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Orgullosos hasta en la derrota (2-3)

  • El Sevilla se queda sin su imbatibilidad como local en un partido en el que paga muy caro los diez minutos de la hemorragia de Krychowiak. El empuje del equipo de Emery llega a ser hermoso, pero sin hallar premio.

Rara vez ocurre en el sevillismo, pero la hinchada radicada en Nervión se sintió ayer orgullosa de los suyos en una derrota. El Sevilla perdió su imbatibilidad como local contra un Real Madrid que sacó provecho de la efectividad de Crisitiano Ronaldo y de algunos errores, endógenos y exógenos, de los anfitriones, pero todos sus seguidores se marcharon de un Ramón Sánchez-Pizjuán al máximo de la capacidad que sale a la venta con la cabeza muy alta. Los suyos habían dictado una hermosa lección de hombría y habían tratado de luchar contra el gigante de todas las maneras posibles.

Ni siquiera el hecho de estar dos veces con dos goles en contra disminuyó ni una unidad de la rebeldía de este equipo que adiestra Unai Emery contra el poder establecido en el fútbol español. Los blancos trataron de buscarles las cosquillas a un rival confeccionado a base de muchos millones de euros. Tanto es así que el Real Madrid tuvo que acabar perdiendo tiempo, con ese traje que tanto se le critica en la capital de las Españas a todos los equipos modestos que la visitan con la única esperanza de mostrar siquiera un nivel digno.

Pero no, esta vez los roles estaban intercambiados en el terreno de juego y eran los sevillistas quienes habían apostado por echar el balón abajo y por jugarlo para sorprender a un coloso que situaba a Sergio Ramos en el centro del campo en apoyo de Kroos para tratar de equilibrar la pelea. Sin embargo, Emery volvía a sorprender con una alineación en la que Krychowiak y Mbia se encargaban de tapar todas las vías de agua para que Banega y Reyes echaran el balón abajo y sobrepasaran esa línea de presión fundamental para Ancelotti, pues cuando son superados allí ya casi nadie trabaja para echarle una mano a los cuatro hombres de atrás.

La propuesta del Sevilla se hizo atractiva con el paso de los minutos. Después de un arranque titubeante, en el que Cristiano Ronaldo ya estuvo a punto de batir por primera vez a Sergio Rico, el Sevilla dio un paso adelante y se acercó con mucho peligro hasta Casillas, sobre todo en una ocasión de Aleix Vidal. También Reyes y Bacca tendrían después sendas aproximaciones, sobre todo el utrerano, que no alcanzó un balón demasiado fuerte en una contra perfecta. 

El Sevilla le había planteado el pulso en lo más alto al Real Madrid. Nada de complejos, juego por abajo, fútbol y a ver quién acaba llevándose el premio al final. En esa fase se estaba cuando tiene lugar una jugada de una trascendencia mayúscula. Krychowiak estrelló su rostro en la cabeza de Sergio Ramos en un balón aéreo y sufrió una llamativa hemorragia nasal. La gestión de esa circunstancia no fue buena por parte de los sevillistas. Primero, porque el polaco se retiró muy pronto del terreno de juego; después, porque llegaron las dudas de si podría seguir jugando o no; y, por último, porque fueron diez minutos más o menos con un futbolista menos.

Es evidente que ésa es una ventaja demasiado grande para el Real Madrid. Tanto es así que Krychowiak era retirado del campo con cero a cero y retornaba al mismo con cero a dos. Es una frivolidad, casi lindando el absurdo, pero once contra once el Sevilla hasta ganó dos a uno. Pero los goles valen igual se produzcan en el momento en el que se produzcan y Cristiano Ronaldo sacó provecho de la falta de una pieza en el entramado para noquear.

Sin embargo, el Sevilla, como siempre, no se dio jamás por vencido. Igual que sucediera contra el Barcelona, en un símil ajedrecístico cualquier otro habría derribado su propio rey para abandonar. No fue así, faltaría más, y los blancos pegaron un primer arreón al final del primer periodo. Ya con Krychowiak, Bacca no aprovechó la estrategia en una falta cuando Kolodziejczak lo dejó absolutamente solo. No pasa nada, a la próxima, y efectivamente llegó un penalti sacado a base de pundonor, de ir a recuperar un balón imposible.

El conjunto de Emery se iba a los vestuarios con una desventaja de un gol y con la sensación de que podía volver a protagonizar una batalla tan vibrante como la que litigara hace un par de semanas con el Barcelona. Nada más reanudarse el juego pudo llegar otra acción que debió variar el orden de los acontecimientos. Un cabezazo de Mbia en una jugada a balón parado salió rozando el poste de Casillas. El ímpetu del Sevilla fue total en ese arranque del segundo acto, pero el Madrid salió indemne.

Hasta que otra vez apareció Cristiano Ronaldo, quién si no, para ajusticiar al Sevilla. Todo muy fácil, un buen centro de Bale y un testarazo sin oposición. En teoría, parece que ni Figueiras ni Sergio Rico pueden hacer nada, pero en la práctica uno es defensa y otro portero para impedir que los delanteros marquen goles tan aparentemente fáciles.

El golpe volvió a ser fuerte para el Sevilla, pero Emery reaccionó con Denis Suárez, Gameiro e Iborra para situar a Aleix Vidal en el lateral derecho. Y los blancos evidenciaron otra vez que jamás se los puede dar por muerto antes de que el árbitro decrete los tres pitidos finales, que llegarían por cierto esta vez demasiado pronto por una prolongación ridícula para las circunstancias que habían acaecido en el juego. Antes de que eso sucediera, sin embargo, otra entrada, incluido el pase de la muerte, de un Aleix Vidal imperial con toda la banda para él fue rematada por Iborra con sutileza.

El Sevilla tenía un cuarto de hora para mantener el cartel de invicto en casa y lo intentó, vaya si lo intentó. Se comió al Real Madrid, tuvo un par de oportunidades claras incluso, pero no acertó con el gol. Derrota al calor del hogar después de mucho tiempo, enhorabuena al rival siempre y los sevillistas se fueron del Sánchez-Pizjuán con la cabeza muy alta. Para un resultadista convencido, perder jamás está justificado, pero cuando se ve a este equipo pelear así...

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