18 puntos 10 5 rebotes 5 22 valoración 15 38 minutos 35

El baloncesto no entiende de justicia

  • Kirksay no vio recompensado su trabajo en ataque y defensa con un título que merecía levantar y vio entre lágrimas cómo lo hacía otro · McCarty sufrió mucho con la defensa del francés

Kirksay tenía una especial motivación en este encuentro y se notó en la pista. Ya dijo Satoransky que el capitán es el nexo de unión de todo el grupo y no paró de animar a sus compañeros, arengarlos, reunirlos para hablar...Y además de todo eso, tuvo que anotar, rebotear, robar balones, dirigir el ataque como base y defender como cuatro, incluso, a Veremeenko, que le saca casi diez centímetros y bastantes kilos de peso. Demasiado trabajo para el alero galo si a todo esto, además, se le suma el frenar a McCarty, la estrella rusa.

El americano nacionalizado ruso no se encontró cómodo al inicio. Tenía una sombra pegada a él llamada Kirksay que no lo dejaba pensar y el primer golpe lo dio el francés, con uno de esos ganchos típicos en él. Sin embargo, en cuanto McCarty anotó su primer triple en el minuto 7, se vino arriba. Era la primera vez que lanzaba a canasta, lo que habla bien del gran trabajo del cajista, y aprovechó después que su par debía jugar de base para anotar otra canasta desde los 6,75 metros y otra más en contragolpe, especialidad de la casa: 8 puntos y cien por ciento de efectividad al primer cuarto.

El cambio de rol de Kirksay no afectó en nada en el trabajo defensivo de McCarty, que seguía tras el francés. Plaza y Pashutin jugaban desde el banquillo una partida de ajedrez, y cuando el técnico ruso dio un respiro a su jugador en el minuto 14, acto seguido lo hizo el catalán. Concesiones las mínimas. Y es que Pashutin sabe el plantel que maneja y el cinco inicial acumula todo el protagonismo: en la semifinal con el Cedevita, 80 de los 87 puntos fueron de sus titulares.

Kirksay nunca desfalleció, a pesar de ser uno de los que más tiempo estuvo en pista. Inteligente como nadie, siempre estaba en el sitio para robar un balón, coger un rebote o anotar debajo de la canasta. En esta faceta, la reboteadora, su aportación fue clave en el acelerón que dio el conjunto hispalense en el tercer cuarto, echando una mano a los hombres altos que perdían la batalla con el gigantón Lampe (11 rebotes) y Veremeenko. La garra y el tesón de Triguero acabó igualando esta batalla, con un Davis algo desquiciado viendo que las cosas no le salían como quisiera, pero ahí estaba siempre su capitán para darle una palmada de ánimo.

tensión hasta el final

La tensión fue en aumento a medida que el Cajasol recortaba la diferencia. Incluso tras un espectacular tapón de Satoransky a Lyday, Kirksay y McCarty tuvieron algo más que palabras que, con mediación de uno de los colegiados, no fue a más. La gasolina se acababa y a pocos minutos del final el partido estaba ya sentenciado. El mejor jugador del torneo, Kirksay, no fue MVP porque su equipo no ganó la final, pero era quien más lo merecía. Trabajo, lucha, honestidad... lo tiene todo, pero el baloncesto no entiende de justicia y McCarty se llevó los honores. ¿Todos? No. Kirksay fue el único ovacionado durante el choque, porque su afición estaba en deuda con él y debía recompensar su esfuerzo. McCarty sólo se llevó los aplausos de una afición a la que le movía el dolor de no ver a su equipo ahí. El Cajasol lo había barrido antes y por eso fue despedido bajo el grito de "campeones, campeones" de los suyos.

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