Una mala planificación
Los fichajes no están a la altura de los futbolistas que salieron. La plantilla ha bajado el nivel y juega una competición más. Mel ha optado por ser hombre de club y ha alineado a futbolistas sólo por ser nuevos.
Ocho partidos han bastado en el Betis para evidenciar más de una deficiencia en la planificación de la temporada. Deportiva y burocráticamente, el club ha cometido errores de peso que están incidiendo decisivamente en la deficiente marcha del primer equipo de la entidad. Evidentemente, no todo es achacable a las directrices seguidas por el consejo de administración y la secretaría técnica, pero, sin duda, sí hallamos ahí la principal causa de la crisis que atraviesa el equipo.
La política de fichajes seguida no se puede entender sin las salidas. Futbolistas importantes como Adrián, Mario, Cañas, Beñat, Pozuelo, Campbell y Pabón, principalmente, abandonaron la entidad. No era el deseo de todos, pero el club nunca supo anticiparse a los acontecimientos, es decir, a cómo valoraban otros clubes a sus futbolistas. En muchos casos, llegó tarde. Paradójico es el de Beñat, por quien no hubo un solo movimiento antes de ser internacional. La llamada de Del Bosque hace dos veranos ya hizo imposible cualquier acuerdo para su continuidad. Con Adrián ocurrió algo similar, ya que apenas ganaba 45.000 euros anuales y la primera oferta del club fue de menos de 200.000. Cuando le ofreció una cantidad más digna, el guardameta ya tenía ofertas que lo triplicaban. Por Campbell, el club no luchó de verdad para una nueva cesión y, en el caso de Pabón, no supo hallar las fórmulas alternativas que sí encontró el Valencia. A Mario volvió a realizarle una oferta a la baja.
El problema, por tanto, ya se había generado, pero ahora quedaba la segunda parte: los fichajes. En este punto, el principal error fue optar por la cantidad en lugar de por la calidad. El club se decantó por una política de mínimo gasto y no apostó por futbolistas contrastados, salvo Verdú, que llegó con la carta de libertad. Nadie pensó en retener a Álex Martínez, Sergio, Carlos García y uno o dos de los que dejaron ir y firmar un primer central, dos mediocampistas de garantías y un delantero centro que compitiese con Rubén Castro y ahorrarse todos los demás. Éste era el curso señalado para jugar en Europa, no el anterior. Y la plantilla es peor.
Los problemas que se sucedieron fueron dos. El primero es que, con tanto fichaje, se obligó a un esfuerzo extra a Pepe Mel, el de conjuntar la plantilla, que hoy en día lo está pagando. El segundo, por desconocimiento de la normativa, obligó al entrenador a tener que descartar a dos futbolistas para la Liga Europa, toda vez que en ésta sólo se permite un máximo de 21 formados fuera y el Betis tiene hoy 23. En el vestuario no sentó nada bien, y menos en Chica y Matilla, los descartados por Mel. Además, el hecho de completar las 25 fichas puede considerarse otro error, toda vez que imposibilita al club para firmar futbolistas en paro.
Amén del problema de la cantidad, en la elección de algunos futbolistas, más allá del nivel de calidad que presenten, ha habido errores graves o riesgos innecesarios, quizá asumidos por la secretaría técnica al no obtener del consejo de administración el dinero preciso pese a que existe en caja.
Mel renegó del fichaje de Braian Rodríguez porque no se adapta al juego del Betis, como ya ha podido comprobarse, pero Vlada Stosic lo fichó en contra de la voluntad del técnico. Dídac llegó tras un año sin jugar y su falta de ritmo lo imposibilita hoy para competir al nivel exigible en el Betis, Steinhöfer no es un lateral derecho al uso, ya que el Basilea jugaba con tres centrales. Cedrick y Chuli son apuestas, pero no recambios válidos hoy para Campbell, Pabón e incluso Pozuelo. Otros no alcanzan el nivel de los futbolistas que han venido a sustituir, léase Jordi o Verdú.
La baja del mejor futbolista siempre afecta y más si es un delantero, pero en la de Rubén Castro se pone de manifiesto esa mala planificación al ser un futbolista sin un recambio mínimamente válido, de ahí que su incidencia se multiplique.
Mel, aunque no lo diga abiertamente, ha debido notar estas carencias antes de que se reflejasen en los partidos. Sólo así se explican los descartes de Chica y Matilla o la política de rotaciones que está siguiendo. En el fondo subyace que de mover menos la plantilla, la clasificación podría ser hoy algo mejor, pero perjudicial a la larga en la Liga. El temor a una mala clasificación se empieza a asumir en el club, pero el peligro real es el descenso.
Quizá Mel, tras el parón liguero, deba apostar por un grupo de futbolistas en lugar de por hacer club y, sin reventarlos, que los titulares no sean más de 15 ó 16. Ya no señalaría a nadie porque se han señalados los propios futbolistas cuando han jugado.
Nadie parece acordarse, pero el Betis se entrena en su ciudad deportiva en medio de obras y ruidos tras el ridículo y fracasado acuerdo firmado para el uso del Estadio de la Cartuja. A esta mala costumbre, que sigue sin subsanarse, se ha unido esta temporada la chapuza del césped de Heliópolis, que, por fortuna, se ha saldado de momento sin lesiones, pero que pudo perjudicar el juego del equipo en varios partidos y favorecido ante el Villarreal.
Debido a estos numerosos hándicaps, no atribuibles al entrenador salvo que se quieran buscar otros motivos a sus drásticos cambios de alineación -¡qué se hubiera dicho si en lugar de Nono fuesen tres o cuatro fichajes los que no se hubiesen estrenado!-, éste es el peor Betis de Mel en la octava jornada. Suma 8 puntos por 13 de la temporada pasada y 12 de la anterior. En Segunda fueron 19. Fuera de casa, se hace aún más evidente la crisis, ya que han desaparecido futbolistas con carácter y peso en el equipo. Sólo ha sumado un punto, por 7 del curso pasado y 6 y 7, respectivamente en los anteriores. De ser en esos tres años el tercer equipo fuera de casa ha pasado a ser el peor si se exceptúa al Rayo Vallecano, que aún no ha puntuado.
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