No se interprete mal el símil taurino, sino todo lo contrario. Pero el Sevilla reaccionó como un animal bravo ante el puyazo que recibió por parte del Villarreal y se hizo con tres puntos de un valor incalculable en el partido que cerraba la décima jornada del Campeonato Nacional de Liga. Bastó con que David Fuster materializara el 1-2 y sus compañeros lo celebraran, lógicamente, como si hubieran ganado la Liga de Campeones para que reaccionara la fiera. El equipo de Manuel Jiménez fue espectacular entonces y remontó en menos de diez minutos a través de dos excepcionales centros de Adriano que hallaron las impresionantes testas de Luis Fabiano y Kanoute.
Fue un extraordinario final para una cita cargada de dificultades, para un litigio ante uno de los equipos que mejor trato le dan al balón en el balompié español. Y el Sevilla sufrió, vaya si sufrió, ante la superioridad que creaban los amarillos en el centro del campo. Son los riesgos de jugar con dos delanteros inobjetables, dos extremos puros y Renato como enlace en el centro del campo, de dejarle más tareas de la cuenta a los hombres de atrás. Está claro que es una apuesta firme, que Jiménez ha optado por dar ese paso adelante que le demandaban de manera unánime, pero que nadie se eche entonces las manos a la cabeza si se producen situaciones de tanto riesgo como la que vivió ayer el Sevilla.
El cuadro blanquirrojo padeció la acumulación de peones que había colocado Valverde en esa zona. Hasta el diminuto Rossi contribuía a ello cayendo hacia atrás para que pareciera en muchas fases del encuentro que el Villarreal jugaba con 12 hombres mientras el Sevilla se manejaba con 10. Y, indudablemente, esta superioridad iba a generar muchas dudas, incluso inseguridad y ansiedad, ya que los locales apenas tenían el balón en su poder. Para empezar, se mataban a correr en pos de recuperarlo y cuando lo hacían trataban de dar el último pase con celeridad, particularmente en el caso de Negredo, lo que obligaba a comenzar de nuevo el camino hasta convertirlo en una especie de círculo vicioso.
Son los riesgos, de cualquier forma, que se le presuponen a los equipos grandes, a las escuadras que no se conforman con vivir de manera conformista en esta Liga y tratan de dar un paso más. El Sevilla, este Sevilla, ha sabido asumir ese rol y ayer lo recitó en toda la extensión del término. Porque el equipo de Jiménez salió con toda la cuerda dada desde el principio en pos de arrollar a un Villarreal que también cuenta con futbolistas de nivel. A los 6 minutos ya se había contabilizado una jugada a velocidad de vértigo en una combinación entre Luis Fabiano, Jesús Navas, Negredo y Perotti. A los 8, daba el primer fruto el laboratorio de la carretera de Utrera, córner en corto bien resuelto, centro de Sergio Sánchez y ahí está la enorme clase de un Luis Fabiano que pincha el balón y marca con delicadeza.
El Sevilla, como siempre, presionaba al rival muy cerca de Diego López y no alteró ese plan ni siquiera cuando se puso por delante. Pero el rival, dentro de su agobio, paradón de Diego López a Negredo incluido, dio con un antídoto adecuado. El Villarreal comenzó a sacar el balón desde atrás en balones directos y de esa manera impidió que la presión nervionense surtiera efecto. Como, además, los villarrealeses tenían superioridad en las cercanías de Zokora el simple índice de probabilidades en los rechazos le otorgaba muchas opciones.
El Sevilla comenzó a sentirse incómodo, pues dejó de tener la iniciativa en el juego y eso acabaría por desquiciarlo. Hasta el punto de que lo que fueron pelotazos al principio comenzó a convertirse en juego raseado por parte del Villarreal que generaba superioridad en diferentes zonas del campo. Los avisos fueron constantes por parte de Pires hasta que se contabilizó el empate. Primera contrariedad para un Sevilla que ahora no sabe dar el paso atrás, ni en las buenas ni en las malas, sencillamente se siente incómodo cuando lo obligan a retroceder. Por ello los blancos, dentro de un fútbol irregular, supieron reaccionar y hasta debieron materializar dos acciones de Negredo bien resueltas por Diego López, con un paradón, y por Capdevila, que evitó un gol a puerta vacía de Luis Fabiano.
Tras el intermedio, allí no cambió nada. El Sevilla cada vez se sentía más superado y eso lo conducía hacia un estado nervioso que explotó con el 1-2 de Fuster. Entonces, como el animal bravo cuando recibe el puyazo, reaccionó con una mezcla de bravura y pausa. Y entonces se alteraron los papeles para que fueran los blanquirrojos quienes se encargaran de llevar la lidia al terreno que más les convenía. Del 1-2 se pasó al 3-2 en un abrir y cerrar de ojos y desde ese momento ya nada más se supo del Villarreal. Allí sólo hubo Sevilla, nada más que Sevilla, con un Kanoute dirigiendo la orquesta y los blancos dándole pases al rival de un lado a otro.
Árbitro: Delgado Ferreiro H (vasco). No midió a los dos equipos con el mismo rasero a la hora de sacar las tarjetas de amonestación.
Tarjetas: Amarillas Luis Fabiano (26'), Zokora (42'), Javi Venta (48') y Godín (63').
Goles 1-0 (9') Luis Fabiano. Córner ensayado en la banda derecha con toques de Jesús Navas y Perotti para que Sergio Sánchez centre con la izquierda, Luis Fabiano pinche el balón en el control y marque con la zurda. 1-1 (29') Pires. Pared entre Pires y Eguren en el borde del área del Sevilla y el francés dispara cruzado con la izquierda. 1-2 (59') Fuster. Internada por la banda izquierda de Pires con centro hacia el medio, Palop despeja y el balón le cae a Fuster para que marque a puerta vacía. 2-2 (61') Luis Fabiano. Centro de Adriano con la derecha con la rosca hacia dentro y cabezazo de Luis Fabiano imposible para Diego López. 3-2 (66') Kanoute. Córner que saca Perotti en corto, centra Adriano con la derecha y cabecea a quemarropa Kanoute.
Incidencias: Encuentro de la décima jornada de la Liga BBVA disputado en el Ramón Sánchez-Pizjuán ante unos 40.000 espectadores.
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