El líder que no se callaba ni una
Luis Enrique hace amigos y enemigos y se siente tan a gusto con unos como con otros
TIENE en su trato un punto mourinhístico, esa retranca a pecho descubierto de no callarse ni una y no entrar en el redil de pensar una cosa y decir lo que todos quieren que se diga. Y hace bien. En este mundo, y en esta vida, los que no se salen del patrón que nos cortan a lo más que aspiran es a ser una buena copia de alguien.
Futbolísticamente, ha demostrado ser un adelantado a su tiempo, pues ha innovado en todo. Fue el primero que les colocó altavoces en la espalda a los futbolistas para poder guiarlos en los entrenamientos, también el primero que instaló pantallas gigantes en el campo de entrenamiento con que apoyar las sesiones con vídeos para que se entendieran sus conceptos en caliente y sin tener que esperar a pasar por la sala de vídeo. Pues en el campo y con las botas puestas es imposible quedarse dormido.
Luis Enrique es un guerrero que como técnico ha sabido ser tan competitivo como lo era vestido de corto. Entonces los entrenadores lo adoraban porque metía la cabeza en un ventilador si hacía falta. Ahora lo sigue haciendo y por eso tiene tantos amigos como enemigos. Y lo mejor que tiene es que se encuentra tan a gusto con unos como con otros.
Su éxito en París no es un soplo de frescura, es un huracán, como es él. A los que le dieron fuerte, se lo recuerda si se encarta sin darle importancia, pero sin callarse una. El propio título de su documental –maravilloso, por cierto– es una provocación de ésas que le gusta buscar para encontrar una reacción. "No tenéis ni **** idea".
En el PSG, una locura durante años de gastar dinero en estrellas, ha demostrado el verdadero valor de este deporte y lo alejado que está de los premios individuales. El fútbol es un deporte colectivo y Luis Enrique ha demostrado que no valen ni Messis, ni Mbappeses ni Neymares si se piensa en el Balón de Oro antes que en el grupo.
Lo borda con un modelo de líder que ya han interpretado otros. Helenio Herrera provocaba él mismo a la afición rival y decía a sus jugadores: “Salgan ahora, ya los he dejado roncos”.
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