Valencia - Sevilla · el otro partido

De regresar a Europa, a oír "a Segunda"

  • El efecto balsámico del triunfo ante Osasuna duró lo que tardó el Valencia en marcar. Mestalla se mofó de los hombres de Míchel.

Dos jugadas a balón parado sirvieron para quitarle al Sevilla todos los pajaritos que se habían acumulado en su cabeza tras la victoria ante Osasuna y para cerrar una primera vuelta a la que se le pueden poner mil calificativos y ninguno sería positivo. Al contrario, el equipo, la gestión del mismo y su confección merecen una valoración tremendamente negativa.

El cambio de ciclo, la reconstrucción del equipo y el paso atrás para coger carrerilla no están funcionando. Las incorporaciones de esta temporada han demostrado, en su gran mayoría, que no son lo que el equipo necesitaba, mientras que esos gestos, que según Míchel habían cambiado en la cara de muchos futbolistas y que se podrían considerar fichajes, han vuelto a ser sombríos. Además, algunos de los llamados a tirar del carro se ven superiores a sus compañeros y prefieren tirar de pasotismo, mientras que a los que les queda un mínimo de vergüenza y hambre se desesperan viendo cómo el barco zozobra.

Pero ésos son los elementos tangibles. Para colmo, el equipo ha adquirido un halo gafe que asusta. La sensación ayer era que, tras una primera parte en la que no hubo ni un tiro a puerta, en la primera ocasión que tuviera el Valencia llegaría el gol. Y, lógicamente, así fue. Del mismo modo, mientras Míchel iba acumulando hombres de ataque a la desesperada, se barruntaba que el Sevilla alguna tendría y que, por supuesto, la fallaría. Y así fue también, aunque, todo hay que decirlo, el disparo de Stevanovic en el 86 fue repelido por Diego Alves con una parada de mérito.

Achacarlo todo a la mala suerte en un equipo con los mimbres que tiene el Sevilla sería absurdo. El principal problema es la sobrevaloración de una plantilla en la que los jugadores, en su gran mayoría, se creen mejores de lo que son, principalmente porque la dirección deportiva del club también lo cree. A Monchi le va a perseguir bastante tiempo la frase que dijo en la presentación de Stevanovic en la que calculó que el 90% de los rivales que están por delante del Sevilla tienen peor plantilla. Principalmente porque si la plantilla es tan buena, el problema es del entrenador, y si el entrenador es el técnico más capacitado que se ha visto en la ciudad deportiva sevillista en mucho tiempo, el problema será de la plantilla. O de los dos, y de la realidad paralela en la que parece instalada la entidad.

El cambio de ciclo se demuestra en que Sevilla y Valencia disputaron su primer partido del siglo XXI con los dos equipos fuera de los siete primeros puestos. Dos trayectorias de dos nobles que se han visto relegados a luchar con los plebeyos pese a mantener un aura de altanería por los méritos acumulados en el pasado que de nada sirve ya. Igual que de poco sirve seguir manteniendo que el objetivo es Europa. 22 puntos en 19 jornadas son unos números para concentrarse en que el fracaso no se convierta en desastre, porque anoche el Sevilla volvió a oír cómo le cantaban "a Segunda" muchos años después.

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