Sevilla - espanyol · el otro partido

El escaso premio de un golazo

  • El Sevilla tardó en encender la mecha, con el disparo perfecto de Diogo, y la espectacular respuesta de su afición se quedó en cinco minutos de emoción.

Del gol de Bacca al gol de Diogo. El Sevilla entreabrió las puertas de la esperanza demasiado tarde, tanto en la ida como en la vuelta. Aquel tanto postrero del colombiano llenó a reventar el Sánchez-Pizjuán y la espectacular respuesta del sevillismo apenas tuvo el premio del golazo del portugués. Apenas cinco minutos de emoción hubo entre ese disparo precioso del lateral y el momento en que Martínez Munuera hizo sonar su letal silbato. El Sevilla y el sevillismo gastaron la bala de la comunión perfecta, que quedó en una frustración colectiva de las que ya no se recordaban. 

 

El Espanyol se tomó su particular venganza, esperada desde Glasgow y servida en plato frío, pese a que hacía tiempo que el sevillismo no respondía en masa de la forma en que lo hizo para intentar ver a su equipo en semifinales de la Copa del Rey. El camino prefijado hacia la final en un formato que elimina la emoción de los sorteos y decanta de inicio poner más o menos energía en el torneo según haya o no un coco por medio animó a miles de aficionados. El club acertó con la idea de poner a disposición de los socios entradas asequibles para acompañantes. Y el estadio rugió como en las grandes noches europeas. La gloria reciente de Turín no minimizó el hambre de más alegrías. Al conjuro de su propia leyenda, el dicen que nunca se rinde, el Sevilla encontró el aliado perfecto en un coliseo a reventar. Unos trescientos aficionados espanyolistas, reubicados en Preferencia porque antes del 3-1 de la ida apenas habia peticiones de entradas, fueron testigos privilegiados de cómo suena a capella el himno de El Arrebato. Y eso propició una salida arrebatada del Sevilla que el orden del equipo de Sergio se encargó de ir amainando. El tiro a la cruceta de Arbilla en el minuto 2 no enfrió un ápice el encendido ambiente. Más inquietud creaba, en cambio, la amenazante presencia de Sergio García...

 

El ambiente fue precioso, con emotividad y un ruido por momentos ensordecedor, sin hueco para los insultos. En lugar de esto, cortesía. Tras el cántico que honra a Antonio Puerta llegó el dedicado a Dani Jarque, cantado desde Gol Norte y aplaudido por el resto del estadio.

 

El Espanyol también tenía su propio conjuro. Quería la revancha de Glasgow, aquella vibrante final que elevó definitivamente a los altares del sevillismo a Palop, en Hampden Park. Y sonó fuerte el cántico que recordaba aquella hermosa aventura europea. "Glasgooooow, Glasgooow...". ¿Amilanó a los periquitos ese coro nostálgico o los animó?

 

Las grandes expresiones colectivas, como la del sevillismo anoche en el Sánchez-Pizjuán, tienen ida y vuelta. La emoción de sentirse parte del colectivo y protagonista directo de un empeño común, en este caso la difícil remontada, tenía el riesgo de una reacción negativa de frustración a poco que se torciera la noche. Y parecía que iba camino de eso el partido, porque en los minutos finales ya nadie creía posible desmantelar el preciso entramado que montó  Sergio. Sin embargo Diogo hizo reventar la emoción contenida. Pero la mecha se encendió tarde y venía demasiado mojada desde Cornellà.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios