Luto

Una oración por Palomino

Palomino en sus años de brillante prioste del Valle.

Palomino en sus años de brillante prioste del Valle. / José Ángel García (Sevilla)

NO podía ser otro día. Qué día para entrar para siempre en San Antonio Abad, cinco padres nuestros, los pitos sonando como tañidos de luto y Jesús Nazareno más cercano que nunca, con la mirada mansa y el cuello altivo, esa sublime contradicción que tantas veces comentamos. Allí te quedarás y después haremos lo que tú siempre decías. “Vamos a ver a María Santísima”. No podía ser otro día, ironías del destino. O mensajes de la divina providencia. En cuaresma, con los primeros palios alzados en los templos, con la agenda repleta de actos y cultos, con el runrún de la enésima polémica y, sobre todo, con las priostías a reventar. “No pararse, no pararse”. Y tú soñando cañaverales de cera alta, ramos imposibles, candelabros de plata de ensueño, alfombras, doseles, reposteros... Y siempre llevando a la práctica la última y maravillosa ocurrencia. No podía ser otro día para entrar por la puerta del cielo, reservada a los hombres buenos, siempre prestos a ofrecer ayuda, consejo y orientación. Este luto sabe a vainilla comprada de urgencia en la casa de las especias de un incienso de receta encriptada. Y tiene el poder de desgarrar para siempre la memoria. Primer viernes de marzo. Una oración por Manuel Palomino.