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Una dinámica desbocada

  • Otra vez una zaga muy atrás y mil contras mejor gestadas que resueltas

El próximo miércoles, en la rueda de prensa oficial de la UEFA, Marcelino se deshará en elogios al Sevilla, dirá que es un equipo muy físico, muy bien estructurado y al que es muy difícil hincar el diente. Como si hiciera falta la punta de un diamante para rayarlo. Y en realidad, cuando juega lejos de Nervión, el bigote de una gamba basta para hacerle un surco a su sistema defensivo. En La Coruña volvió a suceder, como en Mönchengladbach. Pero las virtudes sevillistas pesaron de nuevo más que los defectos: una primorosa capacidad para montar y prolongar contragolpes, y en estático, el estado de forma de Vitolo, un llegador implacable.

Defensa

Ni la vuelta de Nico Pareja remedió que el Sevilla tirara la línea lejos de Sergio Rico, una temeridad que se ha convertido en tendencia cuando el equipo de Unai Emery actúa como visitante. En Riazor, la zaga roja se movió 15 ó 20 metros más atrás que el pasado domingo, en Nervión, ante un equipo mucho mejor que el Deportivo, el Atlético de Madrid. No se siente seguro el Sevilla, con confianza. El tibio mando de Sergio Rico, y los nervios que aún refleja en más de un lance, algo tendrán que ver en ese repliegue tan acentuado. ¿Que es un modo de invitar al rival a dar pasos adelante, destapar su sistema de contención y facilitar los contragolpes sevillistas? Si es así, es otro modo de expresar que el Sevilla juega con fuego: un equipo como este Dépor, que va a luchar por salvarse, remató hasta 15 veces a portería ayer. Y 7 veces desde el borde del área, tal fue la cerradísima defensa sevillista.

Figueiras brindó otra desesperante actuación defensiva, con cesiones cortas que no acabaron peor de puro milagro y su alarmante debilidad para encimar, usar el cuerpo en los contactos, girarse. Los mediapuntas del Deportivo, Cavaleiro, Lucas Pérez y Cuenca, empezaban las jugadas por dentro, invitando a sus laterales a subir, pero fueron hábiles para colarse a la espalda de Figueiras y Fernando Navarro para encontrar en el área a Oriol Riera, que se anticipó en demasiadas ocasiones a los centrales sevillistas.

Ataque

El Sevilla evidenció, como en Mönchengladbach, que tiene asimilados y automatizados movimientos en ataque de los que hacen daño. Tanto en estático -gol del 1-2- como a la contra -mil veces, sobre todo en la segunda parte- los desmarques, aperturas, triangulaciones y transiciones al área fueron las que pedían las jugadas. Banega lanzaba, los laterales se proyectaban mucho y bien, Aleix Vidal y Vitolo -sobre todo el canario, majestuoso y omnipresente- irrumpían en el área. Si no es por la impericia en la definición, el Sevilla se trae una goleada de otra época.

Virtudes

Su fluidez en ataque, impulsado por el estado de Banega y Vitolo.

Talón de aquiles

Esa temblorosa zaga tan atrás.

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