Betis - Rayo Vallecano · la crónica

Recidivas constantes (2-2)

  • El Betis recae de su enfermedad cuando parecía recuperarse y concede un inesperado empate al Rayo. Los verdiblancos no saben defender sus dos ventajas en el marcador.

Jarro de agua helada para el Betis en su afán por sanar esa enfermedad que padece en el curso 2013-14. Los verdiblancos dejaron escapar dos puntos contra el Rayo Vallecano cuando ya se disputaban los minutos añadidos por Fernando Teixeira Vitienes y confirmaron de esa manera que no están libres de las recidivas, que siguen siendo un equipo tremendamente débil y capaces de contraer de nuevo los males que vienen sufriendo a lo largo del presente ejercicio. Con Rubén Castro ya como elemento salvador, ni siquiera bastó con un primer tiempo más que prometedor y con haber estado dos veces por delante en el marcador. 

Porque el Betis había llegado a ofrecer síntomas alentadores a los suyos en el arranque del juego. En un día en el que se la jugaba más el equipo que él mismo, Pepe Mel había optado por apelar a buena parte de la tropa que lo llevó desde los avernos de la Segunda División hasta clasificarse para una competición europea. Cierto que los nombres no son los mismos, entre otras cosas porque la mayor parte de ellos ya no están, pero la columna vertebral sí era reconocible con Nacho atrás, Salva Sevilla entre líneas y Rubén Castro y Jorge Molina arriba. A partir de ahí era cuestión de completar el equipo con los futbolistas que más garantías ofrecen a día de hoy y éstos responden por Amaya, Reyes, Nono y Vadillo. Y como está claro que hay que salir con once, pues el resto de los dorsales titulares eran para Sara, Juanfran y Jordi. Con esa tropa fue Mel en busca de acabar con el mal fario que parece perseguirlo cada vez que tiene enfrente al Rayo Vallecano. 

Convengamos con rapidez que el rival tampoco pareció oponerle excesiva resistencia durante el primer periodo. Si los heliopolitanos padecen problemas en su plantilla, qué decir de un Rayo que no sólo tiene que apañarse con los retales que van dejando sueltos unos y otros sino que, además, también llegaba con ausencias de peso en la zona de atrás. Pero eso, claro está, es problema del Rayo y ojalá que llegaran todos equipos así a sus enfrentamientos con el Betis, así que mejor cerrar este pequeño paréntesis para centrar los análisis en el equipo de Pepe Mel. 

La puesta en escena pareció prometedora. Nono le imprimía una marcha más al juego y el Betis, sin hacer un fútbol excelso, ni muchísimo menos, sí tenía suficiente para meter al Rayo atrás y para controlar siempre la situación. Los verdiblancos trataban de jugar con rapidez y volvían a adelantar la defensa para presionar, aunque lo hacían sin correr muchos riesgos y con la certeza de que quienes estaban más adelantados también ayudaban para no dejar pensar al rival cuando éste se hacía con la pelota. Y después de la tradicional fase en la que unos y otros tratan de hacerse con el control llegaría un córner por la derecha del ataque verdiblanco que ya estuvo a punto de convertirse en el uno a cero tras el primer lanzamiento de Nono. No fue en esa acción inicial, sino en la siguiente cuando Amaya se deshizo de su marcador y puso a los suyos con ventaja antes de la media hora. 

Era justo lo que necesitaba el equipo de Mel para templar algo más, para ganar en seguridad y a partir de ahí construir el resto del edificio. Debió hacerlo, sin duda, porque en el tramo que conducía desde ese instante al descanso tuvo no menos de tres ocasiones de gol, dos de ellas clarísimas a través de Rubén Castro, en un cabezazo en un córner que se fue desviado de manera incomprensible, y de Jorge Molina, quien se encontró en solitario ante Cobeño después de un excelente pase de Salva Sevilla y estrelló su remate contra el guardameta rayista. La tercera sería un disparo de rosca del propio Salva Sevilla. 

El Betis había hecho méritos más que sobrados para haber decidido el marcador en ese primer periodo, sobre todo por la cantidad de veces que penetró por su banda Vadillo, aunque no hallara jamás líneas de pase correctas para facilitarle la tareas a sus compañeros, y por el dominio del juego que conseguía a través de Nono y Salva Sevilla. Más merecimientos aún acumularía cuando tras reanudarse el encuentro Vadillo sí encontraba con su centro a Rubén Castro y éste estrellaba su testarazo en el larguero. 

Pero el fútbol es pendenciero y todos esos méritos acumulados por los béticos no iban a servir para nada cuando se volvía a evidenciar la laxitud de su sistema defensivo justo en la jugada posterior al cabezazo de Rubén Castro al travesaño. Jonathan Viera llegó al interior del área con absoluta comodidad, Amaya se limitó a taparlo y el disparo del canario, flojo, sin peligro, fue mal rechazado por Sara para que Bueno, en posible posición de fuera de juego, hiciera el primer empate de la gélida mañana. 

Primera conclusión, hace falta muy poco para hacerle sangre a este Betis, ya que su defensa se encarga de allanarle los caminos al adversario. A este tanto le siguió una fase complicada, el mazazo dio paso a un equipo local absolutamente perdido, con cambios que debieron ser por cansancio, porque la verdad es que empeoraron el funcionamiento colectivo. El Rayo, dentro de sus limitaciones, ya tendría el control y hasta se oían pitos desde la grada cuando Verdú agradeció un error de Cobeño para marcar un gol de bastante dificultad. 

Nueva ventaja, ésta casi inesperada y entonces sí llegarían otras dos opciones de Rubén Castro para sentenciar. Paradójico que en la más clara de ellas, aunque fuera tras un córner, el pase le llegara de Amaya en posición de delantero. Pero el fútbol volvió a ser puñetero para demostrar que quien perdona lo paga. Un centro de Jonathan Viera, Jordi no llega y Bueno empata con total comodidad. El enfermo sufre una nueva recidiva y no acaba de sanar, mala cosa.

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