlo en cuanto bajase la guardia, una táctica tan antigua como válida, que el propio Sevilla ha usado. Bajo la batuta de Rakitic, el Sevilla mandó en el juego y en 10 minutos tuvo tres saques de esquina. Con Medel incluso avanzando posiciones sobre el croata, la presión adelantada posibilitaba una rápida recuperación. Pero ese adelantamiento de líneas y la mala lectura que el chileno, en su regreso al once, hizo del repliegue defensivo empezaron a hacer vulnerable al Sevilla. En el minuto 12 se produjo una jugada que a la postre sería clave. Botía tuvo que salir a la zona de los medios centro, donde Maduro se encontraba con demasiado espacio alrededor, y vio una amarilla que lo condicionó. 

Precisamente esa posición adelantada de Medel había posibilitado un error en el pase de Movilla que Negredo no supo aprovechar. Corría el minuto 27 y el vallecano se acomodó el balón a su pierna buena desde la frontal, pero erró en su especialidad. Nueve minutos después, Hélder Postiga no desaprovechó el regalo que hicieron en cadena Medel, con un fatídico balón horizontal, Spahic, lento ante Zuculini, y Botía, que se refrenó frente al portugués. 

Pero no debe quedarse todo en este error concatenado. Montañés, Víctor y Apoño ya habían puesto a prueba a Palop antes del 1-0, porque la lentitud en el repliegue estaba dejando demasiado espacio entre la primera línea de presión y Maduro, el problema que se le achacaba a Medel antes de que desembarcara el holandés. El mismo perro con distinto collar. 

El Zaragoza comenzó a darle rapidez a las transiciones y ahí la defensa del Sevilla se mostró dubitativa e impotente, a lo que unió un nuevo regalo de Botía a Sapunaru, quien se anticipó y cabeceó espléndidamente a la red una falta botada por Víctor. El 2-0 llegó justo antes del descanso tras una mano absurda de Medel. Los dos hombres más esperados habían horadado al Sevilla desde dentro. Y ahora tocaba remar a contracorriente, como ante el Mallorca. 

Pero no es lo mismo iniciar una remontada al calor de tu gente que hacerlo en territorio hostil y ante un contrario que se aprestó a defender la presa cobrada con uñas y dientes. El Zaragoza agrió el partido, convirtió el césped en un campo de minas y ni siquiera que el viento estuviese ahora a favor del Sevilla propició que la remontada se hiciese creíble. Entre otras cosas porque Míchel quiso menear el árbol dejando en la caseta a Maduro para mantener en el campo a un futbolista que en estos momentos está como ausente y que ejemplifica perfectamente la candidez y la falta de competitividad de este Sevilla, Manu del Moral. A su absentismo se unieron la aún baja forma de Perotti, la impotencia de Cicinho, la pérdida de sitio de Medel... Apenas Negredo y, sobre todo, Rakitic, continuaban teniendo cierto criterio para llevar peligro a la otra área. Pero allí volvería a regalar el Sevilla. Primero Manu, tras un taconazo de Negredo, y luego Babá. El senegalés tuvo dos buenos remates de cabeza, el primero de ellos propició el 2-1, pero luego demostró que su nivel no da para un equipo que aspira a la Champions, o a Europa. El balón que le dio Fernando Navarro es de los que sueña cualquier delantero, pero Babá se lió él solito. Y ahí terminó de morir un Sevilla que en ningún momento dio pie a creer en la posibilidad de la remontada. 

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