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Salvador de la Encina

SALVADOR de la Encina es, con mayúsculas, una buena persona: honesto, íntegro y noble. Salvador es de las personas que te da su palabra y la cumple. Salvador es persona "de ley", que dirían nuestros mayores. Mas, por encima de estos valores, posee Salvador otra cualidad destacada que está por encima de lo común: es un trabajador incansable.

Con la diferencia de 13 años, por ser él de los mayores y yo de los menores de ocho hermanos, desde pequeño siempre admiré su capacidad de trabajo infatigable.

Siempre admiré sus largas noches estudiando Derecho en la Facultad de Santiago de Compostela. Aún guardo una rebeca de lana que le hizo nuestra madre y que, cuando consiguió la licenciatura, terminó con las coderas literalmente rotas de tanto "empollar".

Siempre admiré que cada verano, para lograr algunos ingresos y para ayudarnos a los más pequeños, se apuntaba como ayudante en la mina de Endesa en la que trabajaba nuestro padre, a turno de mañana, tarde o noche.

Siempre admiré sus entrenamientos en clubes de fútbol regional, deporte que con los años ha cambiado por maratonianas caminatas con sus perros por la playa, donde reequilibra las tensiones del día a día.

Luego, comenzando yo la carrera de Derecho, admiré sus interminables jornadas como abogado laboralista de la UGT de Algeciras, atendiendo con honestidad a todos los trabajadores que veían en "el abogado del sindicato" el adalid de sus derechos.

Cuando fue nombrado presidente de la Cruz Roja del Campo de Gibraltar, admiré su entrega por una causa tan humanitaria y solidaria por los más necesitados.

Cuando fue nombrado delegado de Trabajo, Industria, Comercio y Turismo de la Junta de Andalucía en Cádiz, recuerdo muchas noches tener que ir a sacarlo del despacho, viendo que el suyo era el único donde aún había luz. Mi objetivo era que cenase con nuestros padres antes de regresar con Loli, su mujer, y Úrsula y Aitor, sus hijos.

Cuando se presentó a la Alcaldía de Algeciras realizó una campaña incansable recorriendo cada barriada y cada calle, atendiendo a cientos de vecinos y logrando subir el grupo municipal socialista de cinco a siete concejales.

Y admiro cuando, tras haber ostentado el privilegio de ser diputado en cuatro legislaturas, algunos parlamentarios de otros partidos me decían que "en el Congreso los ordenanzas apagan las luces cuando se va Salvador de la Encina, porque saben que, entonces, allí solo quedan los leones…".

Si tuviera que definir a mi hermano diría que Salvador es un trabajador incansable. Pero es también una persona comprometida con los valores y con ayudar a los demás. Y una buena persona. Ese es, con admiración, mi hermano. Ese es, con respeto, el candidato Salvador de la Encina.

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