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El final de la 'maldición alemana'

Cuando el líder de la defensa no sólo la convierte en infranqueable, sino que además mete dos goles en cuatro minutos, está claro que la noche es perfecta para asombrar al mundo y poner fin a una maldición. Los dos cabezazos de Sergio Ramos en Múnich abrieron una autopista no sólo al impensado 0-4 del Real Madrid sobre el Bayern Múnich y a la final de Lisboa, sino que enterraron la leyenda negra de los blancos en Alemania.

Antes del partido, las cifras eran frías y disuasorias: 27 presencias del Real Madrid en Alemania, 21 derrotas y apenas dos victorias. Diez choques con el Bayern en tierras teutonas con nueve derrotas y un empate. ¿Cómo pensar en ganar? ¿Cómo soñar con golear? "Simple", podría decir el imperturbable e irónico técnico del Madrid, Carlo Ancelotti.

Primero, plantarse con una línea de cuatro que cuando el rival se le acerque se convierta en una maraña de ocho jugadores imposible de penetrar. Que el talentoso y aparentemente frágil Luka Modric se inspire en ataque, pero defienda como una fiera. Que Bale busque el arco con amplias zancadas, pero que las utilice también para anular a Ribery. Que la presión adelante sea infernal, las transiciones velocísimas y que Ramos, en el minuto 16 y el 20, suba dos veces y meta dos goles.

La noche superó al Bayern Múnich, lejos del inicio trepidante de la semana anterior en Madrid, pleno de dudas en defensa, con descoordinación entre Boateng y Neuer, con una marcha menos que la zaga blanca a la hora de lanzar ataques en los que sólo Robben apretaba los dientes para intentar y volver a intentar. Si algo se incendió en Múnich, fue ese espíritu de los alemanes para nunca dejarse abrumar e intentar arrasar rivales.

Tan fuerte fue el golpe, tan veloz fue todo, que Josep Guardiola pudo reaccionar en el segundo tiempo con el ingreso de Javi Martínez por Mario Mandzukic y el desplazamiento de Thomas Müller a una función de falso nueve. Daba igual, ya no había fútbol para que el Bayern anotara cinco goles. Aunque muy llamativo, lo más importante no era un Bayern en las antípodas del que un año antes le había asestado un 7-0 global al Barcelona en esas mismas semifinales, sino un Real Madrid reencontrado con su grandeza en la Copa de Europa.

Una final en Lisboa que en el Chelsea-Atlético de Madrid de hoy conocerá a su segundo protagonista, pero que suceda lo que suceda será única. Si gana el Atlético, se tratará de la primera final de la historia de la Copa de Europa con dos equipos de una misma ciudad. Si lo hacen los londinenses, el duelo de José Mourinho ante el equipo del que se fue frustrado y distanciado será tan taquillero como una superproducción de Hollywood. Mientras, Ancelotti sigue enarcando su ceja.

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