El sacrificado camino hacia el estrellato

El pipiolo Tomas llegó a Sevilla con 17 años para convertirse cuatro años después en el gran Satoransky.

El sacrificado camino hacia el estrellato
El sacrificado camino hacia el estrellato
Juan De La Huerga Sevilla

28 de noviembre 2013 - 05:02

Pocos como Tomas Satoransky saben que sin sacrificio no se atrapan los sueños. No ha llegado aún a la meta y seguramente le queden uno o dos años para alzar los brazos al cruzarla, pero va quemando las etapas que debe en pos de entrar con un nombre hecho un hombre en el olimpo del baloncesto planetario: la NBA.

Este chico de 22 años ha pasado de ser Tomas, el prometedor jugador talentoso que apuntaba maneras en Praga siendo un crío, a Satoransky, un jugadorazo con visos de convertirse en estrella europea en la ACB, en la Euroliga, ¿en Estados Unidos? Su obstinación por aprender, mejorar, evolucionar, a base de trabajo, esfuerzo y disciplina va tomando forma con el paso de las temporadas hasta que hoy se puede decir a boca llena que es una de las referencias de la Liga. Muchos dirán que el campeonato está devaluado, aunque esa cuestión nada tiene que ver con la eclosión de este base gigante con la cabeza bien amueblada y con un físico portentoso que puede hacer historia en el baloncesto checo, por delante incluso de su amigo Vesely, jugador de los Wizards y quizás compañero en el futuro.

Vino este joven de 17 años con una maleta repleta de ilusiones dejando a su familia a miles de kilómetros. Acató siempre todo lo que se le dijo desde que era un pipiolo, sin rechistar, empapándose del trabajo de los técnicos -Diego Ocampo puede llevar a gala el adiestramiento durante muchas horas y muchos días del checo y de Sastre, una labor oscura y poco o nada recompensada-. Cumplió la mayoría de edad a comienzos de su primer curso en San Pablo y fue fogueándose al lado de su colega Calloway. Ese mozo que daba la sensación de patoso por su tamaño y al que le temblaban las piernas cuando lo presionaban los rivales en la salida del balón es ahora el jefe en la cancha, tiene jerarquía, mando, gobierna el partido, el ritmo, asiste o penetra, se frena en seco a cinco metros y la enchufa. No sólo son los números donde se aprecia su inmenso crecimiento, sino viéndolo subir la pelota con una tranquilidad que ha dejado boquiabierta a la ACB. Y eso que le quedan muchas lecciones aún por estudiar. Asumió con entereza el método para motivarlo de Plaza: palo y zanahoria. Jamás protestó ni se le vio mala cara, consciente de que los inicios son durísimos.

Sin conocer el idioma, en un país extraño y siendo un chaval, se tumbó en una sala de operaciones para ser intervenido de una dolencia cardiaca. Hasta de eso sacó el lado positivo, acaso por aquello de que lo que no te mata, te hace más fuerte. Disfrutó de su primera Copa del Rey y se estrenó en el play off con apenas unos segundillos en el cierre de la serie de cuartos contra el Real Madrid. Se precipitó su rol de primer espada el segundo año cuando la planta del pie de Calloway lo tuvo parado durante dos etapas de larga duración. Otro paso más en el tránsito hacia el estrellato: llevar la batuta sin estar aún completamente preparado. Por supuesto, mejoró muchísimo y tuvo su cuota de responsabilidad en los éxitos continentales de la plantilla sevillana, que acarició el trofeo de la Eurocup al caer en la final con el Unics Kazan.

Entretanto, los veranos para él no eran sinónimo de ocio, sino de machacarse más, ya fuera en el Eurocamp de Treviso o después en las competiciones que tocaran con la selección checa. Sin descanso. En su tercera temporada en Sevilla seguramente se vio frenado por el protagonismo de Calloway, que lo mantenía relegado a un papel secundario. Hasta mayo, después de un alegrón en la Copa del Rey barcelonesa frente al Unicaja y de repetir en la fase por el título -ambas veces se topó con el Madrid-, llegó su relación codo con codo en la cancha con el base estadounidense y también con Plaza, al volar los dos camino de Málaga y Kaunas, respectivamente. Satoransky se entretuvo en pegarse una paliza, de costa a costa, por Estados Unidos en junio para entrenar hasta que a finales de mes fue elegido por los Wizards en el draft. Más peldaños subidos en su particular escalera vital y profesional.

Estaba verde para la NBA y encima el Cajasol fichó a Aíto, un entrenador perfecto para moldear a jugadores jóvenes con talento. El experimento con Tepic a la vera salió rana y el checo tuvo un parón en su evolución. Aun así, también aquel fiasco le valió para más adelante, para ahora, demostrando estar mucho más curtido en su quinta campaña en San Pablo, ejerciendo de líder, sin esconderse, y obsesionado con perder menos balones, en constante progresión. A final de curso se irá en busca de cotas mayores un base que se formó aquí, que nadie olvidará por su sacrificio, siempre acompañado de una sonrisa.

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