Los curas de la Redención

Puerta de los Palos

Una cofradía desahuciada al poco tiempo de su fundación vive hoy el gozo de la coronación gracias al impulso inicial de un cura inolvidable

Agua fría en la palangana macarena

La suerte de tener un arzobispo de guardia

La Virgen del Rocío, en el traslado de ida al Salvador el pasado domingo
La Virgen del Rocío, en el traslado de ida al Salvador el pasado domingo / José Ángel García
El Fiscal

05 de julio 2025 - 04:00

Qué días de gozo vive la Redención con la coronación de la Virgen del Rocío. Un hito de estas características supone la activación de la memoria, el recuerdo justo y merecido a quienes no están hoy, pero estuvieron en su día. Esos hermanos que fueron fundamentales para dirigir, gestionar, templar, coordinar, enseñar, levantar el ánimo, emprender... No fueron nada fáciles los inicios de la cofradía porque en los años cincuenta no se entendía bien una hermandad del Rocío de penitencia. Hubo que luchar mucho. Y fue absolutamente fundamental el papel de un gran sacerdote como el canónigo Eugenio Hernández Bastos (1903-1999), el cura de Hervás (Cáceres) que supo amar a las cofradías y hacer equipos con grandes y muy solventes cofrades. Por cierto, conviene destacar que su plaza en el Cabildo Catedral la ganó por oposición. Don Eugenio creyó en la hermandad cuando pocos lo hacían. Encarnaba la autoridad eclesiástica y, además, tenía una indiscutible autoridad moral. Como escribió José Carretero en 2001, don Eugenio fue un valiente porque cuando la hermandad estaba desahuciada, este sacerdote se la echó sobre sus espaldas y con la ayuda "de un grupo de buenas personas y mejores cofrades, de donde no había empezaron a construir el edificio sólido que hoy constituye nuestra hermandad".

Eugenio Hernández Bastos (1903-1999) y Fernando Borrego.
Eugenio Hernández Bastos (1903-1999) y Fernando Borrego. / M. G.

Angelita Yruela pronunció el pregón de la coronación el pasado lunes en el Salvador. Y en un momento de su intervención, en un templo abarrotado de público, recordó la figura de don Eugenio. Acto seguido destacó la del actual director espiritual, Fernando Borrego, que preside las misas de hermandad de los lunes a las que acuden tantísimos jóvenes. Acertó Angelita al destacar la figura del cura en una hermandad que tanto le debe a las buenas direcciones espirituales. Si don Eugenio no tira para adelante con entusiasmo con aquella junta gestora (marzo de 1958) no estaríamos ahora viviendo la pujanza arrolladora de la cofradía y el hito de la coronación. Hoy la llama sigue viva con el esfuerzo y el buen tiendo de don Fernando, el cura de la Redención, muy cofrade, conocedor del mundo de las hermandades desde sus entrañas. Es hermano de la Lanzada, el Cachorro, Pino Montano, Nuestra Señora de los Reyes (Patrona de los Sastres), San Hermenegildo, Nuestra Señora del Rocío de Sevilla-El Salvador, Montesión, Pasión, la Exaltación y la Vera Cruz de Guillena. Cura y cofrade. ¿Les suena el perfil?

La cofradía salió por primera vez a la calle gracias al empuje de un cura que era colaborador leal del cardenal Bueno Monreal. Cada lunes de misa de hermandad que oficia don Fernando se renueva el papel fundamental de la dirección espiritual, un cargo nunca simbólico en la hermandad de la Iglesia de Santiago. Hoy vemos a don Eugenio feliz revestido con sotana y fajín y portando la vara de la presidencia eclesiástica de la cofradía en el regreso por la calle Cardenal Cervantes. Nos cuenta el calor que ha pasado en la Campana y que se tuvo que sentar un rato en el palquillo. La cofradía retorna poco a poco, de chicotá en chicotá a la verita del Corral del Conde. Don Eugenio escruta y controla todo, severo y bondadoso a la vez. Termina un Lunes Santo más en la plaza de López Pintado. Qué suerte tuvo la hermandad con este cura. Y qué dicha tiene hoy con don Fernando. Bien lo sabe Angelita, depositaria de la mejor memoria de la cofradía y leyenda viva de la corporación. Si alguien puede afirmarlo es ella. Porque como diría Chaves Nogales, ella estaba allí. Y está en la coronación como el eslabón fundamental entre aquella hermandad naciente que vivió como veinteañera y la del éxito arrollador de la actualidad que disfruta como Hija Predilecta de Sevilla.

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