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El sello de Jiménez

  • 70 puntos El Sevilla despidió la Liga con un nuevo triunfo tras imponerse al Numancia en Soria Orden Los blanquirrojos no abandonaron sus señas de identidad ni siquiera en un bolo así y jugaron un partido basado en la seriedad

Despedida victoriosa del Sevilla. El conjunto nervionense cerró el curso en Soria con un nuevo triunfo para totalizar 70 puntos, nada más y nada menos que 70 puntos, en la tabla clasificatoria. Y este nuevo éxito, como casi todo el curso, sirve para corroborar que este equipo ya tiene un sello perfectamente definido que coincide con la figura de su entrenador, de Manolo Jiménez. El cuadro blanquirrojo podrá ganar o perder, que eso tiene mucho que ver, a veces, con las circunstancias, pero difícilmente perderá el orden. Ése es el sello impreso a sangre y fuego por el patrón y todos los que se mueven a sus órdenes lo ejecutan a la perfección.

Da igual que se trate de un bolo veraniego o que se cumpla el trámite de una última jornada con nada en juego, para ventura de todos los sevillistas; es lo mismo que estén sobre el campo Palop, Squillaci, Escudé, Fernando Navarro, Kanoute o Luis Fabiano, por citar a algunos de los intocables, que figuren los que menos protagonismo han tenido, caso de Javi Varas, Crespo, Kone o Chevantón, lo único que no se altera jamás es el orden. El Sevilla siempre se moverá sobre el terreno bajo un patrón definido, con los roles perfectamente diferenciados para todos sus futbolistas.

La cita de ayer, sin duda, es un ejemplo perfecto para corroborar semejante tesis. Con la alineación que saltó en el arranque del juego, lo normal hubiera sido un equipo alegre, un grupo de futbolistas dispuestos a pasar un buen rato, a divertirse en definitiva. Y si encima se acababa con un triunfo, pues mucho mejor, ya que a todos los que han jugado alguna vez al fútbol siempre les ha gustado infinitamente más ganar que perder. Pero no, el Sevilla no fue nada de eso, sino que se comportó, dentro de las limitaciones que posibilitaba la intranscendencia del marcador, como si fuera muy importante el triunfo. Nada de alegrías, pues, lo importante era moverse como un equipo en todo momento.

Fue así desde el primer minuto hasta el último. El inédito cuarteto defensivo integrado por Konko, Mosquera, Dragutinovic y Crespo jamás se vio desprotegido en las contras del Numancia, sino todo lo contrario. Las coberturas funcionaron como si se tratase de un litigio trascendental y los futbolistas de arriba no se ahorraron ni una sola carrera hacia atrás en su afán por ayudar a los compañeros que tenían que soportar las llegadas del rival.

Romaric, por ejemplo, se ancló en el centro del campo para convertirse en el hombre que equilibraba todas las operaciones mientras que Renato se encargó de poner algo más de dinamismo y de apoyar las llegadas al área rival. No se trata, sin embargo, de echarle más flores de la cuenta al juego de los blanquirrojos, porque tampoco hacía falta un esfuerzo supremo y se trataba, sobre todo, de probar algunas cosas respecto al futuro. El Sevilla no fue brillante, en absoluto, como tampoco lo ha sido en excesivas ocasiones a lo largo del ejercicio, pero siempre tenía mucho más cerca el triunfo que la derrota gracias a ese espíritu eminentemente práctico que ha sido capaz de imponerle Jiménez a los suyos.

Se disputó, por tanto, un partido que no tenía nada que ver con lo que suelen ser estos encuentros del final de la campaña. En la calurosa tarde de Soria casi nadie perdía la posición y eso imposibilitaba el espíritu de diversión colectiva que tal vez algunos hubieran augurado con anterioridad. En este sentido, cabe destacar que tampoco el descendido Numancia se permitió muchas alegrías, ya que hizo todo lo posible por despedirse de la categoría con un buen sabor de boca. Claro que eso es complicado cuando el hombre más desequilibrante del conjunto responde por Carlos Aranda, tan voluntarioso como carente de la definición ante el gol que se requiere en la Primera División.

Pese a que el comienzo del juego pareció indicar lo contrario, el Sevilla se limitaba a proteger las cercanías de Javi Varas con eficacia. El gol ya llegaría con el paso de los minutos, aunque en la zona de arriba era donde más dificultades debían existir, ya que Jiménez, con lógica, pensó más en el futuro que en el presente y alineó de salida a Kone y Acosta, dos hombres con muchas ganas pero que no están en su mejor momento físico por una causa u otra.

Los minutos transcurrieron con escasas oportunidades para ambos equipos, algo lógico a la vista de la manera de desempeñarse de los blanquirrojos. Particularmente llamativo resultó que las dos mejores ocasiones de los forasteros en el primer periodo llegaran a través de la figura de Crespo, en esta ocasión lateral izquierdo. En las dos se interpuso Juan Pablo en su camino hacia el gol.

Todo siguió de una manera similar en el arranque del segundo periodo, aunque Jiménez también le dio minutos a Chevantón, otro hombre recién salido de una lesión. Los minutos pasaban sin mayores sobresaltos, salvo un disparo de Moreno al larguero que botó en la raya de gol de Javi Varas. Pero ese orden iba a allanar los caminos para que al final se impusieran las individualidades. Un excepcional pase de Romaric, un control orientado de Chevantón con calidad y la llegada de Armenteros para marcar a puerta vacía. El Sevilla de Jiménez volvía a sumar un nuevo triunfo, otro más, y hasta contabilizaría un nuevo gol. Gustarás más o menos, pero es el sello práctico y ordenado de un entrenador.

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