Entramos en el vértigo del tramo final de la fase de grupos y cuando pasado mañana se dé por terminado el Brasil-Camerún ya no habrá tiempo para las hipótesis. Hasta ahora, sólo Brasil, Portugal y Francia han ido al copo de puntos y aquí nos seguimos lamentando de que un error infantil nos dejó con la miel en los labios y a Alemania viva. Y hubiera estado bien que la cita de mañana con Japón se hubiese afrontado a título de inventario.

Son ésas cuestiones que van a despejarse más pronto que tarde, pero sí puede afirmarse ya a estas alturas cuáles serán las consecuencias que deje este Mundial tan atípico. Por lo pronto hay que dejar constancia de cómo están proliferando las lesiones musculares. Eso puede estar propiciado por su colocación en el calendario y que se afrontase sin una pretemporada que quizá hubiera atemperado las musculaturas de forma más racional y hacerlas menos vulnerables.

Este Mundial también depara que hay países que han mejorado de forma espectacular su nivel futbolístico y a eso contribuye que sus equipos se compongan de muchos emigrantes... o hijos de emigrantes que vuelven al calor de la patria paterna. Un ejemplo el de los países africanos para lo bueno y Qatar para lo malo, pues no se recuerda un equipo más mediocre que el anfitrión mostrándose palmariamente que sólo podría participar a nivel tan alto por ser anfitrión.

Y el Mundial continúa y aquí estamos a la espera de a ver qué pasa en la cita de mañana con los nipones. Una pena aquella desaplicación con Alemania, pues lo ideal hubiera sido darle cancha a todos los que no han jugado. Así se hubieran abatido dos pájaros de un solo tiro, ya que se mantendría contentos a los menos utilizados y descansarían los que han ido llevando el peso de la competición. De aquí a pasado mañana, todo el pescado vendido y a partir de ahí, muerte súbita.