Deportivo-sevilla

Toque sin daño, pescaíto en blanco... (1-1)

  • El Sevilla salva al menos un punto en un partido en el que evidencia sus males como forastero. El cuadro de Emery se dedica a mover el balón de un lado a otro sin tener en cuenta que el objetivo es la portería rival.

Mal menor para el Sevilla si quiere meterse de lleno en la pelea por la cuarta plaza. El gol de Iborra le sirvió para rescatar un punto en Riazor contra el pujante Deportivo, pero las sensaciones transmitidas por los hombres de Unai Emery sólo conducen a pensar que el problema es de concepto. Los nervionenses quieren jugar a tocar y tocar, a ser los reyes de la posesión, pero se olvidan de que el fútbol se inventó para buscar la portería contraria, no para desarrollar una disertación de apertura de los centrales, bajada del medio centro, apoyos de los centrocampistas, subidas de los laterales, ocupación de los espacios interiores por parte de los extremos, etcétera, etcétera.

Eso lo hace muy bien este Sevilla de Emery. Tanto Krychowiak como N'Zonzi están prestos a meterse entre la pareja de centrales, Rami y Kolodziejczak se abren para dificultar la presión del rival, Krohn-Dehli acude en busca del balón con la ayuda del otro centrocampista que no se haya ido junto a Sergio Rico. Y hasta la pelota no la pierden casi nunca, es decir, que es un equipo supermoderno, bonito y dominador de la posesión...

Mentira, todo mentira, el Sevilla de la primera parte, como el de Málaga, como el del Levante, como el de Las Palmas, como el de la Real Sociedad, menos, fíjense, el de Eibar, es un verdadero engaño. Sí, es verdad, que los futbolistas cumplen las teóricas órdenes que les dé Emery para sacar la pelota desde atrás, pero se olvidan de lo fundamental, que eso sólo tiene sentido si se persigue hacerle daño al rival, si se van avanzando líneas para dejar adversarios descolgados, si alguna vez se dribla a un rival y se corre algún riesgo para buscar posiciones de superioridad, que puedan provocar una ventaja. Todo lo demás es lo que hicieron Krohn-Dehli, N'Zonzi, Krychowiak, Rami y Kolodziejczak, el mismo teatro, una farsa infumable con el balón.

Porque la verdad del fútbol es un contragolpe que sale cuando el Deportivo está con ventaja en el marcador, N'Zonzi, por una vez, conduce con poderío la pelota y sí va superando a los escasos rivales del Deportivo que se encuentra por el camino. Y cuando el francés levanta la cabeza en busca de un compañero se encuentra con la cruda realidad. Arriba sólo están Gameiro y Vitolo, creo que era Vitolo, escondiéndose detrás de una poblada zaga gallega que había recuperado elementos hasta tener una superioridad de dos contra uno en todas las piezas. El resto del Sevilla se había quedado parado, casi como si estuvieran atornillados sobre el césped y sin capacidad para tener una salida rápida cuando eso era lo que exigía el juego en ese momento.

Son apuntes apresurados, pero que demuestran a la perfección por qué este Sevilla es incapaz de ganar un partido como forastero. Tan fácil como que no sale a buscarlo de verdad, como que se conforma con adornarse, con tocar de un lado para otro sin tener una visión matadora del juego. Perdonen el concepto tan beligerante, pero el fútbol es eso, nada más que eso, tratar de aniquilar al adversario cada vez que sea posible, pensar que cada jugada es la última que se te va a presentar a lo largo de los 90 minutos para conseguir el gol del triunfo. Y eso, a día de hoy, no está en el catecismo balompédico de los hombres de Emery cada vez que toman un avión para desplazarse a una ciudad diferente. En casa es otra cosa, pero el análisis de lo ocurrido ayer sucedió en La Coruña, ciudad de la comunidad de Galicia, y no en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

El entrenador vasco sacó a su supuesto 11 de gala, pero se volvió a olvidar de algo que cada vez parece más fundamental, que el único salto de calidad posible para el equipo está en la figura de Fernando Llorente y que el delantero riojano demanda de una maldita vez diez partidos seguidos como titular. Los elegidos eran más o menos los previstos con la reaparición de Gameiro en la punta del ataque.

El resultado es un Sevilla con control del balón, aparente eso sí, y un Deportivo que sabe perfectamente cómo hacerles daño a los nervionenses. Permite que Krohn-Dehli, Krychowiak, también un Krychowiak que siempre se va de rositas en este aspecto, y N'Zonzi desplacen la pelota de aquí para allá. Hasta ahí casi les da igual, lo que deben cerrar algo más es los intentos de Vitolo y de Konoplyanka, que fueron taponados con acierto por los locales. Por cierto, valga el inciso de que Vitolo ha bajado muchos enteros desde que parte desde la derecha del ataque por mucho que Konoplyanka reciba elogios por todo.

Pero quien va a marcar el gol será el rival, como no podía ser de otra manera. Lucas Pérez ya avisa un poco antes del cuarto de hora y entonces se topa con un acertado Sergio Rico. Pero en el segundo intento el guardameta no cumple con su deber y no repele una falta lejana que por muy intencionada que fuera tiene que ser detenida por cualquier portero de Primera División.

El Deportivo ya se había puesto por delante mientras el Sevilla seguía a lo suyo, a conjugar el verbo tocar tanto en presente como en pasado, incluso en el futuro. Yo toco, tú tocas, él toca, nosotros tocamos... Pero, amigos, ¿y la portería contraria? Volvemos, yo toqué, tú tocaste, él tocó, nosotros tocamos. Y no sigo con la conjugación verbal porque sería igual de cansino que el fútbol desarrollado por Krohn-Dehli y compañía antes del intermedio.

La cosa no tenía visos de cambiar hasta que Emery zamarreó el árbol, aunque mejoró básicamente por un aspecto, porque Fernando Llorente se convirtió en una referencia arriba. Así llegó el empate ya con Iborra en la cancha para empujarla y hasta el Sevilla hizo el amago de buscar el triunfo. Pero no, ni una sola ocasión más. Mucho tocar la pelota y menos daño que una dieta a base de pescaíto en blanco.

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