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Radiografía de una caída al abismo

  • A la pésima planificación deportiva se une la ineficaz gestión de los recursos "La plantilla de este año es más valiosa que la del año pasado", llegó a decir Bosch

Fijar cuándo comenzó a torcerse el camino de este Betis judicializado no es sencillo. El parapeto de Pepe Mel y los logros del primer equipo escondieron las muchas deficiencias que el consejo de administración liderado por José Antonio Bosch venía cometiendo desde tiempo atrás, comenzando por esa deficiente política de contratación -la mayor parte de los nombramientos de altos cargos acabaron en posteriores despidos- y pasando por proyectos casi vacíos en su contenido como el de cantera, Betis Lab o la supuesta mejora en el área médica con Gesalus.

El primer error se originó en un teórico acierto. El consejo de administración renovó a Pepe Mel, pese a no creer en él. Esa paradoja sólo se entiende desde el momento en que el entrenador ejercía de líder del beticismo, pero no contaba con el favor de los dirigentes, que incluso lo habían apartado de la planificación deportiva y al que apenas se hacía caso en las peticiones para reforzar al equipo. "Sería de locos competir en tres competiciones con sólo Jorge y Rubén", llegó a decir el madrileño nada más acabar la pasada temporada, algo que incluso se agravaría después con la lesión del canario.

"Lo de gastar más o menos en los fichajes, con perdón de la palabra, es una paletada", llegó a señalar Bosch para justificar que el Betis del regreso a Europa apenas invirtiera en refuerzos y que en Heliópolis recalaran jugadores sin experiencia en la máxima categoría -Braian, Chuli, Cedrick, Juanfran, Reyes o Sara- o con un perfil de segunda fila -Andersen, Jordi, Steinhöfer-. Únicamente Xavi Torres -que se lesionó de gravedad en diciembre- y Verdú -el gran fracaso- parecían contrastados, ya que Dídac llegó sin ritmo de competición, tras un año sin jugar.

"La plantilla del Betis este año es mucho más valiosa que la del pasado ", afirmó Bosch, que intentaba justificar así su labor, al tiempo que colocaba un listón alto para el entrenador. "Este equipo debe estar entre el quinto y el noveno", señaló el anterior administrador judicial, que también había encontrado refrendo en el discurso del presidente. "El objetivo de este año es repetir en Europa y el club ha hecho todo el esfuerzo posible", comentó Miguel Guillén en una conferencia de prensa cuando la Liga ya había comenzado.

Si en la confección del equipo ya se cometieron errores de bulto ante la austeridad implantada por Bosch en los fichajes, antes de comenzar la temporada se produjo la primera división en el vestuario, propiciada por la falta de conocimiento de la normativa de la Liga Europa. Ni el director deportivo ni el responsable de esta cuestión, el abogado José Ruiz, tuvieron en cuenta la misma para confeccionar la plantilla, lo que obligó al técnico a realizar dos descartes para esta competición, generando el malestar de Chica y Matilla. En el club nadie asumió esas culpas e incluso se apuntaba a que no tendrían influencia en la plantilla, algo que el tiempo acabó por demostrar como falso.

Con un filial en Tercera y sin apenas jugadores válidos para el primer equipo, la confección del equipo sólo podría calificarse de deficiente. A todo esto se añadieron otras circunstancias que enrarecieron aún más el ambiente. La nula previsión con la lesión de Rubén Castro, el paupérrimo estado del césped -algo tratado con desdén por Bosch pero que enfadó a jugadores como Verdú- o la falta de fortuna en el primer mes de competición colocaron al equipo verdiblanco en una zona peligrosa para una plantilla sin experiencia.

La goleada encajada en el Vicente Calderón y la posterior conferencia de prensa de Mel, al que dejaron solo ante los medios, acabaron por distanciar definitivamente al técnico de los dirigentes, que también lo señalaron como responsable de que los hinchas accedieran al césped de la ciudad deportiva. El comunicado que emitió el club esa misma semana, y 48 horas antes de un duelo decisivo en Málaga, evidenció el distanciamiento entre las partes e incluso por la mente de Mel rondó la posibilidad de la dimisión.

Desde el club se comenzó a filtrar que el vestuario ya le había dado la espalda al entrenador con la intención de desgastar la figura del mismo, aunque nadie se atrevía a tomar una decisión impopular. El despido de Mel, finalmente ejecutado por Bosch y su gente más cercana, que también firmó a Juan Carlos Garrido, acabó por colocar al Betis en una espiral de autodestrucción. El equipo ya era colista, pero la convulsión interna en el club se convirtió en insostenible y se ahondaría con el abrupto adiós del administrador judicial, tras conocerse sus negocios particulares con empresas ligadas a la entidad bética.

La etapa de Garrido daría la estocada casi definitiva al equipo, ante la división interna que se generó en el asunto de los fichajes -Vlada Stosic también había sido anteriormente despedido por decisión de Bosch- y que retrasaron tanto la llegada como la cuantía de los mismos. La batalla en los despachos sólo se frenó con el despido del entrenador valenciano y la posterior contratación de Calderón, aunque la mejoría deportiva con éste haya sido insuficiente.

La salida de Guillén, quien sí intentó enmendar en parte los errores del pasado, está significando un nuevo paso atrás, ante la incapacidad tanto de Francisco Estepa, el ahora administrador judicial, como del presidente, Manuel Domínguez Platas, quienes incluso elogiaron la figura de Bosch en la última Junta, pese a la responsabilidad de éste en todo lo sucedido.

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