CON sólo el de siempre sobreviviendo en la Champions y unas cifras en esta ventana invernal que dan miedo, los que dirigen LaLiga han de hacerse pensar la forma de acortar distancias con la Premier. Acortar distancias y hasta ver de qué manera se puede evitar que LaLiga sea un caladero tan asequible para la Premier a la hora de reforzarse. Y no es un caladero preferentemente de modestos, sino que pescan en los más impensables.

Hay que convenir en que el fútbol español no puede volver a ser el descalzaperros que necesitó de dos planes de Saneamiento para sobrevivir y un puñado de concursos de acreedores con los que restañar las heridas producidas por una gestión errática en las cajas. O sea, que quiere decirse que el fair play financiero es imprescindible para que el fútbol sea sostenible. Haber levantado ese dique que contenga los dispendios era necesario y bien está, pero hay tantas fugas de caudales...

No puede ser que los límites de gastos sean sólo respecto a los salarios de los protagonistas y que actores tan secundarios como prescindibles vivan en un universo de perros atados con longanizas. Hay gastos que se van por las nubes cuando hasta podían ser perfectamente prescindibles. Un capítulo es el de las comisiones que circulan en cada traspaso y que encarecen las operaciones de tal forma que la inflación no sólo es desmesurada, sino que parece claramente escandalosa.

Lo de los representantes es una barbaridad, pero lo que se pierde en comisiones a gente que pasaba por allí es una vergüenza. Otro dispendio es el arbitral por el batallón de personajes que pueden incidir en una jugada de un partido. Todo para que apenas se arregle algo mientras surge la fundada sospecha de que lo que antes se debía al error humano, ahora no sabe uno qué pensar. La Premier nos enseña la matrícula y LaLiga le saca brillo al retrovisor. ¿Hasta cuándo y dónde?