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El dinero de otros

Tribuna Económica de Gumersindo Ruiz

El analista John Kay mantiene que los mercados no proporcionan información adecuada para que los ahorradores tomen decisiones a largo plazo.

Gumersindo / Ruiz

22 de marzo 2016 - 01:00

CON este título, el académico, articulista, y consejero en empresas cotizadas John Kay, se une en un su último libro a una corriente que cuestiona la forma en que se analiza y funciona el mercado de capitales, en la que figuran premios Nobel, políticos, y entidades financieras comprometidas con la economía real. Un argumento principal en este debate es que hay una urgencia enfermiza, y se especula con noticias y comentarios que introducen una volatilidad innecesaria sobre el valor de las empresas en Bolsa, y aún más cuando se incorporan a sistemas que emiten millones de órdenes por segundo.

En lo que va de año hemos vivido una caída del Íbex 35 que ha superado el 20%, para situarse luego en el entorno del 5%. Y hemos oído opiniones que ponían en relación esta caída con la dificultad de formar un Gobierno en España. Se parte de la contradicción de que una continuidad de la situación anterior a las elecciones es una buena opción para la economía, cuando el resultado mismo de las elecciones ha mostrado que tres cuartas partes de la población disentían con la forma en que se llevaba los asuntos públicos, y sobre todo los económicos. En zonas con gobiernos estables, como Estados Unidos, Japón o la Unión Europea, con bolsas diversificadas, y más difíciles de mover, se han dado caídas superiores al 10%, para luego subir y bajar como un tobogán. A finales de año todos recomendaban el mercado europeo como el mejor del mundo; semanas después, no se espera un crecimiento superior al 1% del Eurostoxx para 2016. Pero ha bastado que los bancos centrales se plieguen a las exigencias de los mercados con tipos cero y compra de deuda, para que se extienda por el momento el optimismo y la especulación se reanime.

Los analistas del mercado tienen todo tipo de explicaciones -cada día una o varias distintas-, inconexas entre sí, y sin que absolutamente nadie sea capaz de mostrar qué relación concreta tienen estos absurdos movimientos especulativos con la marcha de las empresas. Y mucho menos con una situación política cuyos efectos son sólo intuiciones sin una base real. El colmo de este tipo de análisis es el que ha hecho subir la bolsa de Brasil, ante la expectativa de que la confrontación política provoque la caída del Gobierno, sustituyéndolo no se sabe por quién y con qué apoyos. En este caso se prefiere el argumento fácil de la política, a aceptar que el país sufre, a la vez, tres problemas económicos: el derivado de tipos de interés bajos que provocaron un fuerte endeudamiento privado e inflación; una subida posterior de tipos que pone difícil la situación para los endeudados y no resuelve la inflación; y un shock brutal de los precios de las exportaciones respecto al de las importaciones. Y, sin embargo, de pronto, sube la Bolsa.

John Kay demuestra en su libro que los mercados, y el estrés con que hoy funcionan, no ayudan a la capitalización de las empresas, financieras o no, ni a su liquidez ni a sus inversiones, no son transparentes, y no proporcionan una información adecuada para que los ahorradores tomen decisiones a largo plazo. Pero esto es otra historia, que debe ser tratada en otro momento.

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