Betis Baloncesto

Sobrevivir como filosofía de vida (55-73)

  • El conjunto verdiblanco cae sin presentar batalla por 55-73 ante un Real Madrid que demostró a su rival la importancia de tener pívots competitivos

  • El equipo heliopolitano no exigió a su rival, que le bastócon jugar a medio gas ante un Betis que al finaldel tercer cuarto apenas sumaba 37 puntos

Kurucs y Sylla pugnan por la pelota con Tavares

Kurucs y Sylla pugnan por la pelota con Tavares / Antonio Pizarro

Con el pitido final sonó en San Pablo la canción I will survive. Una declaración de intenciones de un Betis Baloncesto que debe aferrarse a otro milagro para pensar en seguir en una ACB que hoy por hoy le queda grande. Muy grande. Porque el pabellón registró la peor entrada en años en un duelo ante el Real Madrid. Mucho asiento vacío que denota el hartazgo que provoca un equipo que no genera ilusión ni sentimiento de pertenencia como hizo años atrás bajo otras denominaciones. Mejor o peor, con partidos más buenos o más malos, el baloncesto en Sevilla tenía su sitio. Sus fieles. Sus locos… Y el Palacio de los Deportes solía rugir contra el rival, los árbitros y quien se pusiera por delante aun perdiendo de 20. Ahora es como ir al teatro o al cine sabiendo qué va a pasar. Más allá de la esperada derrota contra el Real Madrid, esta vez por 55-73, lo peligroso para los verdiblancos es el caldo de cultivo generado tras varias temporadas regando el desapego de los suyos con el equipo a base de malos resultados en el parqué y políticas incomprensibles de los que mandan fuera de la pista.

Del partido no hay mucho que hablar. La puesta en escena heliopolitana duró dos minutos. Se le acabó a Kurucs la fuerza en ese tiempo provocando dos robos y a Bertans anotando un triple. El plan del Real Madrid era dejar pasar los minutos, consciente de que su superioridad en la pintura acabaría, casi sin quererlo, decantando el choque a su favor, casi sólo con la presencia de Tavares en la pista. El caboverdiano impone en los dos aros, en ataque y en defensa, y encima cuenta con la colaboración de los árbitros que dejan que bloquee en movimiento y use las manos en modo molinillo sin que nunca pase nada. Sin pívots no hay paraíso y la gerencia verdiblanca aún no ha podido fichar a un cinco para el equipo. Perdió la lucha por el rebote y por momentos pareció que Tavares (que capuró él solo los mimos rebotes ofensivos que todo el Betis) y Poirier jugaban contra infantiles.

Sólo con eso la efervescente salida verdiblanca, con un triple de Bertans que después retomó su negativa estadística, se vino abajo como un refresco agitado. Parcial de 0-10 para que los blancos pusieran las cosas en su sitio jugando a medio gas con sendos 2+1 de Deck y Tavares. La idea de Chus Mateo en los visitantes era clara: balones a la pintura aprovechando que el rival no tiene pívots. Y es que jugar sin pívots es un imposible. Porque los 2,16 de Tsalmpouris no significan que cuentes con un cinco en la plantilla cuando al jugador le da alergia la pintura y ni siquiera es capaz de ganar el duelo en la zona cuando lo defiende alguien mucho más pequeño como Deck.

El Real Madrid encontró su velocidad de crucero sin pisar el acelerador. No hacía falta ante un Betis timorato cuyos lanzamientos se quedaban muy cortos. Mucho miedo, cabecitas en otro sitio que no es la pista y, sin presencia por dentro, con un juego demasiado previsible. Y así es imposible. La primera falta que le pitaron a los blancos llegó a minuto y medio del final del primer cuarto. Vale que el trío arbitral pudo señalar antes alguna, pero lo normal cuando el balón no llega adentro es que el rival ni tenga que meter la mano. Y gracias a que fue el canterano Ndiaye quien cometió la falta, que igual se acaban los 10 primeros minutos con los visitantes inmaculados en esa faceta.

Báez protesta la decisión de uno de los árbitros. Báez protesta la decisión de uno de los árbitros.

Báez protesta la decisión de uno de los árbitros. / Antonio Pizarro

Tras 10 minutos de juego, 16-23. Ni tan mal. Hill acercó a los suyos al inicio del segundo cuarto, pero el Real Madrid dejó finiquitado el choque con otro 0-10 aprovechando la no bandejita de Kurucs al contragolpe, a quien le faltó fuerza pese a estar solo, y la aparición de Sergio Rodríguez cuyas asistencias eran recibidas por parte de la grada con aplausos y gritos de admiración. Esto es lo que se ha conseguido tras años regalando entradas con la incapacidad manifiesta de crear afición de verdad y una masa social renovada. Con Bertans encadenando fallos desde el perímetro y Evans tratando de que el Betis no se hundiera antes de tiempo, al descanso se llegó con un 26-39 que viendo la primera parte no era tan malo. Sobre todo viendo que al vestuario se fueron Kurucs y BJ Johnson sin anotar ni una sola canasta. Dos teóricos titulares que debían ser piezas fundamentales con una nula aportación.

Pero con la ventaja de los blancos estabilizada en la decena de puntos, el pabellón mudo y con el Betis sin argumentos en la pista pensar en dar la sorpresa era una quimera. Apareció BJ Johnson para justificar su sueldo, pero poco más. En defensa sólo Báez tenía arrestos para pelear con Tavares y el Real Madrid con muy poco iba viendo aumentar su renta, rotando mucho y sin pisar a fondo. No hacía falta. Luis Casimiro se desgañitaba en la banda y pisar dentro de la pista le costó una técnica. Parecía que el colegiado estaba más pendiente del técnico con los suyos perdiendo ya de 17 puntos que del juego. También rotó el manchego, pero en la primera aparición en el partido Pozas se llevó un tapón de Sergio Rodríguez.

Hezonja da un pase por la espalda ante Pozas. Hezonja da un pase por la espalda ante Pozas.

Hezonja da un pase por la espalda ante Pozas. / Antonio Pizarro.

Acabado el tercer cuarto el Betis sumaba la friolera de 37 puntos (37-53). Menos que el Partizan el pasado jueves en el primer cuarto (32-40). De ahí llegó Kurucs este verano. Obradovic le dio billete por algo y sólo su ficha como cupo de formación justifica que siga aquí. Por él se fue Burjanadze, un chico criado en Sevilla que de verdad sí que sentía cada derrota. Una canasta, la única del encuentro, logró en el último cuarto. Nada había que hacer ya en el encuentro que dejar pasarlos minutos con la máxima honra posible para que la diferencia no se disparara. O sí. Porque quizá un sopapo haría despertar al personal y a la grada de una vez. Pero ni eso. Al final, I Will survive a toda pastilla y aplausos para el colista de la Liga Endesa. I Will survive como filosofía de vida. Aplausos por no competir. Aplausos por demostrar una indolencia hiriente para quien ha querido el baloncesto en Sevilla. Sobrevivir como mensaje y objetivo, aunque ello exige un mínimo de lucha y orgullo que, hoy por hoy, no se ve en San Pablo. Sólo se oye.

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