El engaño de la teoría del éxito de la Semana Santa

El Fiscal

Vallas en la rama y en la calle Velázquez
Vallas en la rama y en la calle Velázquez / M. G.

27 de abril 2025 - 04:00

Oímos y leemos una conclusión: “La Semana Santa ha sido un éxito”. Y nos preguntamos incrédulos, un punto escépticos y, cómo no, siempre puntillosos. ¿En qué consiste el éxito en Semana Santa?¿En la ausencia de incidentes graves, en no salir corriendo como gamos en la Madrugada, en la recaudación de los bares y hoteles, en los kilos de basura recogidas o en las estadísticas de Tussam? ¿En que sólo se hayan quedado ocho cofradías sin hacer la estación de penitencia? Si la felicidad real está en la cosa sencilla, el éxito suele ir de la mano del equilibro, la mesura y la serenidad en todos los aspectos sin por ello restar momentos de fervor y entusiasmo. Una Semana Santa de éxito es aquella en la que evidentemente funcionan las medidas de seguridad y podemos vivir la fiesta de acuerdo con los criterios que hemos aprendido y que pretendemos (¡oh, ingenuidad!) legar a la siguiente generación. Y esto es cada vez más difícil o, cuando menos, más infrecuente. Porque la Semana Santa se ha vuelto imposible en muchos lugares y franjas horarias cada vez más amplias. Este año nos han regulado hasta el paso de las cofradías por el interior de la Catedral con una iniciativa de nombre hermoso (La vía sacra) que ha dado como resultado que en vez de ir andando a orinar se vaya como el Correcaminos de los dibujos animados. Mientras, algunos canónigos pasan el tiempo mirando el teléfono móvil cómodamente sentados, y los meditadores albergan la esperanza de alguien los escuche. Es el enésimo intento fallido de regular algo que es mejor trabajar con campañas de conciencias y caso por caso, porque cada cofradía es un mundo y tiene su idiosincrasia.

El alcalde, como tantos, se abona al éxito y pide una reflexión, como hizo en su día Luis Aragonés, el seleccionador que clamó por una “gran sentada” antes precisamente de meter al equipo en la mayor senda de triunfos que ha conseguido en la historia. Está muy bien que todos analicemos qué modelo queremos para la Semana Santa de los próximos años. Hay cosas que no pueden ocurrir más porque son sencillamente censurables. No es tanta la gravedad, como la imagen que se proyecta. ¿Qué sentido tiene impedir el paso de una cofradía con vallas en la calle Velázquez? ¿Una muestra de poder, una falta de tacto, una chulería o un efecto de la insensibilidad e ignorancia de quienes nos gobiernan? La estampa se repitió hasta tres veces. Nunca antes habíamos presenciado una imagen así. No es de recibo que el alcalde eche la culpa a la Policía Nacional y diga que él no es quien para cuestionar esa medida. ¿Cómo, señor Sanz? El alcalde de Sevilla puede y debe entrar en cualquier aspecto relacionado con la organización de la Semana Santa, sea o no de su competencia directa. Puede y debe llamar la atención sobre decisiones equivocadas, gestos groseros con un cortejo, desaciertos palmarios que se repiten sin que nadie ponga orden. La explicación de Sanz es la de quitarse el mochuelo de encima de mala manera. Todo, absolutamente todo, debe preocupar e interesar al alcalde, que para eso cuenta con una Delegación de Fiestas Mayores y una legión de asesores. El mismo Domingo de Ramos debió intervenir y pedir a la Subdelegación del Gobierno las oportunas explicaciones. El presidente del Consejo estuvo acertado cuando calificó de “abominable” el uso de las vallas en un lugar de la máxima atención mediática. El primero que debe reflexionar sobre su papel es el propio alcalde. ¿Nos ha tomado por menores de edad o está encantado con exhibir que la autoridad civil está por encima de las cofradías? Recuerden cómo se ninguneó al Consejo de Cofradías de la junta de seguridad nada menos que en las vísperas. ¿Les va encajando todo? Con una mano nos hacemos las fotos y entregamos los ramos de flores, y con la otra vamos apartando poco a poco al Consejo. Las cofradías son reducidas a fotocol del poder político. Veremos cómo acaba la cosa, pero esta historia es muy vieja. De hecho es siempre la misma aunque ahora se proyecta con menos nivel y de forma acaso más chusca.

La obsesión de las vallas se ha sufrido hasta después de Semana Santa con la rampa del Salvador cercada. Sirva de ejemplo sobre cómo se expande el mal de la vallitis. Pero lo peor es que el alcalde prometió justo lo contrario de lo que ha hecho (o ha dejado hacer) en Semana Santa. Anunció más libertad, menos vallas y menos aforamientos. Hemos padecido zonas directamente sin público. Lo nunca visto. Ha sido una tomadura de pelo. En el gobierno, en el cuerpo de altos cargos y asesores, en el Ayuntamiento en general, hay sevillanos que conocen perfectamente la Semana Santa y jamás podrán negarnos ni cuanto afirmamos ni el efecto que ha tenido un plan de restricciones llevado al extremo. Nadie dice nada, nadie da la cara, nadie explica la causa de algunas medidas. Se ha ahogado a la Semana Santa en muchos aspectos. Se ha aplicado una suerte de muerto el perro, finita la rabia. Se ha roto, por tanto, el equilibrio que a nuestro juicio podría conducir al éxito. No es una Semana Santa de éxito, o al menos no es la de una generación extensa de sevillanos, aquella en la que el concepto de movilidad se dinamita. O la que mantiene a raya la cabeza de un cortejo a base de vallas. ¿Cuándo se ha visto eso, señor alcalde?

Casi nos parece una anécdota lo del árbol del Domingo de Ramos, una negligencia que se compensó con la diligente reacción del Ayuntamiento en el incidente de la Macarena por Relator, que ha sido el gran acierto.

Podemos reflexionar sobre el número de nazarenos, pero no debemos seguir por la senda absurda de las vallas y la anulación del público en las calles. El culto público precisa de fieles. Debemos consolidar una Semana Santa vigilada y cuidada, pues así lo recomiendan los sucesos sufridos hasta en cinco años, pero no gélida. La autoridad civil ha perdido también el sentido de la medida, como las propias cofradías que ya alargan la Semana Santa todo el año. Parece que hay un contagio evidente. Todo conduce al exceso:el de las salidas fuera de calendario y el de planes de seguridad que matan moscas a cañonazos. ¿Un éxito es la entrada de San Isidoro sin público? ¿Un éxito es no podernos desplazar como toda la vida? ¿Un éxito es tener nazarenos frenados por vallas?

Hace muchos años que un presidente del Consejo alertó a los hermanos mayores. “O nos regulamos o nos regulan”. Vélez comienza bien calificando a las cosas por su nombre. Las vallas han sido “abominables”. Como lo fue dejar fuera al Consejo de Cofradías de las reuniones de seguridad. Querían al Consejo fuera de la foto. Era otro símbolo. Como el de las vergonzosas vallas impidiendo el paso de una cruz de guía. Quien no vea que vaya a la óptica.

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