El balance de la Semana Santa 2025: la movilidad que perdimos
El Fiscal
El poder civil aumenta su grado de intervención y lleva al extremo las medidas de aforamiento creando zonas sin público
La masa, sin educación ni criterio, es el gran lastre de una Semana Santa en crisis
Los caídos de la Semana Santa
El acompañante de las cruces de guía

Unas medidas de seguridad llevadas de forma incomprensible al extremo, justo lo contrario de lo anunciado por el alcalde cuando era candidato. Unas medidas que este año han alcanzado la grosería y que, en general, han perjudicado a la Semana Santa. Y unas medidas de seguridad que generan una Semana Santa fría gélida, con el pueblo alejado y maltratado. Hemos asistido a una exhibición de fuerza de la autoridad civil en tiempos de una Semana Santa en crisis. Una Semana Santa en la que las cofradías pintan cada vez menos. Urge tener altura de miras y tener claro que el debate nuclear no está ni en los tiempos de paso ni en el número de nazarenos. Pueden ser cuestiones importantes, pero el intervencionismo civil las ha convertido en complementarias. Nos criamos en una ciudad donde la lluvia era la única amenaza de la Semana Santa. Solo un aguacero podía chafarnos los días del gozo, no de la felicidad, expresión preferida por el buenismo disfrutón. Teníamos claro que desde 2000 había que tomar medidas extraordinarias para cuidar la fiesta más hermosa y representativa de la ciudad, cosa que siempre hemos defendido. Nunca nos negamos ni a la existencia del Cecop ni a su ristra de medidas. Entendíamos que la autoridad civil debía intervenir para asegurar el orden. Y se han juntado el hambre devoradora del intervencionismo con las ganas de alterar de la mala educación de un público mayoritariamente ajeno a los principales valores de la Semana Santa. Muchos culpan de todos los males al excesivo número de nazarenos cuando el gran lastre está en que el público es consumista, busca un espectáculo, exhibe una mala educación insoportable, una alta dosis de crispación propia de la sociedad de la pos-pandemia y, por encima de todo, se rige por sus particulares cánones de confort que justifican, entre otros efectos, el estar sentado o tirado en el suelo si es preciso. Ese público es el gran mal. Ha quedado demostrado de nuevo en esta Semana Santa posterior al coronavirus. Un público que destroza el concepto de movilidad, que hace imposible el hermoso callejeo con el que tantos sevillanos se reencuentran con su centro histórico. Añadan que los aforamientos han sido tan excesivos como injustificados. ¿De verdad es peligrosa la entrada de San Isidoro? Siempre avalamos que un vallado en un punto clave asegurara precisamente la movilidad, como el de la esquina de la Cuesta del Rosario y Placentines. ¿Pero a qué viene aforar una acera completa de la Cuesta del Rosario al paso de San Isidoro? ¿Y dejar al público en una bocacalle de Francos a una distancia del cortejo como espectadores de un estadio olímpico? ¿Y qué sentido tiene prohibir directamente la presencia de público en el Arco del Postigo al paso de Santa Genoveva o Montserrat? No es aforar, es directamente vetar. Así no hay quien vea la Semana Santa. Han logrado que la carrera oficial sea el lugar menos incómodo. ¡Quién lo diría hace solo diez años! Nos ha quedado una Semana Santa definitivamente inhóspita, incómoda, que despide huéspedes y en manos de unas autoridades civiles insensibles que bien no controlan a sus mandos operativos o desconocen la Semana Santa a pie de calle. Han ahogado la celebración en la calle.
Es urgente que el Ayuntamiento, que suele organizar con éxito campañas en favor de la limpieza y el transporte público, tenga claro que hacen falta campañas dirigidas al público con normas elementales en el saber estar en la calle. El gran reto ahora es la recuperación del concepto de la movilidad, del saberse mover en las bullas, de ser amable y ceder el paso... Algo se hizo con acierto esta cuaresma en un capítulo de El Palermasso. Conviene convertir esos mensajes sencillos y básicos en una campaña institucional que se repita en todos los medios de comunicación locales. O iremos a una Semana Santa rígida, de movilidad limitada como en el Ikea y, por lo tanto, mucho peor.
Por supuesto, la ciudad que recibe ya más de tres millones de turistas al año se deja notar también en la Semana Santa. Se ha visto a demasiado público que no se sabe mover, qué no sabe qué quiere hacer, que entorpece y que lastra la circulación, ya de por sí encorsetada. El turismo masivo no tiene ni pajolera idea de Semana Santa. Y eso se sufre aún más si se añade el público local que opta por esperar una cofradía hora y media antes de que pase sentados en una silla plegable y rumiando pipas como en un antiguo cine de verano. La pipa es el fruto seco convertido en icono de la espera, como las palomitas en el cine. El público que ya lleva preparadas las pipas está anunciado cuál será su actitud: hacer suyo un palmo de terreno mucho antes de la llegada de la cruz de guía. Y dejar el suelo como una pocilga en la inmensa mayoría de los casos. ¡Y en tiempos había quienes se escandalizaban por los nazarenos que en la Madrugada se salían a desayunar para reintegrarse después en la cofradía! Ahora resultan una estampa entrañable. Y casi imposible porque es tarea difícil encontrar un bar (accesible) para romper el ayuno.
