Puerta de los Palos

Sevilla y su Semana Santa, una historia de amor

  • Dos años sin verse, dos años pensándose la una y la otra

Un nazareno por una calle con firme de adoquines

Un nazareno por una calle con firme de adoquines / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

Tenemos que ser conscientes. Nos dirigimos hacia un tiempo nuevo en cuestiones de Semana Santa. Una suerte de volver a empezar tras dos años sin cofradías en la calle, sin ilusionarnos con los preparativos que a veces generan momentos de angustia (¿Dónde dejaría las sandalias el pasado año?) y con un vacío que jamás habíamos conocido. Qué grande es la Semana Santa cuando llevamos hablando de ella todos los domingos durante dos años sin que se haya celebrado. ¿Pasará igual con otras fiestas? Aquí no necesitamos ni de salidas extraordinarias para comentar asuntos de costaleros, publicar el nombramiento de nuevos capataces o celebrar elecciones a hermano mayor. Tal vez menospreciamos estas circunstancias, pero es bueno que aprendamos esta lección que nos dejan los dos años de vacío.

Seguimos, continuamos, persistimos y no renunciamos pese a la terrible sequía que hemos padecido. ¿Por qué? Porque somos auténticos. Llegados a este punto es cuando se demuestra (si es que hacía falta hacerlo) que el de la fe es el pilar maestro de la Semana Santa. No ha habido pasos, ni música, ni flores, ni sillas, ni palcos, ni balcones, ni saetas. Y aquí estamos, preparados para volver a empezar. ¿Dónde están los de la tradición, los valores antropológicos y la cultura? En tiempos de crisis sobrevive lo auténtico. No tendremos que volver porque nunca nos fuimos, no tendremos que reinventarnos porque nunca dejamos de ser lo que teníamos que ser, no tendremos que justificarnos, ni explicarnos, ni reivindicarnos porque nunca dudamos nosotros mismos de lo que hacíamos y, sobre todo, de por qué lo hacíamos. No salíamos a la calle para que nos vieran. Nos veían porque salíamos. Por eso nos dejaron de ver, porque no se pudo salir, porque el mundo se paró como nunca antes habíamos conocido. Llega el verano, toca la reflexión. Y sí tendremos que adaptarnos a un tiempo nuevo. Aprendimos la obsesión por la seguridad, que ahora tendremos que reforzar todavía más. Hasta 2000 no habíamos hecho más que crecer en número de hermanos y de público, en opulencia y por supuesto en notoriedad.

Ahora toca organizarse mejor, hacer un nuevo esfuerzo, cuidar de todos los públicos (la Semana Santa jamás puede dejar de lado a los niños y a los mayores, base de futuro y depósito de sabiduría), mimar los valores auténticos que permiten que esto no se derrumbe en años de crisis (fe, familia, tradición y memoria).

El montaje de los palsos El montaje de los palsos

El montaje de los palsos / M. G. (Sevilla)

Consecuencia de estos años de ausencias, tal vez apreciemos más todos esos detalles que antes veíamos como normales y que nos venían dados. ¿Se imaginan ver el montaje de los palcos de la Plaza de San Francisco? ¿Y el primer tipo con un capirote recién recogido de una tienda de la calle Alcaicería? ¿Y el primer nazareno? Será eso, un volver a empezar poco a poco, un reencuentro como de dos personas que no se han podido abrazar en dos años: la Semana Santa y usted, sus recuerdos y usted, su experiencia, su vida... Y usted. El vacío es eso que ocurre cuando no hay Semana Santa y ha quedado depositada en la intimidad de cada templo y de cada casa sin que se apagara nunca la llama. La Semana Santa no la han mantenido este años los analistas de las costumbres, sino las hermandades y sus cofrades. Podemos estar orgullos de haber llegado hasta aquí.Dos años hablando de Semana Santa sin verla. Pero estaba...

Así son las historias de amor. No hace falta ver, basta con pensar. La ciudad y su Semana Santa se han pasado meses pensándose la una a la otra, imaginándose, soñándose. Conviene recordarlo, aunque parezca una obviedad, porque corren tiempos de consumo, impostura y pérdida de valores y criterio que hacen muy hermoso este reencuentro que todos esperamos sin que ninguna de las partes haya dejado de pensar en la otra.