Eduardo Castillo Ybarra: "A lo mejor no todas las cofradías tendríamos que ir a la Catedral"

El Zaguán

Eduardo Castillo Ybarra en el zaguán de Carlos Navarro Antolín. / Vídeo: José Ángel García

¿Cuáles son las claves para que una hermandad cumpla casi siete siglos? ¿Está el nazareno cada año más orillado en una Semana Santa que prima otros aspectos y colectivos? ¿Sufrimos una Semana Santa cosificada y de consumo? ¿Cómo se consigue formar a los jóvenes hermanos del Silencio? ¿Hay demasiadas procesiones todo el año? ¿Hay soluciones para una Semana Santa saturada? ¿Qué aporta una hermandad como el Silencio al actual mundo de las cofradías? ¿Debería alguien estar pensando en el modelo de Semana Santa de los próximos veinte o treinta años?

De todo esto y mucho más conversamos con Eduardo Castillo Ybarra (Sevilla, 1964), hermano mayor del Silencio. Forma parte de la cuarta generación de una familia estrechamente vinculada a la hermandad. Vive por y para la cofradía. Incluso con una procesión magna por las calles de la ciudad, no dejó sola a María Santísima de la Concepción el día de su besamanos en San Antonio Abad. Cada año disfruta más de la Semana Santa íntima, de los ritos familiares y de las costumbres personales, que del seguimiento de los horarios e itinerarios. Conoció una cofradía del Silencio con apenas doscientos nazarenos. Y gestiona hoy una hermandad que saca a la calle un cortejo de casi 1.500. Es valiente a la hora de plantear cambios profundos en la Semana Santa, avalado por la historia y por tener claro que, en el caso particular del SIlencio, la cofradía sale para adorar al Santísimo Sacramento. La tertulia tiene lugar en la Sala Capitular, una estancia cargada de sabor y simbolismo.

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