Es evidente que el poder civil ha ganado mucho terreno en la Semana Santa a raíz de las cinco madrugadas rotas en lo que llevamos de siglo XXI. No deja de potenciar su mano intervencionista. Pareciera que alguien ha dado una orden: "¡Quieto todo el mundo!" Los cuerpos y fuerzas de seguridad son como los bares: nos prefieren sentados. Tiene su lógica. Es más fácil garantizar la seguridad si todos nos quedamos quietos detrás de una valla. El colmo de la grosería ha sido colocar vallas para impedir el avance de una cofradía. Lo sufrieron la Estrella, el Baratillo y la Quinta Angustia en la calle Velázquez. No le bastaba a su cuerpo de nazarenos con el parón para encima soportar un gesto de mal gusto que el presidente del Consejo calificó con todo acierto de "abominable". Jamás vimos semejante falta de tacto. ¿Qué aportaban esas vallas a pocos metros del palquillo? ¿Acaso demostrar quién manda? Hay ocasiones en que esos metros (de la antigua platería de Félix Poxo al centro de la Campana) sirven para dar una chicotá de alivio y que las cuadrillas no se enfríen. ¡Vallazo que te crió en toda la cara del fiscal de cruz de guía! Como si se tratara de contener una manifestación agresiva. Nadie explica nada. Todos callados hasta hoy.
El cierre de bares tradicionales en zonas sensibles como el entorno de la Plaza Nueva ofrece una idea de cómo es el público. ¡Anda que en los años ochenta y noventa iban los negocios a desaprovechar nada menos que una Semana Santa! Si alguien conoce al público de estos días es el hostelero de toda la vida. Entre los que han abierto llama la atención, en general, que algunos han suprimido las tostadas del desayuno y otros, ojo a esto, los postres tras los almuerzos. ¡Es increíble el descaro de algunos por evitar la sobremesa y así doblar mesas! Habíamos visto la sustitución en las barras de vasos de cristal por los de plástico, o la supresión en los restaurantes del trago largo, pero lo del postre nos ha dejado... ¡Pasmaos! ¡Y eso que en décadas pasadas el único problema en los bares era la de veces que se topaba uno con el cartel del servicio estropeado! Encontrar un bar abierto en la Madrugada y que se pueda entrar es ya un acto heroico o digno de un premio Demófilo.
La carrera oficial sigue siendo un avispero. Por más que se hayan reducido asientos. Y eso que ha sido difícil verla llena de público. La Campana ha estado literalmente más apagada que nunca. Ha debido influir el contraste de la luz generosa de estas tardes largas de abril (sobre todo la segunda mitad de la semana) con la iluminación tenue de las farolas. No se corrigió el defecto a pesar de la negritud...
El Consejo tendrá que trabajar en recuperar capacidad de influencia en la organización de la Semana Santa. Tendrá que colaborar con el Ayuntamiento en la campaña de concienciación del público. Repetimos: no todo es no arrojar residuos al suelo y fomentar el uso del bus urbano. Es urgente ampliar las miras. Hay una generación que no trae aprendido de casa el amor por la Semana Santa. El público capillita (así llamado durante mucho tiempo) es minoritario en la actualidad. La Semana Santa no puede quedar en manos del consumismo, la espectacularización y las visiones fatuas basadas en la participación por la mera participación sin conocimiento de causa. Las cofradías tendrán que reflexionar cuánto pueden aportar a la educación del público. ¿Reducir nazarenos? ¿Avanzar más para no resultar tan parsimoniosas? ¿Formar mejor a los nazarenos? El caso es hacerse respetar más. Y, sobre todo, no cerrarse a nada. La Semana Santa ha evolucionado de tal forma que no hay que descartar nada para su descongestión. El modelo ha quedado superado. Y para su mantenimiento se está pagando un precio demasiado caro: la pérdida de la movilidad. Se ha aplicado este año a la Semana Santa el esquema de la Magna del 8 de diciembre. Medidas extremas para conseguir una rigidez que garantice la ausencia de incidentes.
Sí cabe felicitar al Ayuntamiento por la rápida reacción en el suceso de la calle Relator al paso de la Macarena. Se informó rápido por las redes sociales y se logró que no cundiera el pánico. Nada como la información para asegurar el orden. El Domingo de Ramos se hizo el ridículo con la falta de previsión en la poda del árbol del Duque, pero en la Madrugada se estuvo a la altura. Y eso es muy importante. El público mal educado no solo se sufre en la calle, sino en los balcones. Son frecuentes los casos en que los inquilinos e invitados se asoman con vasos de cristal en la mano, un hábito peligroso y falto de decoro. El Viernes Santo pudo ocurrir una tragedia cuando un vaso acabó estallado en el suelo al paso del palio de Patrocinio a la altura de una de las hamburgueserías de la Campana. El alcohol y la Semana Santa casan mal.
