La doma inexcusable
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En los caminos del Rocío veremos a estos colosos cuadrúpedos atender con nobleza las instrucciones de sus mandantes, los boyeros. Sin embargo, hay una ardua y larga fase previa de preparación tanto física como conductual de los bueyes, por cierto, los animales autóctonos más grandes de la Península Ibérica. La doma toma varios meses e incluso años, para que cada toro se haga a la voz y los gestos de su boyero.
Desde cuatro meses antes como mínimo, los bueyes son sometidos a este proceso de entrenamiento a diario, durante aproximadamente una hora y media. Se empieza con los fríos de finales de enero y se acaba con la canícula de mayo.
Antonio Luis Espinosa, palaciego de 39 años, lleva más de tres décadas “enganchado a este veneno” con su padre, José Luis. Juntos manejan los bueyes que tirarán de la carreta del simpecado de Triana, que ronda los 2.000 kilos de peso.
“Si no haces esta preparación no puedes ir al camino; los toros se tienen que hacer a lo que manda su carretero”. Antonio Luis lleva al yugo a Peregrino, un toro de menos de cuatro años de algo más de difícil manejo que el resto.
Las manos de José Luis Espinosa ciñen el yugo de Boticario, una res con mucha experiencia que llevará el simpecado de Triana en la salida, uno de los puntos más difíciles de la peregrinación.
Raúl Beaumont conduce en esta imagen a Comisario, un joven buey que se estrenará en este próximo Rocío tirando de la carreta del simpecado de Alcalá de Guadaíra. Beaumont es un boyero ginense de 27 años que aprendió el oficio del Rubio Garruta, uno de los boyeros más afamados de Gines.
Los bueyes de los ginenses Alejandro Álvarez y Raúl Beaumont fueron adquiridos muy jóvenes a principios de 2020. Llevan ya más de dos años de doma para su debut en el Rocío.
José Luis Espinosa, un boyero de Los Palacios con más de 40 años de experiencia, manda en las yuntas de la hermandad de Triana, el cortejo con más cabezas de ganado y carretas que va al Rocío.
El boyero José Luis Espinosa saluda a dos operarios que cuidan de los olivos en la finca de Torrequemada, en Bollullos de la Mitación.
La finca de Torrequemada, en el término municipal de Bollullos de la Mitación, es el campo de entrenamiento para la doma de los bueyes que tirarán de las carretas trianeras. Alrededor de setenta cabezas de ganado se guardan en estos corrales.
Comienza la jornada de doma en Villamanrique de la Condesa. Paco Ruiz conduce a los bueyes Morante y Sevillano a través de uno de los túneles que cruzan la carretera que lleva a Hinojos.
Los pinares de Gato, entre Villamanrique e Hinojos, hacen de circuito de entrenamiento para las reses manriqueñas. Las condiciones de este paraje son parecidas a las de la Raya Real, por donde tendrán que transitar el próximo 3 de junio.
Los boyeros manriqueños hacen tiradas intensas y cortas en un entorno con muchísimo polvo y calor. En Villamanrique hay una arraigada tradición boyera, a la que se enganchan algunos desde niños.
Pascual Alapont, a la izquierda, es un arrocero de Isla Mayor que ayuda por afición a los boyeros manriqueños. A la derecha, el carretero Rafael Ángel Jiménez, que trabajará para la hermandad de Bollullos Par del Condado.
Juan José Díaz es el carretero principal de la hermandad del Rocío de Villamanrique. Cada año se convierte en el maestro del carretero promesa, un cargo eventual “de alto honor” en el que cada año se turnan jóvenes manriqueños.
Paco Ruiz acaricia a Morante, un buey de más de 1.000 kilos, durante uno de los descansos de la doma. Paco es el carretero promesa para este año en Villamanrique, una ocasión para la que lleva esperando más tiempo que nadie. La lista de espera para este puesto de honor sobrepasa ya el año 2040.
Alejandro Bonilla conduce desde la carreta a los bueyes que tirarán del simpecado de la hermandad de Valencina de la Concepción. Hace la doma en Gines, junto a sus amigos de la finca del Gitano.
Descanso en la finca de Torrequemada, donde, entre montaje y desmontaje de yunta, los boyeros de Triana reponen fuerzas para combatir el cansancio y el calor.
El cuidado de los animales va más allá de la doma en la finca del Gitano, entre Gines y Espartinas. Tras ésta, se les fija en sus comederos para que tomen su ración de pienso y después se les suelta en un cercado para que pasten y descansen.
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