Emery se olvida del partido a partido (3-1)

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El Sevilla le dice adiós a la posibilidad de meterse en la próxima Liga de Campeones al no llegar a competir siquiera con el Athletic. El técnico sevillista piensa más en la cita europea y yerra en la dirección del choque.

Foto: EFE
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Francisco José Ortega

28 de abril 2014 - 05:02

Los tópicos futbolísticos son tópicos, pero no siempre carecen de razón. Uno de ellos, de moda ahora por el uso que hace de él Diego Pablo Simeone para haber llevado al Atlético a las puertas del título de Liga, establece que siempre hay que ir partido a partido, no pensar en el siguiente antes de disputar el más próximo. Unai Emery, por las razones que él pueda conocer que los demás no llegamos a alcanzar sobre el estado físico del Sevilla, se centró más en la vuelta de la semifinal europea contra el Valencia que en el trascendental choque de San Mamés para meterse en la previa de la Liga de Campeones, y el resultado fue que los suyos fueron borrados de la faz de la tierra por un Athletic al que sólo le bastó con tener un punto más de intensidad para hacerse con todo el rédito en juego.

Ésa es la única conclusión que se puede sacar después de ver el rendimiento ofrecido por el Sevilla en su primera visita al Nuevo San Mamés. Y antes de comenzar a diseccionar el partido en sí, conviene centrarse antes en las alineaciones iniciales de ambos entrenadores. Valverde, como cabía esperar, puso al once de gala del que dispone en estos momentos después de estar una semana entrenando a tope para aguardar a esta cita, que en teoría era igual de importante para ellos que para el Sevilla. Emery, en cambio, ya sorprendía al elegir a sus piezas y no porque introdujera cinco novedades respecto al once que alineó el jueves contra el Valencia, pues eso no varía en exceso respecto a otros encuentros que siguieron a los esfuerzos europeos y tal vez sea la única forma posible de dosificar a los futbolistas. La diferencia estuvo en que se dejó más pilares de la cuenta en el banquillo junto a él y eso no hay edificio que lo resista, se acaba cayendo. Ni Rakitic ni M'Bia, en menor medida también sin Reyes o sin Vitolo, que es titular indiscutible para el entrenador de Fuenterrabía, demasiados pesos pesados que no entraban en la alineación inicial.

Está claro que Emery, con las referencias de los días de Pamplona, Almería o incluso del Benito Villamarín contra el Betis, pensaría que esa segunda unidad podía ser suficiente para pelear de tú a tú con el Athletic durante el primer tramo del encuentro para después meterle al juego una marcha más con la entrada de los titularísimos. Pero no fue así, entre otras cosas porque enfrente estaba un rival de mucho más nivel, el cuarto de la Liga, el campeón de esa competición que disputan los demás una vez que se ha salido de la misma el Atlético hasta para ganar la absoluta.

Y, claro, los planes se le iban a venir muy pronto abajo al técnico de los sevillistas. Aunque en este sentido también convenga precisar que él no tiene más culpa del error colectivo que supuso el 1-0 más allá de que piense que no debe perder un defensa para cubrir el primer poste en los saques de esquina. Eso también lo creen muchos entrenadores y los goles así son escasos, pues en caso contrario sería un verdadero tostón oír hablar a todos los tertulianos de escasa profundidad y tantos tópicos sobre los llamados goles olímpicos, el córner directo de toda la vida. Pero Emery apuesta por defender así y después del primer error de Fazio, por mandar la pelota a saque de esquina cuando ésta llegaba con comodidad hasta Beto, también se produciría la pifia del propio guardameta portugués, que llegó tarde y pagó la indecisión de no saber si Laporte le iba a peinar el balón de cabeza.

Lo único cierto es que el Sevilla comenzaba el encuentro perdiendo casi desde antes de arrancar y eso era concederle demasiado al Athletic en un ambiente más caliente de la cuenta en San Mamés. La solución del doble lateral en la banda derecha para detener a Muniain y otras cuestiones planteadas por Emery, como que Trochowski apoyara a la pareja de medios centro y que éstos hicieran llegar pronto el balón a la pareja de delanteros integrada por Bacca y Gameiro comenzaban a carecer de mucho sentido. Ésa era la intención y se pudo comprobar a los 42 segundos de juego cuando se producía la primera aproximación peligrosa por parte de Bacca en un pase de Figueiras, pero todo se iría al traste demasiado pronto con el gol de Susaeta.

El Sevilla trató de no descomponerse, de seguir igual en definitiva, y lo hizo, pues el Athletic tampoco se acercaba con mucho peligro hasta Beto. El problema es que faltaba una cuestión fundamental, que con uno a cero los locales tampoco iban a arriesgar más de la cuenta y a pesar de las concesiones de su defensa ya era mucho más complicado para el Sevilla plantarse solo delante de Iraizoz. Ni siquiera la habilidad de Bacca en un par de jugadas daba para ello, el Athletic lograba recomponerse antes de que el colombiano pudiera conectar con su compañero Gameiro.

Pero el Sevilla llegó vivo al descanso y tal vez ahí debía aparecer la segunda parte del plan ideado por Emery, la de recurrir a dos de las piezas más desequilibrantes de su plantilla, como son Rakitic o M'Bia. Sin embargo, el técnico, en su afán por dosificar los esfuerzos con vistas a la semifinal europea con el Valencia, debió pensar que los ayer titulares podían hacer algo más de gasto físico para alcanzar al menos la hora de juego. Fue su apuesta, está claro, y esta vez perdió, pues Muniain marcó el dos a cero entrando al espacio al que ni Coke ni Figueiras, el doble lateral derecho, estaban atentos.

La cosa se ennegrecía definitivamente para el Sevilla y el intento de Emery con Rakitic y Vitolo tampoco podía evitar el tres a cero después de la irresponsable autoexpulsión de Figueiras. Ya era tarde para reaccionar y el resto sólo serviría para que el Sevilla sacara su orgullo con vistas a esa semifinal. Fue lo único decente en ese día en el que Emery, sobre todo Emery, y los suyos echaban el borrón del buen escribano por olvidarse del tópico. Siempre partido a partido, pero siempre.

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