Betis - Sevilla

El plebiscito del Villamarín tras el derbi

  • La jornada de elecciones acabó con un derbi que se llevó el Sevilla, para disgusto del aficionado verdiblanco

  • El tifo bético, el más grande como local

Tifo de la afición verdiblaca para el derbi sevillano en Villamarín

Un Betis-Sevilla (o viceversa) no es un partido cualquiera. Es el motivo por el que la ciudad entera prácticamente queda paralizada. Fue este derbi sevillano el culmen a una jornada que para muchos tuvo un paso previo: la visita a los colegios electorales para depositar la papeleta fruto de la repetición de las elecciones. Del voto, al boto. Porque el Benito Villamarín vibró prácticamente desde las horas previas al enfrentamiento frente a su eterno vecino. La sorna y la guasa estaban aseguradas para el vencedor durante muchas semanas. El parón es propicio para que el cachondeo en la ciudad dure alguna semana más de lo habitual.

Todo avanzó, más o menos, dentro del plan establecido, sin incidentes. A pesar de que la Subedelegación del Gobierno y el propio Ayuntamiento solicitaran a finales de octubre el aplazamiento del partido por la celebración de las elecciones. Sin embargo, la seguridad fue una constante desde los prolegómenos. Pueden dar buena fe de ello los más de 600 sevillistas que fueron escoltados por la policía durante los más de tres kilómetros que separan el coliseo verdiblanco del Sánchez-Pizjuán. Los cánticos y el colorido los acompañaron durante todo el camino.

A su llegada, en Heliópolis estaba ya la fiesta prácticamente en marcha. La llegada de los equipos, cerca de las 19:30, fue uno de los puntos fuertes del duelo. Los cánticos y una especie de infierno verde, provocado por el humo que salía de las bengalas de la afición que escoltaba al autobús bético, dieron la bienvenida a los locales. Fueron cientos los que más de una hora antes del infierno se habían quedado sin voz mandando ánimos a su equipo durante esos metros que separan el hotel de concentración del Benito Villamarín. La llegada del Sevilla a Heliópolis fue mucho más calmada. A pesar de que fueron decenas los que arroparon al equipo en su salida del hotel, el llegar por una calle diferente, evitó cualquier altercado posible.

Ya dentro del Villamarín continuó la fiesta. Además del habitual juego de luces de todas las previas, el club verdiblanco repartió unas pegatinas verdes para que los casi 60.000 asistentes al partido los colocaran en la zona flash de su móvil, recordando al Sevilla que estaba en territorio hostil. El tifo mostrado por la grada de animación bética fue el momento culmen. Un impresionante mural, quizás el más grande que se haya mostrado en Heliópolis, con el lema Con Nuestros Héroes hacia la victoria y coronado con San Fernando y el escudo del Real Betis, acompañó al himno bético cantado a capella durante la salida de los jugadores.

El Villamarín vivió su particular plebiscito. ¿El resultado? Un apoyo masivo a los colores verdiblancos. La grada verdiblanca fue el sustento del equipo cuando más lo necesitaba, tras el primer gol sevillista que llegó por medio de Ocampos y que estalló con el empate de Loren al borde del descanso y después del tanto de De Jong. Un apoyo que la plantilla bética después agradeció con un sentido aplauso como agradecimiento de su esfuerzo. Los sevillistas lo festejaron a lo grande con sus desplazados en voladizo. Fue el fin de la fiesta de la democracia sevillana.

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