Ya no hay vuelta atrás en la salida de Kevin Gameiro del Sevilla. Aunque no está cerrada, la escenificó el propio jugador francés en la tarde de ayer cuando, casi con las botas puestas -o sin el casi- las soltaba en el suelo del vestuario visitante del estadio del Sandhausen para coger el teléfono móvil, que ya no soltaría hasta tres cuartos de hora después del encuentro y ni siquiera cuando se subió al autobús de vuelta al hotel. 

Los acontecimientos se precipitaron en muy poco espacio de tiempo para pararse un tanto después, pero Gameiro pasó de estar en el once titular de Sampaoli en el primer amistoso en tierras alemanas a no vestirse. En la hoja de las alineaciones repartida a los medios de comunicación estaba, rectificado con dos borrones y dos flechas, el cambio por Vitolo, que ocupaba en la formación el puesto de Sarabia en la derecha para que el madrileño jugase en punta.  

Junto a Monchi, Gameiro se sentaba en la grada, no sin antes repartir pequeños abrazos en el túnel de vestuarios que parecían señales definitivas. No echó cuenta del partido, sólo a su teléfono móvil, primero sentado al lado de Monchi, luego más atrás en solitario y al finalizar el encuentro paseando sin rumbo por el césped. Dicen los que lo tratan a diario que no es de los que más apego le tienen al diabólico aparatito.

Gameiro va a ser vendido al Atlético de Madrid. La cifra es lo que tiene de uñas y expectante a todo el sevillismo. La operación no está rematada, pero está muy cerca. Las prisas iniciales parece que se calmaron luego. El goleador podría incorporarse en Madrid después de que el Atlético se marche a la gira de pretemporada en Australia mañana martes. Quedan asuntos por resolver. Primero por resolverse en sí, y luego por resolver cómo se van a comunicar. 

Lo primero, lo dicho, es el precio, la forma de pago. El Atlético ya estaba dispuesto hace unos días a pasar de los 30 millones de euros. Ahora podían ser 35 de fijo (quizá haya subido el pago al contado) con más variables para que se acerque lo máximo posible a los 40 de su cláusula y se aplaquen las fieras. Como sea también para eludir las cargas fiscales que se generan en el pago de una cláusula de rescisión, algo que no es para nada baladí.  

Lo segundo: el/los sustitutos. El Sevilla, a pesar de que en Barcelona hay medios que lo dan como próximo jugador a las órdenes de Luis Enrique, tiene apalabrada con el conjunto colchonero la cesión de Luciano Vietto con una alta opción de compra, desproporcionada podría decirse, pero que es la única manera de desbloquear el aparente acuerdo de venta con el Barcelona por 22 millones de euros. Sobre esa cantidad, millón arriba, millón abajo, va a oscilar la opción de compra (aclarando que es voluntaria y no obligatoria) que el Sevilla tendrá sobre un jugador que no ha triunfado en el Vicente Calderón pero que es una de las peticiones de Sampaoli.

El Sevilla prefiere apurar para anunciar, si es posible, dos sustitutos en vez de uno. Todo porque además la venta de Immobile a la Lazio (por 8,5 millones más otro medio millón aproximadamente en bonus) está a punto de ser oficial y Fernando Llorente también debe decidirse con su futuro en breve. La Real Sociedad parece que será su destino, pero su altísima ficha no pone nada fácil la operación.

Si el Sevilla recibe dinero fresco, que, evidentemente, lo va a percibir, va a ir también a por Lucas Pérez, un delantero que Monchi desea y que vale 20 millones ante la firmeza del Deportivo en hacer valer lo firmado en su contrato como penalización por salida unilateral. Ello, junto a casos similares como el de Roque Mesa, podrían haber hecho recapacitar al brazo ejecutivo del Sevilla en cuanto a no ceder ante las presiones de Cerezo... o Bartomeu, puesto que en algún momento de la tarde también se publicó en Barcelona que iría al Camp Nou. Hoy, día hábil a todos los efectos y con los protagonistas en Sevilla (la firma del presidente es imprescindible) todo se puede acelerar.

En definitiva, nada que no sea puro fútbol en esta época. Un verano con todos sus avíos...