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El hábito de lo inhabitual

  • La vuelta de Banega, la mejor noticia para Emery en busca de otra final. Los sevillistas, a hacer valer su fuerza en casa y su mayor experiencia a estos niveles.

Hace justo 12 años, el 4 de febrero de 2004, visitaba el Santiago Bernabéu el Sevilla de Joaquín Caparrós. Ese Sevilla era uno más en Primera, aunque aspiraba a subir un peldaño y abandonar la mediocridad: de la permanencia a los puestos europeos. Era el proyecto del pregonado "salto de calidad" que vendió Del Nido con Darío Silva como mascarón de proa, aunque luego la cabeza visible fuera Julio Baptista. Y ese Sevilla holló el gran coliseo madridista con una excitación muy especial. Se trataba de la ida de una semifinal de Copa. Y hacía ¡23 años! que el club de Nervión no disfrutaba de ese privilegio. El Madrid ganó 2-0, pero fue bastante engañoso ese resultado. La ilusión sevillista acortó las enormes diferencias técnicas con aquel Madrid que lideraba Zidane.

Hoy, el Ramón Sánchez-Pizjuán acoge otra ida de unas semifinales de Copa del Rey. De nuevo el Sevilla a un lado del ring. Pero las circunstancias son otras muy distintas. El púgil que porta una dosis extra de motivación, por la novedad del acontecimiento, es el Celta. Hace quince años que los gallegos no alcanzan esta cota. En ese 2001, curiosamente, jugaron y perdieron la final en La Cartuja ante el Zaragoza.

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Ese enardecimiento del equipo olívico puede equilibrar la teórica superioridad técnica de los sevillistas, que ni mucho menos es tan evidente como la de la referida eliminatoria de 2004. De hecho, hasta el pasado domingo, el Celta le enseñaba la matrícula al Sevilla en la tabla de la Liga. El triunfo del equipo de Emery ante el Levante y la derrota de los gallegos han sacado a éstos de la zona europea en favor de los primeros, con dos puntos de ventaja. Pero esa evolución refleja una igualdad muy cerrada.

Emery es el primero que es consciente de que el Celta, esta temporada, esgrime argumentos futbolísticos similares a los de su equipo, por mucho que en el último mes haya aflojado su ritmo: paga la factura de jugar Liga y Copa. Y hoy, se trata de la Copa. De la competición en la que hace ocho días, los celestes dieron toda una muestra de competitividad ante el paradigma de la competitividad, el Atlético de Simeone. Ese 2-3 en el Vicente Calderón debe desinflar el pecho del sevillista más confiado.

Además, el Celta guarda un recuerdo imborrable de su última visita a Nervión, allá por septiembre. Su primera parte no la firmó en el feudo sevillista ni el mejor Barcelona de Guardiola. Fue una sinfonía perfecta que acabó 0-2 en el intermedio como pudo acabar 0-4 ó 0-5. Luego, el Sevilla quiso reaccionar, pero el gol de Llorente resultó insuficiente.

Desde entonces, el Sevilla lo ha ganado todo en casa en la Liga. Diez partidos, con Barça y Real Madrid entre las víctimas. Sólo el Manchester City ha profanado el templo desde entonces. Y eso va reforzando, y mucho, los principios que inculca Emery. Su tropa se siente cada vez más poderosa al abrigo de su gente y el Sevilla, tras las dudas iniciales de la temporada, vuelve a ser ese equipo competitivo de los dos años precedentes.

Precisamente ese bagaje en las últimas ediciones de la Liga Europa es otro punto a favor de los blancos. Tablas, experiencia a estos niveles. Están frescas las semifinales ante el Valencia y la Fiorentina, también con la ida en Nervión. En ambas, los sevillistas lograron resultados óptimos, 2-0 y 3-0 respectivamente, aunque en el primer caso Mbia evitara un batacazo descomunal.

Esta noche, el objetivo de los sevillistas es repetirlo. Ganar y no encajar goles. Es lo que han hecho en su singladura de esta Copa, ganar siempre y no encajar goles nunca. El Celta, sobre el papel, va a exigir más. Aunque no esté Nolito. Y además, faltará la pieza más cualificada para guardar el equilibrio táctico, Krychowiak. El dúo N'Zonzi-Cristóforo ha respondido y es de suponer que hoy repetirá. Otra opción es que Emery adelante a Carriço a la medular, aunque el luso se ha acoplado a Rami en el eje de la zaga y hoy es muy importante mantener esa seguridad atrás. El portugués no gastó un gramo de energía ante el Levante, como otros que hoy retornan: Vitolo, Banega.

A un lado, la ilusión desmedida del Celta. Al otro, la firmeza como local y la experiencia en este estrato tan alto del Sevilla: es su séptima semifinal de Copa en este siglo. El hábito de lo inhabitual.

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