La belleza ha estado, cómo no, en las cofradías y sus detalles. Desde el cortejo infantil de la Borriquita, insuperable en su autenticidad, a la hermosa gargantilla de la Virgen de Montserrat, pasando por cómo estaba vestida la Virgen de la Merced, el retorno del Cautivo desde el Rectorado, la alegría de la Virgen del Rocío en el año de su coronación, la compostura de los nazarenos de San Benito, el nimbo del Cristo de las Misericordias, el reencuentro con la fuerza de la autenticidad de San Bernardo, la visita de la Reina Sofía (eso sí que es una visita de calidad) que no presenciaba la Semana Santa desde 1984, las exquisitas calas de la Virgen de Loreto en un Viernes Santo que, en general, no hace más que ganar prestigio y sello cada año en el marco de una Semana Santa decadente. Echamos de menos, ¡cómo no!, el estilo de un maestro como Manuel Palomino. Al menos queda en el recuerdo de los ramos cónicos y bicónicos de la Virgen del Valle. En el apartado musical hemos soportado una sobrecarga de marchas efectistas, más apropiadas para batallas navales que para la Semana Santa. Cada vez es más difícil oír las marchas que rompieron moldes, que siguen siendo composiciones maestras. Hay algunas nuevas que son modélicas, pero son pocas. Y la saturación es evidente. No nos reconocemos en lo que oímos porque no tiene calidad, sino pareciera que mero afán de protagonismo del compositor.
La vía sacra, el proyecto del Cabildo para garantizar el orden en el interior de la Catedral, ha sido un desastre porque el caos que se pretende evitar se acaba provocando en el último tramo del itinerario, un verdadero suplicio para el nazareno, una muestra de desorden ante las cámaras de televisión y el público de la Plaza Virgen de los Reyes. Si los canónigos consideran que más vale así... ¡Doctores tiene la Iglesia! Es cierto que el primer tramo de recorrido se hace en orden mientras se oyen reflexiones y textos sagrados, pero se paga el precio de un desorden que consideramos impropio de una cofradía cuando está en el primer templo de la ciudad. La intención de la vía sacra es buena, el resultado es cuando menos muy discutible. Tal vez sea mejor un caos en cierta forma regulado (organizar la ida a los servicios con algún criterio) que su desordenada y censurable acumulación al final. Y eso de los nazarenos saliendo por la puerta de los turistas es ya... Incalificable.
Menos mal que el alcalde, siendo candidato, prometió una Madrugada con bares abiertos para poder tomar café, menos mal que prometió menos vallas y menos restricciones. ¡Menos mal! Ya advertimos que era difícil no mantener medidas como la ley seca y otras. Pero este año se han llevado al extremo, justo lo contrario de lo anunciado por José Luis Sanz. El arzobispo se ha volcado de nuevo con las cofradías. El grado de intervencionismo del Ayuntamiento revaloriza su apuesta por la Magna, pues se criticó en privado que no comunicara antes ese colosal proyecto. El 8 de diciembre fue, en cierta manera, una reivindicación del poder eclesiástico. Pero esta Semana Santa está intervenida al extremo. No, no es el numero de nazareno, es la carencia de educación del público masivo el factor que más amenaza la celebración y el pretexto para su intervención. Quizás no es que se repita la historia, es que la historia es la misma. ¿O no fue la carrera oficial un intento de poner orden al establecer un itinerario obligado para todas las cofradías?
Los mensajes al Fiscal
El Viernes Santo a las 18:23 horas: "Fiscal, la gente indignada con la iluminación de leds de la Campana. Tan fuerte que deslumbra al público, porque están orientadas hacia abajo. Y por qué a día de hoy no se contempla quitar las alarmas de los comercios. Cada vez que toca el del tambor, la Campana es un concierto de alarmas". A las 18:26: "Vaya como apesta el centro de Sevilla a estas horas. La gente es incívica, por desgracia, pero... ¿No ha dado tiempo a baldear? ¿No tienen medios en Lipasam?. A las 20:38: "Pasó lo que ya avisaste. De un balcón situado en el edificio del Burguer King ha caído un vaso de cristal al lado del Patrocinio. Ni saben estar y encima ponen en peligro a las personas que están sentadas". A las 21:12: "¿Por qué no se dieron los datos del retraso acumulado por cada cortejo durante la Madrugada? Es la única jornada que no los han tuiteado". A las 23:01: "Qué desastre con los aforamientos y la Policía Nacional sin respeto alguno con los ciudadanos, no hay quien se mueva por el centro. Qué caos más absoluto".
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